Como a muchos negocios que se ubican en la arena de La Barceloneta, la Vila Olímpica o del Passeig Marítim del Bogatell, a Can Fisher le costó reabrir tras el estado de alarma. En su caso (una ventaja), es de los pocos restaurantes que puede presumir de haber hecho una tarea gastronómica inclusiva con el cliente local; ese, dispuesto a que le claven estocada si pisa territorio comanche: “En realidad, se sostiene por la idea inicial de hacer un concepto donde incluimos al nacional, a pesar de su corta vida (tres años desde el inicio), contamos con el apoyo de los residentes en Barcelona. Sin embargo, todos los locales a pie de playa gozan de mucha afluencia de turistas y esto es lo que nos está faltando en estos momentos”, sostiene Ramón Rodríguez socio y propietario junto a Pantea Pishkohanni de Pantea Group (comprende nueve locales).
La playa del distrito de Sant Martí, recuperada para los barceloneses como fachada marítima en la Barcelona olímpica del 92, es espacio de moda desde hace años para runners, skaters y patinadores. Sigue siéndolo. El deambular de torsos morenos sobre ruedas es continuo, aunque este año algo mitigado por las obras de reparación iniciadas este julio de los espigones de Bogatell y La Mar Bella tras el Gloria.
La reflexión y principal reto para que la zona siga siendo atractiva “es continuar ganándose la confianza de ese cliente de aquí, con mucha transparencia, manteniendo los estándares, pero, también, reinventarnos con nuevos productos adaptados a la situación que nos ha tocado vivir”. Es el caso del concepto “Can Fisher te cocina en casa”, una box para ejecutar una paella en familia con sus productos y recetas, el pack de picnic playero o una semana del arroz que inician la próxima semana. Todo esto en fase de pruebas. Eso sí, sin llegar a ofrecer al cliente la comida ya preparada a domicilio. “No nos hemos planteado el delivery porque nuestras elaboraciones creemos firmemente que no encajan en este concepto”.
Sirven los arroces a la leña, caldosos, melosos o con un punto a socarrat, pero también pescados a la brasa, a la sal o al horno
Y es que si una cosa nos ha dejado la covid-19 a nivel empresarial es la reinvención y readaptación perpetua a la normativa cambiante y a la atracción del cliente por sentarse en una mesa fuera de casa. Un arroz, un pescado al horno o a la brasa, a la sal, unos mejillones a la marinera saben mejor con la brisa del mar empujando algún mechón de cabello en la cara. Y el olor a sal. Ese olor húmedo a mar en el ambiente. “Porque la experiencia Can Fisher no estaría completa sin tener vistas al mar”, sostiene Rodríguez convencido.
La clientela de Can Fisher, que ya llena a las 14:00 el 40% de la terraza —con medidas reducidas según la nueva normativa— un miércoles cualquiera, es esa buena señal que todo empresario busca; algo que indica que se rema en la buena dirección o, como poco, que la gente te esperaba.
Una octogenaria discute con el camarero sobre las raciones de arroz que van a pedir, flanqueada por su nuera, su hijo y sus dos nietos que ya le atacan al plato de sardinas a la brasa con ajo y perejil dispuestas en fila. Los espetos sureños que se convierten en parrilladas en el norte y que marcan el inicio del verano. Los clientes locales han estado esperando a que negocios como este montasen su terraza para celebrar todo lo celebrable que entre marzo y junio se nos quedó en el tintero. Y eso implica que la primera línea en la playa de la Barceloneta, ahora desprovista casi de turistas, es nuestra.
Es un área de juego, sin embargo, complicada. “Debes tener una oferta inclusiva, alejarte de las ofertas solo para turistas. Si le gusta al de aquí, también le gustará al de fuera. Esto quiere decir buen producto, buen servicio (trabajan 35 empleados en la actualidad), mantener los estándares y una buena relación calidad precio. Ya no vale eso de darle cualquier cosa de comer al turista. Esto que evidencian zonas de Barcelona muy turísticas a cuyos restaurantes va cada vez menos gente. En Barcelona hay un nivel de restauración alto mezclando las tradiciones con la vanguardia, lo autóctono y lo cosmopolita. Esa es la fórmula”. Y, si no la has seguido durante muchos años no esperes que la señora del párrafo anterior venga aquí a celebrar su cumpleaños. Porque no.
Como en cualquier negocio de restauración junto a la arena de la costa, los arroces de la empresa del Deta de l’Ebre Molí de Rafelet son (con diferencia) los más demandados —“podemos vender 700 unidades de arroz a la semana”—. Los sirven a la leña, caldosos, melosos, o con un punto a socarrat. Pero también compiten los pescados enteros a la brasa, a la sal o al horno (piezas de tamaño considerable cuyo pase se ofrece en mesa antes de empezar a cocinarlos).
A las 14:30 el desfile arrocero es ya casi frenético. “Lo más vendido sí son los arroces, aunque no somos una arrocería al uso, promovemos el pescado y el marisco fresco, al peso, recién traído de la lonja. Creemos que marca nuestra diferencia”, mantiene el empresario. Entre hidrato y omega-3, también bordan otros platos que son ya clásicos en la Barcelona gourmet; una tortilla abierta con huevos de Calaf, que es todo umami (alga macerada en aceite de sésamo, gambas al ajillo cortadas, yema de erizo y alioli) y, otros, de temporada como el vistoso gazpacho de cereza, helado de albahaca y limón con crujiente arroz salvaje.
Manteniendo el enviste de las olas, desde la atalaya de la Avenida Litoral y con vistas al lejano Espigó de la Mar Bella, el negocio está a la espera de ver qué deparará septiembre en cuestión de afluencia de público, de evolución de la enfermedad y de normativas a seguir. Como todos, con el cinturón apretado por las circunstancias, Rodríguez echa a faltar que se regule teniendo en cuenta la experiencia de llevar negocios como el suyo: "Creo que desde el consistorio falta algo de diálogo y, en ocasiones, un interlocutor que, por su experiencia, pueda hablar un idioma común para ambos”.
Can Fisher
Av. del Litoral, 64
Tel.: 935 97 18 40
Precio medio: 35-40€