'Wall Street', el capitalismo radical que nunca descansa

La película de Oliver Stone muestra la cara oscura del sistema bursátil proyectada en Gordon Gekko, un inversor sin escrúpulos para quien cualquier cosa tiene un precio

Michael Douglas ganó el Oscar por su interpretación de Gordon Gekko | 20th Century Fox Michael Douglas ganó el Oscar por su interpretación de Gordon Gekko | 20th Century Fox

Ganar dinero a cualquier precio. En una semana protagonizada por las fluctuaciones de los índices mundiales, volver a ver Wall Street (1987) nos recuerda la premisa de la bolsa. Dirigida por Oliver Stone, siempre muy crítico con el sistema, la cinta nos muestra un mundo perverso, donde la única forma de prosperar es a través de las prácticas inmorales y de estafar a la gente. Este clásico marcó una generación e influyó en muchos proyectos posteriores, culminados en The Wolf of Wall Street (2013) de Martin Scorsese, probablemente la sublimación de este subgénero.

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Por primera vez, un gran proyecto de Hollywood mostraba al mundo cómo es Wall Street desde dentro. Pero el retrato no podría ser más cruel. El protagonista, Bud Fox (interpretado por Charlie Sheen), es un joven broker que trabaja en una oficina cualquiera del distrito financiero. Allí, todo el mundo parece un fracasado. A pesar de hacer su trabajo y de que el negocio funcione, Stone nos muestra una planta anodina, donde casi todo el mundo viste igual y las paredes son de un insípido color blanco. Nadie es bastante interesante para el director, excepto Fox.

Evidentemente, su ambición se encuentra fuera de aquel edificio, y es trabajar para el hipnótico Gordon Gekko (interpretado por el oscarizado Michael Douglas), un avispado inversor con métodos de dudosa ética. Pero gana mucho dinero y, según nos muestra la cinta, este es el único criterio que determina si triunfas o fracasas en la vida. Por eso Fox quiere trabajar para él y marchar cuanto antes de allí.

Como crítica, se puede decir que en todo momento es demasiado evidente que la actitud de Fox le pasará factura y será su perdición en Wall Street

Gekko es un personaje excéntrico, pero encarna todos los rasgos repudiables que Stone considera que reinan en Wall Street. A través de frases lapidarias como por ejemplo "la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena" o "lo único que importa es ganar dinero, el resto es conversación", el director nos muestra sus prioridades. Fox le sigue como un discípulo. Una vez Gekko acepta trabajar con él, el joven broker accede a investigar ilegalmente un competidor para avanzarse a las noticias y comprar acciones. Es el punto de partida de una serie de hechos que ensucian sus manos para proteger a Gekko. Como crítica, se puede decir que en todo momento es demasiado evidente que esta actitud le pasará factura y será su perdición en Wall Street.

Todo empieza a desmoronarse una vez Fox le propone a Gekko especular con Bluestar, una compañía aérea donde trabaja su padre, además de ser líder sindicalista. La operación es muy sencilla: una OPA que coloque a Fox como dirigente de la compañía y ejecute un recorte salarial temporal, con una consiguiente modernización de las rutas y la flota, que permita hacer viable la empresa de cara al futuro.

A casi todos líderes de los sindicatos de la firma les convence la propuesta. A todos menos a uno: Carl Fox, el padre del protagonista (interpretado por Martin Sheen y padre de en Charlie en la vida real). Acertadamente, sospecha que Gekko está aprovechándose de los contactos de su hijo para ganar más de 60 millones de euros del tirón. Y efectivamente, en cuestión de horas sucede la catástrofe: una vez efectuada la operación, Gekko pone en marcha el proceso de liquidación de la compañía. Todos los trabajadores se ven en la calle, incluido el padre de Bud.

Martin i Charlie Sheen (Carl i Bud Fox), durant una escena de 'Wall Street' | 20th Century Fox
Martin y Charlie Sheen (Carl y Bud Fox), durante una escena de 'Wall Street' | 20th Century Fox

Afortunadamente (sí, en este punto de la película ya estamos hartos de Gekko), Bud se da cuenta de la jugarreta a tiempo y decide tomarse una fría revancha. Primero, corta su relación con Darien (interpetada por Daryl Hannah), una amiga de Gekko que había conocido apenas antes de entrar al olimpo de Wall Street. A continuación, vende el proyecto de Bluestar a Sir Larry Wildman (Terence Stamp), uno de los grandes inversores norteamericanos que tenía cuentas pendientes con Gekko. Además de esto, ejecuta la misma hoja de ruta que aplicó con su mentor para manipular la bolsa indiscriminadamente. En este caso, la víctima fue el mismo Gekko. Y el resultado de sus acciones fue una detención. Antes, sin embargo, pudo completar con éxito su jugada.

