El director general de la Dirección General de Tráfico (DGT), Pere Navarro, sorprendía esta semana asegurando que "ha sido un error" promover la venta de vehículos eléctricos en España. Navarro, pero, no atacaba la que ha sido –y todavía es- la principal apuesta estatal y empresarial para imponer de forma mayoritaria un combustible alternativo por un ataque de fidelidad a la gasolina, sino que apuntaba principalmente a una razón por la cual la electricidad todavía no impulsa el motor de los coches de los españoles: el precio.
8.000 euros de más
Que el precio de los coches eléctricos es más alto que los de gasolina es un hecho objetivo y comprobable. El coche más vendido en España el 2018 fue el Seat León, con un precio de salida que cerca los 14.000 euros, mientras que el vehículo eléctrico más popular del año pasado fue el Renault Zoe, que no baja de los 21.800 euros.
Casi 8.000 euros de diferencia que tienen su reflejo en su éxito comercial Mientras la marca de Martorell colocó unos 35.000 León en el mercado, sólo 1.400 personas compraron el Zoe.
La comparación puede resultar injusta entre dos modelos diferentes. Fijémonos pues en vehículos equiparables. Uno de los coches más populares en las últimas décadas es el Volkswagen Golfo, que, hoy, se vende por unos 25.000 euros en su versión gasolina. El precio mínimo de su hermano eléctrico, el e-Golf, es de 33.200 euros. De nuevo, 8.000 euros de diferencia que también explican la diferencia en las ventas. 27.090 el año pasado por el Golfo clásico por tan sólo 436 de combustión alternativa vendidos. Y, a pesar de esta cifra anecdótica, el e-Golf fue el sexto eléctrico más vendido en España.
Sin puntos de carga
La defensa de los coches eléctricos es simple: a largo plazo la inversión se compensa por la reducción del gasto, principalmente, en combustible. Esta también es un dato objetivo y comprobable. A finales de 2018, la OCU hacía una comparativa de cual era el coste de tener durante 11 años diferentes coches, según su sistema de combustión. Al final de este periodo, el vehículo eléctrico salía 6.000 euros más barato que el de gasolina por la diferencia de precio al llenar el depósito.
La OCU calcula que, en estos 11 años, el propietario de un vehículo de gasolina gasta 15.851 euros en combustible, mientras que el comprador de un eléctrico no se deja más de 1.928. Un argumento que sería definitivo si no fuera porque, en España, no es fácil encontrar puntos de carga. Justo el segundo motivo a que apuntaba Navarro para explicar el –hasta ahora- fracaso de la movilidad eléctrica en el Estado.
Volvemos pues a su punto de inicio: por qué el precio de partida de los vehículos eléctricos es tan alto? El primer motivo nos lleva a aquello del pez que se muerde la cola, y es que parte del sobrecoste se genera porque la demanda de coches con enchufe todavía es residual. Si los compradores no aumentan, la producción se estanca y el precio de los componentes se dispara, puesto que resulta mucho más difícil ajustar las tarifas de las piezas si se hacen a tiradasd cortas, que no si se hacen grandes producciones.
El otro motivo es la innovación, principalmente en las baterías. De media, el precio del kilovatio hora se mueve sobre los 500 euros. Teniendo en cuenta que un vehículo de usuario medio solo tener una capacidad de 20 kwH, el solo precio de la batería puede rondar los 10.000 euros.
A esto hay que sumar todas las materias primas, como el cobalto, y piezas de última generación que se utilizan para evitar errores y, sobre todo, sobrecalentamientos que provocan incendios.
La innovación tiene un precio y, en varias encuestas, los conductores han expresado que están dispuestos a pagarlo si es para desterrar los vehículos contaminantes. Pero, de nuevo, tenemos que recurrir al gurú Navarro para encontrar el tercer motivo del fracaso del coche eléctrico en España: la precariedad. La mayor parte de la población pagaría con el mismo gusto que los noruegos o los americanos por tener su vehículo con enchufe... Si tuviera con qué hacerlo.