La Odisea no sólo es el poema épico más conocido de la historia, sino también un vestigio que demuestra que el turismo no es un invento del romanticismo nuevocentista sublimado por la sociedad del bienestar y por la oleada de influencers. En sus versos, Homero explica como Ulises, entre batallas y conquistas, encontraba tiempos para llevarse objetos como recuerdo de cada una de las etapas de su fantástico viaje. En caso de tener un móvil a mano, sin duda habría inmortalizado su heroica victoria en Troya con un selfie. El deseo de descubrir mundo es inherente a la humanidad, pero la concepción del turismo tal como lo conocemos hoy se lo debemos de a un nombre, Thomas Cook, y, en consecuencia, al alcohol.
Un tren abstemio
Cook nació a Derbyshire el 1808, y su biografía dibuja un empresario con una gran capacidad para responder a las necesidades de su época. Si bien hizo fortuna facilitando las ansias de viajar de la pujante sociedad burguesa, antes probó suerte luchando contra una de las grandes pandemias del siglo XIX en Inglaterra: el alcoholismo.
El empresario fue el fundador de una de las primeras asociaciones antialcohólicas registradas en el mundo, pero, por el que sabemos, la sociedad del momento no estaba muy interesada a alejarse de sus botellas. Sus reuniones convocaban poquíssima gente, hasta que encontró la inspiración en un viaje en tren. En pocas semanas se celebraría un congreso contra el alcoholismo a Loughboroung, y las inscripciones no iban al ritmo deseado. Pensó que sería magnífico llenar un tren como aquel en el que viajaba con personas que fueran a la feria.
El primer negocio de Thomas Cook consistió al llenar un tren para llevar personas en un congreso contra el alcoholismo
Dedo y hecho, Cook negoció con la empresa de ferrocarriles para conseguir un precio reducido para las personas que fueran al congreso. La compañía no lo veía muy claro, pero acabó aceptando. Para completar la oferta, Cook organizó un paquete con viaje de ida y retorno, comer, baile y un partido de cricket . Hasta 570 personas se apuntaron a la jornada libre de alcohol del empresario y el 5 de julio de 1841 empezó el que se considera el primer viaje organizado de la historia.
De aquella primera experiencia, Cook no saca mucho provecho económico, pero enseguida ve el potencial de negocio. Cuatro años más tarde, el 1945, funda Thomas Cook & Son, considerada la primera agencia de viajes de la historia. Su método de trabajo era exactamente el mismo que había seguido en el primer viaje que organizó. Es decir, negociar con hoteles y transportes de toda Europa para conseguir condiciones ventajosas a cambio de traer grandes volúmenes de personas.
El negocio de transportar gente a lugares bonitos
Uno de los primeros destinos en los cuales operará será Suiza, que rápidamente se pone de moda como lugar de vacaciones de una burguesía que buscaba paisajes naturales y lugares lujosos donde descansar. El 1851 vuelve al turismo de congresos, este golpe organizando el viaje de 165.000 personas a la Exposición Universal de Londres y el 1856 inventa los tours organizados, ofreciendo una ruta por Escocia para 350 viajeros.
Thomas Cook opera actualmente en más de un centenar de mercados y factura 10.800 millones de euros
El 1892, Cook muere dejando a sus hijos una empresa de prestigio, que operaba en toda Europa y que empezaba a tener clones tanto al continente como en los Estados Unidos. A pesar del surgimiento de la competencia, el nombre de Thomas Cook seguirá siendo sinónimo de prestigio y, a principios del siglo XX, sus hijos consiguen abrir mercados emergentes, como Egipto, y consiguen el control de acontecimientos importantes, como el desplazamiento anual de peregrins a La Meca. Hoy, la empresa tiene oficinas además de cien países de todo el mundo y factura por encima de 10.800 millones de euros.
En su viaje de diez años de vuelta a casa, Ulises ofendió todos los Dioses de las islas y estrechados por los cuales pasó, acumulando cadáveres a su expedición hasta el punto de llegar a Itaca sin un solo acompañante. En caso de haber tenido las guías de viaje de Thomas Cook, su trayecto habría sido mucho más placiente. A pesar de todo, siempre pudo recurrir al vino para olvidar.