Las dos escenas finales son especialmente poderosas. Primero, Gekko y Bud se reúnen por última vez en Central Park. Allí, el magnate explota y le reprocha sus acciones, recordando por el camino las múltiples manipulaciones que perpetraron juntos. Lo que no sabe es que entonces Bud ya había sido arrestado y ahora llevaba un micrófono que incriminaría a su antiguo cómplice. Con esta escena se evidencia lo que posteriormente se ve en la segunda entrega: Gekko también fue detenido. Pero aquello no eximió de prisión a Bud. El protagonista cierra la película entrando arrepentido al Tribunal Supremo, previa despedida de su padre, a quién estuvo a punto de traicionar. A pesar de todo, Carl lo perdona por haber decidido bien en el momento clave.

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La década de oro de Oliver Stone

La película supuso el inicio del boom la carrera artística de Stone, tras el éxito de Platoon un año antes. Antes de ser director, había sido guionista de obras maestras como Midnight Express y Scarface . A pesar de dirigir después cintas más aclamadas como JFK, Natural Born Killers o Born on the Fourth of July, este film deja una gran impronta de su visión del sistema financiero norteamericano. No es casual que en una ficción como esta muestre la otra cara de la moneda, la clase trabajadora, la cual plasma especialmente en Carl Fox, padre del broker. En este sentido, Bud representa el clásico ejemplo de joven estadounidense de veintipocos de familia obrera que se enfrenta a la dicotomía de escoger entre el capitalismo salvaje que impulsa su país o la vida tranquila de un trabajador raso. Aunque se recrea enseñando las virtudes de la riqueza, Stone acaba castigando la avaricia de los ricos y se decanta por la visión realista que tiene el padre. Sin embargo, cabe añadir que el cineasta siempre se ha mostrado una persona con ideales de izquierda.

En cuanto a los recursos cinematográficos, hay varios aspectos más a valorar. La primera es la evidente química que existe entre Martin y Charlie Sheen, padre e hijo también lejos de las cámaras. Sus discusiones y las expresiones faciales que vemos parecen muy reales, como si se hubieran repetido en el pasado. El segundo comentario es para el guion. A pesar de no ser premiado, sí que recibió varias nominaciones por premios de la crítica y profesional. La cantidad de frases célebres y reflexiones que deja la cinta es motivo suficiente para sentar y disfrutar de la película. Aun así, hay que insistir que el guion del mismo Stone es previsible en ciertos momentos, especialmente en el clímax de la película, que se produce cuando Fox descubre que ha sido engañado por Gekko.

La actuación de Michael Douglas es la mejor de su carrera; todos tenemos la sensación de que habríamos caído también en las tretas de Gordon Gekko

Mención propia merece Michael Douglas. Este proyecto supuso el primer y único Oscar a mejor actor de su carrera, además de un Globo de Oro y otros galardones de la crítica especializada, como por ejemplo el National Board of Review. Es, sin duda, el personaje más importante de su carrera. El ritmo y el tono a la hora de hablar, la frialdad de sus gestos e incluso su forma de andar intimidan tanto al resto de personajes como al propio espectador. Todos tenemos la sensación de que habríamos caído también en las tretas de Gordon Gekko.

Finalmente, un detalle: a comienzos de Wall Street, Stone nos muestra el skyline de Nueva York, encabezado por el distrito financiero. Lo vemos de fondo con tonos ocres mientras un joven Bud Fox conduce hacia su oficina. Con la selección de este plano y este color, el director nos muestra el amanecer del sueño del protagonista. En cambio, al final de la película, la cámara gira antes de mostrarnos a Fox entrando al Tribunal Supremo, mostrándonos -esta vez desde dentro- el mismo distrito financiero. Todos los elementos, incluso el suelo, tienen una tonalidad entre blanco y gris con los que el director transmite la frialdad de un escenario que se ha tragado a sus personajes. Una definición gráfica y sutil de lo que es y representa el monstruo de Wall Street.

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