"No es lo que no sabes lo que te mete en problemas. Es lo que crees saber con certeza y no es así". Esta frase la dijo Mark Twain, pero podría haber sido cualquiera de los protagonistas de The Big Short. De hecho, con ella abre esta comedia dramática, donde el director Adam McKay consigue explicar con ingenio la crisis financiera mundial del 2008. O más bien, la historia de cómo varias personas sin ninguna relación entre ellas supieron detectar lo mismo: que el sistema de hipotecas sobre el cual habían construido su imperio los bancos estaba a punto de caer.
Más concretamente, este ingenio que mencionábamos ya luce en el propio título en inglés (que no en español): The Big Sho(r)t es un juego de palabras que, quitándole la 'r', quedaría traducido como La gran apuesta, tal como se hizo en España. Pero con la 'r', nos queda otro: La gran corta. A priori, un título sin mucho sentido, pero hace referencia a lo que llevaron a cabo los protagonistas: apostar en corto en contra del sistema hipotecario. Todo ello ligado nos regala un título creativo, originario del libro de Michael Lewis que ya avanzaba cómo sería la película: un relato divertido e informal para una temática muy densa y que gran parte de la gente no entendió cuando todo colapsó.
El reto era enorme para McKay. Explicar una crisis financiera como la de 2008 sin aburrir al espectador genérico requiere de un ritmo narrativo casi perfecto, además de una terminología accesible y de unos personajes carismáticos. Para enfrentarlo, Paramount le facilitó 28 millones de dólares de presupuesto con los cuales contrató a cuatro grandes actores: Christian Bale, Brad Pitt, Steve Carell y Ryan Gosling. Su tiempo de pantalla era limitado, pero en 130 minutos consiguieron repartir equitativamente el peso protagonista.
"A finales de los años 70, la banca no era un lugar donde ganar mucha pasta. Era un muermo. Estaba llena de fracasados". Esta frase inicial de Jared Vennet (personaje de Gosling basado en Greg Lippmann) nos pone en contexto: en 2006, el panorama había cambiado. había demasiadas personas que se habían hecho ricos trabajando en el sector de la banca.
El caso de Vennet (o Lippmann) era uno de ellos: un comercial de Deutsche Bank más que estaba haciendo su propia fortuna. Con una diferencia: se había estudiado el sistema de arriba abajo y había descubierto que los bancos estaban otorgando hipotecas subprime (o de alto riesgo) a prácticamente cualquier persona, como si fueran de bajo riesgo y con calificaciones triple A. A la vez, la morosidad iba creciendo en silencio en todos los registros. Estaba tan seguro que se había producido una burbuja inmobiliaria y que todo ello desembocaría en una crisis, que decidió apostar en contra en todos los bancos del país. Y, de rebote, se lo dijo a Mark Baum (personaje de Steve Carell basado en Steve Eisman), un gerente de fondo de cobertura, a quien llamó la atención después de equivocarse de número en una llamada. Aquella conversación telefónica hoy es historia: a continuación, Baum le convocó en su despacho, escucharon sus argumentos y decidió imitar su apuesta con su equipo.
No fueron los únicos. También el Dr. Michael Burry (interpretado por Christian Bale), un neurólogo retirado con una consultora financiera llamada Scion Capital lo detectó. A la vez, dos jóvenes que acababan de fundar Cornwall Capital leyeron la teoría de Vennet en un diario y le comentaron a uno de sus referentes, Ben Rickert (personaje de Brad Pitt basado en Ben Hockett), que les echó una mano. En base a estas cuatro historias cruzadas pivota toda la cinta, donde los hechos suceden con relativa rapidez.
Encontramos planos de corta duración, música rock y un narrador omnisciente para explicar una temática muy densa, al estilo de las películas de Martin Scorsese
Cinematográficamente, McKay resuelve la película con planos de corta duración, música rock y un narrador omnisciente. Un estilo que no es nuevo y que podemos encontrar, por ejemplo, en las películas de Martin Scorsese. Todos los protagonistas son excéntricos (¿cómo si no definiríamos a aquellos que apuestan en contra del sistema?) y hablan un vocabulario informal y cargado de insultos. Sin embargo, el director va más allá y decide que los personajes rompan la cuarta pared en diferentes ocasiones, incluso para matizar al espectador que hay ciertas escenas que no sucedieron tal y como se estaban mostrando en la película.
Pero sin duda, lo que más llama la atención son los cameos de famosos aleatorios que explican la terminología más compleja. De este modo, McKay consigue sorprender al espectador, que de repente se encuentra a Margot Robbie en un jacuzzi, a Richard Tahler y Selena Gómez en un casino o al chef Anthony Bourdain en una cocina profesional explicando qué es un CDO, cómo estaba diseñado el sistema hipotecario mundial o cómo se iba a producir la quiebra de una forma original, a partir de símiles y analogías fáciles de entender para cualquier persona. Es uno de los grandes aciertos de la cinta a la hora de resolver una terminología ciertamente compleja.
Durante toda la película, predominan tres colores crudos: el blanco, el gris y el azul. A la hora de escoger la fotografía del film, McKay apuesta por la frialdad que transmite la temática bancaria e hipotecaria, dado que no es un tema que se caracterice para ser pasional o emocional. Aun así, hay momentos en que sí que se rompe esta escala cromática, como durante la llegada al Fondo de Titularización Norteamericano en Las Vegas (el momento en el que cae el castillo de cartas y comenzamos el clímax de la película).
La lectura ética: ¿hubo buenos y malos?
A todo esto, llama la atención otro detalle: en todo momento, el narrador de The Big Short pinta a los bancos y las agencias de calificación como los malos de la película. Durante más de una ocasión sentimos que el sistema es un fraude (un hecho que, en realidad, era cierto) pero los protagonistas nunca se plantean el componente ético de sus acciones. Sólo hay un momento en el que se muestra esta cuestión: cuando Bien Rickert regaña a los dos jóvenes creadores de Cornwall Capital y les recuerda que hay mucha gente en el mundo a punto de perderlo todo. La escena sirve para diferenciar y alejar la postura del director de la del narrador de la película y, a su vez, para plasmar la doble moralidad de todo Wall Street, independientemente del tipo de apuesta que estuvieran haciendo. No es hasta el final de la película que el resto de protagonistas se dan cuenta de los efectos de su jugada, especialmente Vennet, que cae en depresión.
El retrato del Wall Street de principios de siglo que enseña McKay es desesperanzador. Los bancos ignoran una problemática que después les arrasó, y se acusa a las agencias de calificación de mirar hacia otro lado: "si no damos lo que quieren (una triple A) a los bancos, se marchan a Moody's", llegamos a escuchar por parte de una trabajadora de S&P. La desgracia final que explica The Big Short es un éxito cinematográfico, y así lo demuestran los más de 132 millones de dólares que recaudó la cinta. Pero incuestionablemente, lo más destacado no es lo que se relata, sino cómo se hace. Esto, unido a la vigencia de los hechos y comportamientos de nuestro sistema, elevan la película a un estatus muy respetable, por el cual merece la pena verla y tomar buena nota.