Existen muchas pensadoras que han reflexionado sobre el valor de la participación política y democrática. Una de ellas, Simone Weil. Nacida en 1909 en el seno de una familia de origen judío, Weil fue educada en el agnoscitismo y será una de las primeras mujeres en graduarse en Filosofía en el Estado francés, en la misma generación que otros filósofas como Simone de Beauvoir. Sus compañeros le llamaban “la virgen roja”, “marciana” o “imperativo categórico con faldas” por la determinación de sus ideales y su rol reivindicativo y militante en todos los aspectos de su vida.
Con sólo 22 años consigue una plaza de profesora después de presentar su tesis de diplomatura centrada en la obra de René Descartes. Este trabajo le llevará a recorrer diferentes institutos de la Francia rural y adentrarse, así, en la realidad del sistema educativo secundario del país. Durante su estancia en Le Puy se solidariza con los sindicatos obreros y forma parte de huelgas contra el paro y los bajos salarios. En medio de estas reivindicaciones, decide ceder su salario de profesora para vivir en las condiciones obreras, dando su sueldo a la Caja de Solidaridad de los mineros. Además, también ofrecerá clases gratuitas para los obreros y sus familias, lo que escandaliza a la sociedad burguesa del momento. Se considerará comunista antiestalinista y, a lo largo de su vida, será muy activa en la lucha sindical. En verano de 1932 se traslada a Alemania para entender las razones del auge del racismo, que darán lugar a artículos como “La Révolution prolétarienne”.
Se considerará comunista antiestalinista y, a lo largo de su vida, será muy activa en la lucha sindical
Con sólo 25 años Weil abandona la docencia y se traslada a París, donde trabajará como obrera en fábricas como Forges, Basse-Indre o Renault. Para la filósofa es indispensable ponerse en la piel de los trabajadores y trabajadoras de la fábrica para poder entender su situación social, así como observar cómo les afectan situaciones como la fatiga, la opresión, la angustia o el hambre. Todas estas vivencias y reflexiones las recogerá en su “Journal de usine”, una de sus obras más conocidas. Sin embargo, por su débil salud tendrá que dejar de trabajar en la fábrica.
Cuando estalla la Guerra Civil española, Weil decide unirse al enfrentamiento como corresponsal en la conocida “columna Durruti”. En ese momento, establecerá amistad con algunos de los más célebres integrantes del bando rojo, como Andreu Nin, Julián Gorkin o Buenaventura Durruti. Tampoco dudará en criticar algunas de las estrategias del gobierno francés del Frente Popular por su insuficiente ayuda al pueblo español. Su experiencia de la guerra y su estancia en España será publicada en sus famosos Cahiers (Quaderns), y es también en este punto donde su pensamiento empezará a encontrar interés en el misticismo y la religión. Una vez exiliada en América después de la ocupación alemana en Francia, volverá a Londres y escribirá algunas de sus más célebres obras, como “El enracinement”, “Nota sobre la supresión de los partidos políticos”, “Idées essentielles pour une nouvelle Constitution” o su “Étude pour une declaración de las obligaciones para con el être humain”. También, desde allí, trabajará como redactora en “France Libre”. Debido a sus continuados problemas de salud, murió con 34 años en Middlesex.
Weil construye una visión muy crítica con el sistema de organización del poder imperante (todavía ahora) en nuestras sociedades contemporáneas: los partidos
La vida corta pero de altísima exigencia moral y compromiso social de Simone Weil resulta fundamental para entender su obra. La experiencia militante y de la lucha sindical hacen de Simone Weil una pensadora con gran compromiso político, social y crítico. Su participación en la Guerra Civil española o sus estancias en fábricas hace que la autora construya una visión muy crítica con el sistema de organización del poder imperante (todavía ahora) en nuestras sociedades contemporáneas: los partidos. En la obra Sobre la supresión de los partidos políticos, Simone Weil denuncia el carácter dogmático de los partidos, la disciplina que conforma su funcionamiento principal y cómo su único fin es la consecución y permanencia en el poder. Weil considera fundamental encontrar el criterio del bien, que se constituye, por un lado, por la Verdad y la Justicia y; por otro, por la utilidad pública. Lo resumirá en la siguiente afirmación: “El verdadero espíritu de 1789 consiste en pensar, no en que una cosa sea justa porque el pueblo la quiere; sino que, en ciertas condiciones, el deseo del pueblo tiene más posibilidades que otro deseo de ser conforme a la justicia”. El poder para Weil es uno de los elementos que alejan a los seres humanos de ese deseo de Verdad o Justicia. Por tanto, aquellos que se preocupan por el bien público, o bien renuncian al deseo por conocer la Verdad y la Justicia, o bien centran su atención en otra cosa, o bien pasan por el laminador de los partidos, donde las preocupaciones que adoptarán eliminan completamente las del bien público.
De forma irónica, Simone Weil se referirá a los partidos como “molestadores de cerebros”. Para la filósofa, una colectividad no tiene “ni lengua ni pluma”: los órganos de expresión son todos individuales y, por tanto, no existe tal cosa como una “voz del pueblo” más allá de las presiones colectivas. La obligatoriedad de tomar partido, de posicionarse, de establecer unos criterios firmes de opinión de lo que nos rodea y afecta ha sustituido a la obligatoriedad de pensar, y ésta es, seguramente, la pérdida más fuerte de las sociedades de la contemporaneidad que ve Simone Weil. Por eso defenderá que sólo a partir de la supresión de los partidos políticos y las fronteras que éstos construyen por el diálogo colectivo podremos construir una sociedad fuerte capaz de responder, a partir de la Verdad y la Justicia, a los deseos del pueblo.