Este domingo 12 de marzo, el Casino de Madrid, vivirá la fiesta grande del vino: El Premio Vila Viniteca de Cata por Parejas que este año sopla las 15 velas de su aniversario. Se trata del concurso más prestigioso del mundo en su categoría por el nivel de sus participantes, por la cuantía de los premios a repartir (30.000 euros para la pareja ganadora; 7.000, para los segundos; y 3.000, para los terceros), y por la altura gastronómica de los vinos que se han de adivinar catándolos a ciegas. Los empresarios catalanes Quim Vila y su socio Siscu Martí, propietarios de Vila Viniteca, organizan cada año el certamen de forma alternada entre Madrid y la capital catalana. Una cita ya clásica para la que muchos amantes del vino se preparan durante el resto del año.
A poco más de dos semanas de su celebración, la puesta de largo ha sido en el restaurante Amar, del chef Rafa Zafra (El Palace Barcelona). El también chef de Estimar ha servido un menú inspirado en siete de los vinos que han protagonizado el certamen en alguna de sus anteriores 14 ediciones —entre ellos, el espumoso italiano (Franciacorta, Lombardía) Ca' del Bosco Annamaria Clementi, el austriaco Bründlmayer Grüner Veltliner Ried Käferberg 1ÖTW 2020 y el francés Domaine de la Janasse Châteauneuf-du-Pape 2020 (Côtes-du-Rhône) — y se ha hecho público el cartel, que este año ha diseñado Mariadiamantes (Clara Mercader).
Una cita, a ciegas
¿Cómo se participa en un concurso de esta envergadura? ¿Me podría apuntar yo?, se preguntará algún lector. De entrada, sí, aunque es muy complicado. A la parte previa y clasificatoria del concurso, donde se catan 7 vinos, los concursantes vienen de todas partes del mundo — franceses y belgas, a la cabeza, así como catadores de Dinamarca, Reino Unido, Luxemburgo y Finlandia, entre otros países europeos—. Este paso ya es bastante complicado porque las únicas 120 plazas disponibles (a 200 euros) se agotan en cuestión de minutos (4 minutos este año para ser concretos). Tanto es así, que existe incluso una lista de espera para el evento, detalla Vila. "Piensa que es como si quisieras comprar una entrada para Bruce Springsteen en Barcelona", bromea el empresario. En la fase final —a la que solo accederán 10 parejas—, se catarán otros 7 vinos más. De cada uno se ha de adivinar el país, la zona, la denominación de origen, la variedad de uva utilizada y la añada, la marca del vino y la bodega.
Un reto solo para paladares muy entrenados
Un evento para el que los aplicados alumnos —los catadores— se preparan durante años, ya sea por afición o porque profesionalmente están vinculados al sector del vino. Hablamos de enólogos, sumilleres e incluso bodegueros que intentan adivinar si alguno de los vinos que tienen delante es el suyo propio. “Es gente íntimamente vinculada. Saben mucho, están preparados y son muy buenos, pero no solo los ganadores, sino todos los finalistas. Son gente que acude sin chuletas, ni libros ni ningún otro soporte que les pueda ayudar. Esto es así desde hace años, así que el factor suerte no está muy presente en este concurso. Es realmente complicado”, analiza Vila.
Un ritual lleno de secretismo
¿Y cómo se organiza un concurso de estas características? Como un ritual secreto, un evento en el que solo una persona conoce el secreto: qué vinos tenemos delante. Los vinos se catan en una copa Riedel que no guarda relación alguna con el tipo de uva o vino que hay dentro, aunque se dispone de varias copas para pasar el vino de una a otra y ver cómo se comporta. Además, los vinos se sirven tapados y nadie puede ver el tapón al descorcharse ni ningún otro elemento que le ayude a identificar la botella. “Es muy importante el escrupuloso ritual que seguimos cada año y que hemos ido depurando. Nadie del equipo —salvo yo mismo que selecciono el vino personalmente— conoce los vinos que se servirán. Tampoco puede participar ningún empleado de Vila Viniteca ni familiares o afines”, concreta el empresario catalán. De hecho, las botellas a degustar se abren en el mismo momento, y se prueban una a una para verificar que están en su punto óptimo y varias veces. “En ocasiones, incluso modifico la selección unas horas antes”, bromea Vila, y reconoce que una de las frases que más se escuchan cuando se desvela cada botella es el condescendiente: “¿Ves?, ¡te lo dije!”.
Villa (empresario): "Piensa que es cómo si quisieras comprar una entrada por el Bruce Springsteen en Barcelona"
En la selección de la Cata por Parejas de cada año hay vinos excepcionales de varios cientos de euros, vinos deseados por cualquier restaurante del mundo y también vinos muy escasos, pero pueden aparecer en la copa vinos comerciales que podemos encontrar en el estante del supermercado y que, quizás, hemos probado. “Con la presión del momento pueden parecer otra cosa”, sostiene.
Para un concurso como éste no existe una técnica, ni la aritmética o la intuición que pueda hacer prever qué vinos se pueden haber seleccionado este año. De un vino sudafricano, a un fino, uno australiano u otro pequeño productor. Todo es posible. La buena noticia, aunque no seamos entendidos en vinos ni profesionales y no hayamos podido hacernos con una invitación a la cata, es que, si estamos en Madrid, en paralelo al concurso, el público disfruta de un showroom de vinos y quesos. Con una entrada más accesible y que se puede adquirir aquí.