Cuando Paul Newman se aburrió de su vida de actor decidió montarse en un Datsun 51 e iniciarse en el mundo de las carreras de resistencia. La leyenda dice que su mujer, la actriz Joanne Woodward, quiso celebrar la nueva afición de su marido –y el rodaje de Winning, la película que dejaría testigo de su trayectoria sobre ruedas- comprándole un Rolex Daytona en Tiffany's. La imagen de la superestrella de Hollywood con la muñeca rodeada por aquella esfera blanca y negra se popularizó tanto que el reloj acabó conociéndose popularmente como Paul Newman Daytona, y se vendió en 2017 por 17,8 millones de dólares. El reloj de pulsera más caro de la historia.
Cuando Woodward hizo la inversión, en 1969, Rolex ya era una marca conocida, pero ni mucho menos estaba vinculada en el mundo del superlujo como hoy en día. Y eso que el proceso artesanal y la precisión que requiere la fabricación de cualquier reloj de su categoría justifica una gran inversión –quizás no de 17,8 millones de dólares.
La visita a una planta de fabricación de relojes mecánicos de alta gama tiene más que ver con la entrada a un quirófano que en el sótano que cualquiera se imagina al mirarse la muñeca. Bajo un ambiente esterilizado, con sistemas de filtración del aire para evitar que cualquier pellizco de polvo desestabilice la precisión de los mecanismos montados, los trabajadores se mueven cubiertos de arriba abajo para garantizar que de su ropa tampoco se gastará ninguna impureza que derroche la producción.
La hora extacta
Pero el gran coste del reloj se produce justamente en su producción. Decenas de artesanos manipulan y sincronizan centenares de piezas diminutas que tienen el único propósito de dar siempre la hora exacta. Y las cifras no son ninguna exageración, como quiso demostrar Rolex con este vídeo que muestra el desmontaje de una de sus obras.
Y, como estamos en el siglo XXI, se impone la innovación. Tan cuidadoso y delicado trabajo, hoy en día, se hace con piezas de alta tecnología como microscopios electrónicos, que requieren una inversión previa en I+D de miles de dólares.
Al meticuloso sistema de producción se tiene que añadir el coste en mano de obra y compra de materiales que supone su fabricación en Suiza, como todavía hacen muchas de las marcas de alta gama, y la gran inversión que hacen las compañías al idear campañas de marketing a la altura de un producto aspiracional.
Si un Rolex puede llegar a costar decenas de miles de dólares es por su limitada producción y, todavía más importante, son productos pensados para ámbito profesionales muy concretos
Un último aspecto a tener en cuenta: si un Rolex, y muchos de los relojes de la misma gama, pueden llegar a costar decenas de miles de dólares es por su limitada producción y, todavía más importante, porque son productos pensados para ámbito profesionales muy concretos. El famoso Daytona se fabricó, evidentemente, para pilotos de carreras, incorporando un cronógrafo ideado para cronometrar cada vuelta al circuito, mientras que el GMT-Master estaba destinado a la tripulación de los aviones, puesto que permitía leer la hora de las ciudades de origen y destino.
Bien pensado, Woodward encontró el regalo ideal para Newman: útil y valioso.