
- ¿Cómo celebras tú el 8M? ¿Haces algo especial o solo lo tienes presente y recuerdas cosas importantes?
Los feminismos estamos en horas bajas. Hace meses que notamos la latencia de nuestras acciones, pero especialmente ahora nos sentimos aterradas por el auge de las extremas derechas en todo el mundo. Mientras se llevan a cabo juicios para defender los derechos de las mujeres a no ser acosadas cuando ganan importantes premios futbolísticos, dos líderes de testosterona abundante se regalan motosierras de plata. Mientras Gisèle Halimi hace historia en Francia mostrando cómo la vergüenza debe cambiar de bando, Donald Trump comienza una nueva caza de brujas con deportaciones. Si hace unos años nos creíamos que entender la historia nos ayudaría a no repetirla, hechos como estos nos muestran que no es suficiente con saber cómo la hemos cagado en el pasado para prevenir que lo hagamos en el futuro.
Celebrar el Día de la Mujer es complicado. Cada año más. Cuando éramos pequeñas, celebrábamos el Día de la Mujer Trabajadora, pero hace años que hemos entendido que trabajar solo es la punta del iceberg de las opresiones del sistema patriarcal. Si celebramos el 8M con alegría, nos sentimos mal por las mujeres que han sufrido y siguen sufriendo la violencia de un sistema que las odia. Si lo celebramos con tristeza, no valoramos que debemos estar muy orgullosas de todo lo que hemos conseguido para llegar a la aún imperfecta pero altamente mejorada situación actual. Entonces, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta.
Las feministas de hoy en día estamos hartas de señores que cuelgan instastories celebrando que las mujeres son superheroínas, pero que necesitan que sus mujeres les hagan la lista de la compra. De ingenieros industriales que no saben poner en marcha una lavadora y de antropólogos que categorizan todas las opresiones sociales, pero no quieren usar etiquetas para definirnos. Futbolistas que afirman preferir el fútbol femenino, pero que no conocen a ninguna otra jugadora, excepto la Alexia Putellas, la Jenni Hermoso o la Aitana Bonmatí. Amigos que no hablarán con sus amigos cuando se comportan como verdaderos imbéciles o agreden a una chica de su entorno. O de personas que se sorprenden cuando te pintas las uñas, disfrutas de cocinar o te depilas para ir a la playa, como si ser una mujer en esta sociedad fuera una contradicción radical con tus ideas liberadoras. El 8M de cuando tenía veinte años ya no es lo que era, y empiezo a dudar si es que el movimiento está en horas bajas, si yo me estoy haciendo mayor o si, sencillamente, tenemos que ponernos las pilas de nuevo.
Las feministas de hoy en día estamos hartas de señores que cuelgan instastories celebrando que las mujeres son superheroínas, pero que necesitan que sus mujeres les hagan la lista de la compra
Cuando la cosa no está para tirar cohetes, lo mejor que podemos hacer es recordar lo que sí hemos hecho, lo que sí está pasando. Para mí, este último año hemos tenido dos grandes victorias. La primera ha sido blindar derechos: desde el trabajo de la Conselleria de Feminismes aprobando políticas protectoras de los derechos de las mujeres y comunidades marginadas hasta la incansable tarea de personas como la abogada Carla Vall. Hemos conseguido salvar los muebles de situaciones que sabemos que son y serán discutidas por todas aquellas personas que, en palabras de Angela Davis, no reconocen la simple realidad de que las mujeres son personas.
La segunda gran victoria ha sido el cambio de bando de la vergüenza. Ejemplos como el caso de Jenni Hermoso o Gisèle Halimi nos muestran cómo la víctima de violencia de género no es una criatura débil, destrozada e infeliz, sino una persona que ha sufrido una injusticia, una violencia, y que reacciona como puede ante esta situación, sin una serie de conductas que se le deben exigir o esperar. En lugar de esperar una conducta por parte de quien ha sufrido, ¿por qué no esperamos que sea el agresor quien sienta la vergüenza de tener que vivir con las consecuencias de sus actos?
En lugar de esperar una conducta por parte de quien ha sufrido, ¿por qué no esperamos que sea el agresor quien sienta la vergüenza de tener que vivir con las consecuencias de sus actos?
A lo largo de los últimos años, los feminismos han avanzado gracias a la incansable labor de escritoras, artistas, directoras de cine, cuidadoras, políticas, activistas, sindicalistas, ingenieras, científicas, profesoras, maestros, abogadas, doctoras, enfermeras, economistas, empresarias, dependientas, publicistas, diseñadoras, consultoras, jardineras, mecánicas y muchas otras personas que han decidido poner el cuerpo, la cabeza y la salud mental en hacer de nuestra sociedad una zona libre de patriarcado. El otro día hacíamos broma diciendo que deberíamos hacer cursos obligatorios de feminismos para principiantes que se titularan “Las mujeres son amigas, no comida”, como los tiburones de la película Nemo. La ironía ayuda momentáneamente a convivir con un sistema que está jodido, pero que no cambiaremos en un día. No lo sé, cómo celebraré este 8M. Quizás tampoco sea necesario celebrarlo en un día especial para las que trabajamos para que resista durante todo el año.