• Afterwork
  • El cine, el invento de un religioso español

El cine, el invento de un religioso español

El padre Mariano Díez ofreció las claves para construir una máquina para poner en movimiento la fotografía años antes de que los Lumière hicieran las primeras proyecciones

Mariano Díez Tobar puede ser el inventor del cine
Mariano Díez Tobar puede ser el inventor del cine
Barcelona
07 de Junio de 2019

Un 28 de diciembre del 2015, el mundo del cine se engalanaba para celebrar el 120 aniversario de la industria. Aquel mismo día del 1895, los hermanos Lumière reunían a 35 espectadores al Salón Indio del Gran Café de París que no sabían qué iban a ver. De golpe, en la pantalla que gobernaba la habitación aparecieron diferentes trabajadores de una fábrica. Una escena simpática que sorprendió los asistentes, puesto que por primera vez veían imágenes grabadas en movimiento. Una sorpresa que se transformó en pánico con la proyección de la películaLa llegada del tren, en la que un ferrocarril avanzaba a toda velocidad hacia la pantalla, hasta el punto que los espectadores corrieron hacia la salida de la sala, pensando que serían embestidos por la máquina. Ese hito histórico marcaría el momento de la invención del cine, si no fuera porque el famoso cinematógrafo de los Lumière lo había creado seis años antes el padre Paül, Mariano Díez Tobar.

 

Tal como recoge el director de cine y uno de los reivindicadors de la figura del religioso, Rodrigo Cortés, el padre Mariano Díez se saltó todas las etapas formativas. Todavía siendo un adolescente destacó como seminarista en Madrid por sus conocimientos en física y matemáticas y, poco después, llegaría al colegio de Murguía, en Álava, donde combinaría el cumplimiento de sus votos religiosos con la divulgación científica, siendo una figura respetada y consultada por la universidad de la época.

 

La historia de como el padre Mariano Díez inventó el cine nos remonta al 1889. Aquel año, el eclesiástico ofreció un de tantos seminarios en que exponía sus conocimientos científicos y mostraba algunos de sus inventos. En concreto, su charla se titulaba El cinematógrafo: descripción del aparato por el cual las imágenes de las personas, como el resto de cosas que existen en el acto, o que no existen, aparecen en vivo y cómo si fueran la realidad, con sus colores, movimientos, etc,. ante nuestra vista.

En esta ponencia, el padre Mariano ofrecía a quien quisiera escuchar la solución al gran problema que se estaban encontrando todos los inventores que trabajaban en la fabricación de aquel mismo aparato: la creación del movimiento. El eclesiástico explicaba como la clave era no ofrecer un movimiento continuo entre las fotografías, sino introducir intermitencias entre cada una de ellas para conseguir que en el espectador se formara esta ilusión de movimiento.

Desinterés comercial

Si aquella charla no se quedó en pura anécdota, es porque en la sala había el ingeniero francés A. Flamereau, el representante en España de los hermanos Lumière. De hecho, hay constancia de una reunión entre el padre Mariano y Flamereau en Bilbao, en la que el eclesiástico habría detallado las cuestiones técnicas del invento. después de salir de la reunión, Flamereau encargó la construcción de la máquina en Francia. El origen de "el invento" que años más tarde consolidaría a los Lumière como inventores del cine.

La gran pregunta de esta historia es por qué el padre Mariano cedió con tanta facilidad un invento que él mismo sabía que enriquecería a cualquiera que lo comercializara. La respuesta es tan simple como el puro desinterés comercial del personaje. La revista barcelonesa El mundo científico explicaba, a finales de los 90 del siglo XIX, que al final de sus conferencias, el eclesiástico autorizaba "con absoluto desinterés a cualquiera de los asistentes a que llevase a la práctica cualquiera de las ideas o conceptos que encuentre nuevos en sus charlas".

Los Lumière se aprovecharon del altruismo emprendedor del padre Mariano, pero tuvieron el detalle de reconocer su figura invitándolo a la primera proyección cinematográfica que se celebraría en Madrid el mismo 1895. Una invitación que Mariano declinó. La suya no era una vida de cine.