Mucho antes de que La Gran Renuncia copara los titulares del extinto 2022, algunas personas habían pasado ya por un tránsito vital que les llevó a gestionar un cambio en su día a día, dejando de lado la profesión que soñaron ejercer en sus primeros deseos juveniles.
Ana Illueca era directora creativa de una de las agencias de publicidad más importantes del panorama nacional. Trabajaba para entidades como Banc Sabadell, IKEA o Amstel. Le encantaba su día a día. Pero también, de repente, comenzó a no llenarle como lo hacía al principio. Porque una vez que cumples tu aspiración, en ocasiones te das cuenta, internamente, que quizá no haga falta dedicar el tiempo a una sola de ellas durante el resto de tu existencia.
Hoy abandera, desde la capital del Turia, la puesta en valor de una tradición que se remonta siglos atrás, pero que con la tendencia industrial había quedado relegada a un segundo plano que ella se ha encargado de revertir.
"Me di cuenta de que el ritmo de vida que llevaba me estaba enfermando y busqué tomarme un descanso. Me relajaba poder trabajar con mis manos, dedicarme a crear objetos tangibles. Ya tenía, desde hacía algún tiempo, la cerámica como hobby, pero me planteé si podía convertirla en un oficio. Al fin y al cabo, era algo que me permitía seguir expresando, de muchas maneras, la inquietud creativa en la que vivo de manera constante", señala la valenciana.
Varios perfiles pueden cruzarse en proyectos tan diversos que apenas tengan puntos en común entre sí
En un mundo líquido como el actual, de hecho, son cada vez más apreciadas las habilidades que los títulos o los cargos. Hasta el punto de que, partiendo de profesiones muy diferentes, varios perfiles pueden cruzarse en proyectos tan diversos que apenas tengan puntos en común entre sí.
Un ejemplo claro lo constituye su definición propia en Linkedin. Artista. Directora creativa. Consultora creativa con grandes habilidades en la gestión de equipos. Formadora. Comisaria en la industria del diseño, la creatividad y la artesanía contemporánea. Gran conocimiento de la comunicación y sus medios para impactar. Altos conocimientos de cerámica y porcelana. Una evidencia de como desde un mismo punto se puede trascender a lugares muy distintos.
"Descubrí muy pronto la libertad de trabajar por cuenta propia, pero no quise hacerlo hipotecándome de ninguna manera. Ni siquiera pensaba en qué y cómo iba a vender mis productos. Simplemente, tiré de ahorros y emprendí el camino. Aprendí de un maestro artesano, con quien compartí mi primer taller y de repente las cosas comenzaron a rodar", recuerda.
Tal fue el punto de equilibrio que la siguiente decisión vino casi por añadidura. "En ese momento decidí quemar las naves con mi vida anterior. No quería iniciar algo teniendo siempre en el pensamiento que podía volver como salvavidas cuando quisiera. Así que pedí un préstamo, alquilé una nave, compré la maquinaria y decidí que no había vuelta atrás".
Ana habla de que, posiblemente, todo fluyó más rápido porque hace 10 años su campo "casi era un desierto. No tenía que gritar muy alto para hacerme oír. Tenía los contactos que además ejercían de early adopters y que daban difusión a mi mensaje. Y lo único en lo que no encontraba la comodidad completa era en no poder pelotear ideas con otras personas. Ahí surgían algunas dudas desde la soledad, acostumbrada a discutir con mi project manager sobre la visión de cualquier iniciativa".
Pero descubrió la calma de la que muchas veces no podía disfrutar en un empleo de alta exigencia. Y como esta le permitía afrontar de otra manera el proceso creativo. No había fecha de entrega obligatoria que tensionara la capacidad de crear el mejor producto posible. Y favoreció poder plasmar lo que realmente quería.
"En cerámica muchas veces no pasas de la conceptualización a la acción. Hacer las cosas te permite ir descubriendo aspectos que no saldrían a la superficie si no hubieras iniciado un trabajo manual. En la ejecución radican muchas de las ideas que luego se convierten en lo que realmente se acaba reflejando en una pieza", comparte.
La puesta en valor de un producto que desde la Comunidad Valenciana se ha exportado a todo el planeta
Desde hace casi una década, esa filosofía la ha llevado a disrumpir en varios aspectos: el retorno a lo artesanal, la puesta en valor de un producto que desde la Comunidad Valenciana se ha exportado a todo el planeta y la certeza de que un buen diseño se paga, independientemente de que el mercado se haya pronunciado anteriormente al respecto.
"Cuando Valencia fue nombrada Capital Mundial del Diseño, les presentamos un proyecto a dos años vista y les encajó. Desde entonces, pusimos en marcha una plataforma para el posicionamiento de la cerámica a nivel internacional. Esto me ha dado más trabajo del que soy capaz de asumir, lo que también me ha hecho más selectiva. Los pedidos pequeños siguen estando disponibles, a través de mi web personal, pero casi me he convertido en un B2B. Ahora mismo, por ejemplo, gestiono varias exposiciones en una galería de Miami, ayudo con conceptos a una fábrica de joyería, estoy a pie de obra supervisando un mural…", contabiliza.
De hecho, asegura que lo que busca desde hace algún tiempo son proyectos "donde tenga libertad creativa y pueda participar, como dos exposiciones que van a tener lugar en 2023 en Madrid, una de las cuales está destinada a la sostenibilidad, uno de los temas que más me preocupan. Estoy estudiando cómo conseguir reutilizar hasta el último gramo de los residuos que genero e incorporarlo a la obra final. Y creo que lo estoy consiguiendo, por ejemplo, con el barro que soltamos al lavarnos las manos o limpiar los pinceles".
"Estoy estudiando cómo conseguir reutilizar hasta el último gramo de los residuos que genero"
Como conclusión, si bien Ana Illueca afirma que obviamente no es ajena a la inflación, sí contextualiza como lidia con ella. "A mí no me afecta tanto la subida de precio de las materias primas como el cambio químico de las mismas, porque por ejemplo el óxido de cobre que uso para mi color verde personal no viene del mismo lugar y eso me genera retomar investigaciones que me habían costado meses. Obviamente, además, usando hornos que llegan hasta los 1280 grados pagas mucho dinero en luz, pero mi valor no está en la producción sino en la conceptualización. Y ahí el precio sigue siendo percibido de manera positiva por los clientes que buscan algo diferente", concluye.