Paco y el taxi

Paco y el taxi | Toni Galmés
Paco y el taxi | Toni Galmés
Barcelona
23 de Noviembre de 2024
Act. 23 de Noviembre de 2024
Paco y el taxi | Toni Galmés
Paco y el taxi | Toni Galmés

Hace poco más de un año, Paco tuvo un accidente con su taxi. Bajaba por la calle Balmes de Barcelona y, a la altura de la calle Mallorca, un coche salió de una esquina sin mirar. Fue un choque de rebote que dejó el taxi siniestro total. Afortunadamente, tanto Paco como el conductor imprudente salieron ilesos. El taxi, sustento económico de su modesta familia, no tuvo la misma suerte. Quedó convertido en un amasijo de chatarra.

El susto le duró unos días, todo hay que decirlo. Contaba a los compañeros de la Zona Franca que había sido como volver a nacer. “¿Y ahora qué harás?”, le preguntó Luis mientras subía a su taxi para empezar el turno vespertino. “¿Qué voy a hacer? Pues lo que se hace siempre en estos casos: volver a empezar”, se resignaba.

De camino a casa, ya en el metro, empezó a mirar el móvil y, entre las páginas de compraventa de segunda mano, encontró un taxi en venta en un estado impecable. Su propietario lo vendía porque se jubilaba. No solo era un taxi bien conservado, sino que además llevaba etiquetas de bajas emisiones y tenía los certificados más actualizados que su antiguo vehículo.

Paco no se lo pensó dos veces. "¡La vida debe continuar!", repetía. Consiguió reunir, entre los ahorros que ya tenía, algo de dinero de la cuenta de su mujer y un préstamo de su hermano, la cantidad necesaria para comprar el taxi. La compra del vehículo le llevó unos cuantos días, entre el papeleo, los seguros, el traspaso, la matrícula, etc. Y ahora tocaba ir a registrarlo, esperando que en unas 24 horas ya pudiera volver a estar en circulación.

Fue a la autoridad del taxi con todos los papeles bien preparados, revisados una y otra vez para no dejarse nada. Mari, su mujer, le ayudaba con los trámites: cuando tiene que hacer las trimestrales, la declaración de la renta o cualquier cosa que requiera un poco de trabajo en el ordenador. Paco le agradece esos esfuerzos extras con cariño, ya que es consciente de que, en otra situación y con otro empleo, tendría que contratar a alguien para que le llevara los asuntos administrativos.

El nuevo taxi de Paco era cuatro meses más antiguo que su taxi siniestrado, y eso es ilegal

En la oficina del registro de taxis, la chica que le atendió introdujo todos los datos de Paco y, en un momento dado, se dio cuenta de que había un pequeño detalle que daba error. Fue a buscar a un superior, y Paco esperaba paciente en la silla. El superior, a su vez, buscó a otro superior más alto que él, para averiguar de dónde venía el error. Una hora más tarde, y con Paco ya impaciente, la chica volvió diciendo que habían encontrado el problema: el nuevo taxi de Paco era cuatro meses más antiguo que su taxi siniestrado, y eso es ilegal.

El pobre taxista, con los ojos como platos, la interrumpió: “No puede ser. ¡El taxi que he comprado es más nuevo!”. Y lo era, pero era de fabricación más antigua, por lo que no podía obtener la licencia.

Le aconsejaron que llamara al departamento de movilidad del Ayuntamiento. Allí esperó y esperó hasta que le atendieron por teléfono, diciéndole que eso dependía de la Autoridad del Taxi, pero que intentarían solucionarlo. Lo mandaban de una ventanilla a otra, de un departamento a otro, y Paco se sentía como en aquel gag de Astérix y Obélix en las 12 pruebas, subiendo y bajando escaleras sin que nadie pudiera darle una respuesta.

"Vale para una licencia de taxi". Firmaron el papelito y se estrecharon las manos

Cuando llevaba ya un mes acudiendo periódicamente a las administraciones sin conseguir absolutamente nada, plantado en medio de una sala llena de gente con ordenadores, papeles, post-its y tazas de café, llenó los pulmones y, con los ojos coléricos, gritó: “¡YO SOLO QUIERO TRABAJAR, COJONES!”. Se hizo un silencio de teclados y alguien, el más sensato de todos, se levantó y escribió en un post-it lo siguiente: “Vale para una licencia de taxi”. Firmaron el papelito y se estrecharon las manos.

Ahora, Paco baja por la calle Balmes con un poco de miedo. No por los accidentes, no. Si no porque no venga una inspección.