Cuál es el turismo que queremos? Esta pregunta se ha hecho muchas veces y ha sido tema de debate en varias ocasiones. Qué preferimos, el turismo más familiar, tranquilo y que, aparentemente aporta menos beneficios, como es el de Menorca; o un turismo de masas y que ha hecho de Ibiza una marca reconocida internacionalmente? Esta es la respuesta que intentan dar Guillem López Casasnovas y Miquel Àngel Casasnovas en su libro Menorca e Ibiza. Dos islas, dos relatos históricos y económicos (Ediciones Documenta Balear, 2018).
Hasta hace poco, el modelo turístico menorquín era reconocido y se lo consideraba de éxito. Qué lo ha puesto en cuestión? El que se conoce como balearització, es decir, "hacer dinero fácil del turismo, aunque esto signifique trinchar el litoral, construir edificios demasiado altos y masificar los espacios, hasta llegar a devaluar la propia oferta turística". Un modelo turístico que disfruta de buena salud y crece. Ahora bien, el debate sobre si ha tocado techo es un tema de actualidad hoy en día.
Carencia de indicadores
Una de las reivindicaciones que hacen patente los autores de este libro es la carencia de indicadores para medir los efectos que ha tenido el turismo en la población isleña. Y es que la comparación de ambas economías con el PIB per cápita "no hace justicia a la prosperidad relativa". Según Guillemos López Casasnovas y Miquel Àngel Casasnovas, se tendría que medir con la renta disponible per cápita o con esta a paridad de poder adquisitivo, dos indicadores de los cuales actualmente no se ofrecen datos detallados por comunidades autónomas.
Qué ha puesto en cuestión el modelo turístico menorquín? La 'balearització'
Sin embargo, y teniendo en cuenta las limitaciones del indicador, el PIB per cápita es un 15% superior a las Pitiüses que en Menorca (cuando hace 10 años eran más o menos equivalentes). Ahora bien, debido a la fuerte inmigración temporera de Ibiza, este dato no refleja realmente la riqueza de las familias ibicencas.
Sea como fuere, una cosa queda clara y hace pensar: "En las últimas décadas ninguna comunidad autónoma española ha hecho crecer tanto su PIB como la balear, pero ninguno ha perdido tantas posibilidades en términos de prosperidad como las Baleares", señala el economista Miquel Puig en el epílogo del libro.
Diferente historia, diferente economía
Qué ha traído a esta situación? Tradicionalmente, Menorca e Ibiza han seguido una evolución bastante diversa: mientras que la primera ha hecho bandera de un medio natural todavía bastante muy preservado y lucha para hacer valer su título de Reserva de la Biosfera, la segunda hace mucho tiempo que se ha situado de manera destacada en el mapa del ocio internacional y ha acontecido una potente marca (Ibiza) que va más allá del turismo tradicional. Un resultado fruto de una larga y diferente evolución a lo largo de los años.
Los menorquines han impuesto una mayor restricción al crecimiento turístico en querer preservar su entorno natural
Históricamente hay dos momentos que marcan las diferencias entre una isla y la otra: antes y después del boom turístico. Antes del boom, Menorca era una isla más rica, más culta, más industrializada, más abierta al comercio y menos caciquil que Ibiza. Cómo se explica esto? Según los Casasnovas, por la mezcla de factores naturales -el puerto natural de Ladrillo y las salinas ibicencas-, la orografía -plana en Menorca, abrupta en Ibiza-, y las pautas culturales de herencia de la tierra -tendentes a la concentración en Menorca y a la división en Ibiza-. Todo esto provocó que si en Menorcahabía varios agentes económicos como propietarios agrícolas y urbanos, industriales y comerciantes, en Ibiza una familia concentraba el poder económico a través de las finanzas.
Dos situaciones que, cuando llegó el boom turístico, trajeron al hecho que en 1960 Menorca tuviera 42.300 habitantes y las Pitiüses 37.200 y, hoy, la primera cifra se ha multiplicado por 2,2 y la segunda por 4,1. Las dos islas tienen una clara vocación turística, pero matizada de manera diferente. Primero porque Menorca está más expuesta a la tramuntana y esto hace que la temporada estival sea más corta. Pero también porque los menorquines han impuesto una mayor restricción al crecimiento turístico en querer preservar su entorno natural y porque, por otro lado, Menorca tiene una cierta tradición industrial, vinculada a la producción de queso y de calzado, de la cual Ibiza está falta.
La oportunidad de la globalización
La globalización, que ha permitido la balearització del turismo y que tanto crecimiento ha dado en las islas, se tiene que aprovechar también no sólo para atraer turistas, sino también para atraer talento de todo el mundo. Esta es la oportunidad que tiene que coger Menorca y que no tiene que dejar escapar. La economía no puede fiarlo todo al turismo y hacen falta nuevas iniciativas vinculadas a servicios y actividades industriales. Menorca tiene que diversificar su economía más allá del turismo. Ahora bien, esto no se conseguirá solo, sino que "depende de la emprendeduría, y son los poderes públicos que la pueden favorecer y reconocer, pero nunca sustituir".
Y es que, como dice el catedrático de Historia de la Universitat Pompeu Fabra, Albert Carreras, en el mismo libro, "los menorquines descubrirán que el mejor modelo es el suyo, y que tienen que preservar a mantenerlo, aprovechando, por supuesto, las oportunidades que ofrece la globalización".