Los sentidos lentos

He escuchado a Javi Crees explicar como mientras la tecnología no pueda incorporar el tacto o el sabor, no podrá sustituir una gran parte del significado de la vida humana que son las relaciones personales

Se puede ir a comprar pero no abrazarnos cómo antes | iStock
Se puede ir a comprar pero no abrazarnos cómo antes | iStock
València
16 de Junio de 2020

Mientras caminaba por la céntrica calle Don Juan de Austria de València hacia mi segunda cena social en fase 2, me iba fijando en todo, sobre todo, en las conversaciones. Dos parejas se encontraban en esta conocida calle comercial del centro de Valencia y aunque no hablaban alto, fue inevitable escuchar el comentario agridulce de uno de los hombres del grupo. “Qué alegría veros, y qué pena que no podamos abrazarnos ni tocarnos”.

Mi hija Julia volvió a sus clases de danza contemporánea la pasada semana. Han de preparar las pruebas de acceso al Conservatorio y aunque no acuden con la misma frecuencia, sí pasan algunas horas de la semana es la escuela. “Mama, hoy he improvisado contemporáneo dentro del cuadrado pintado en el suelo en el que tengo que estar”, me dijo Julia algo enfurruñada porque no puede acercarse a sus amigas.  Las profesoras llevan a las niñas a explorar la creatividad siguiendo las normas con las que tienen que bailar una disciplina que ha de recorrer todo el espacio disponible, aunque ahora sea de dos por dos.

Desde el lunes 8 de junio podemos usar la piscina de la comunidad. Somos 80 vecinos y nos han dividido por portales y horarios para evitar aglomeraciones en hora punta. Así que antes de bajar a darnos un baño, hemos de consultar cuándo nos toca. Una vez en la piscina, hemos de colocarnos en una de las 16 parcelas que se han pintado en el césped, sin salir de ahí más que para bañarnos y manteniendo nuestras toallas y ropa dentro del cuadrado.

Ya podemos ir al cine, separadas por dos butacas entre cada espectador. O a un concierto en la Marina de Valencia, sin salir de nuestros cuadrados de seguridad. Podemos ir a comprar a una librería, a un centro comercial o seguir con ese tratamiento de belleza que dejamos parado el 14 de marzo. Pero sin tener contacto con nadie.

Y todo indica que las clases volverán en septiembre a los coles, institutos y universidades. Eso sí, los metros cuadrados por alumnos, los geles hidroalcoholicos y las mascarillas serán los protagonistas de la vuelta.

"Podemos ir a comprar a una librería, a un centro comercial o seguir con ese tratamiento de belleza que dejamos parado el 14 de marzo. Pero sin tener contacto con nadie"

Poco a poco vamos a ir recuperando algunas de las actividades que solíamos hacer pero nos faltan los abrazos y los besos.

Hace unas semanas, Javi Creus participaba en la presentación del libro Transhumanos de Xavier Pont Martin, junto a Genís Roca y Joan Clotet, una presentación virtual de un libro que recomiendo visualizar en bucle. Este libro plantea cómo sería la fusión de la tecnología y el ser humano, cómo seremos en 2055, cuánto tendremos de máquinas y cuánto de humanos.

Hacia el final de la presentación, Xavier Pont, el autor del libro y cofundador de Ship2B, preguntó a sus invitados si la realidad virtual sustituiría nuestra vida real, si dejaríamos de tener experiencias reales para vivirlas dentro de un dispositivo. Aquella pregunta me recuerda a esta época que vivimos, donde todo es mecánico, donde las interacciones personales se limitan a la mínima expresión. Y es que estamos echando de menos los sentidos lentos.

Javi Creus explicó que las tecnologías como la realidad virtual se fundamentan en los sentidos rápidos, que son la vista y el oído, pero que adolecen de los sentidos lentos y necesarios en la interacción humana: el olor, el sabor y el tacto.

Mientras la tecnología no pueda incorporar los sentidos lentos, no podrá sustituir una gran parte del significado de la vida humana que son las relaciones personales.

En esta época que vivimos, que no es tecnológica sino pandémica, necesitamos abrazarnos, besarnos y olernos. Necesitamos recuperar los sentidos lentos.

El New York Times publicaba la semana pasada una guía sobre “Cómo abrazarse en una pandemia”, un documento tan necesario como aterrador donde nos enseñan las formas seguras de dar y recibir un abrazo.

Ese grupo de la calle Don Juan de Austria necesitaba abrazarse, mi hija quiere bailar con sus compañeras de Contemporáneo, hacer dúos y juntar sus cuerpos, quieren tocarse. Necesitamos oler el ambiente de un concierto, saborear una buena cerveza en compañía, abrazar a nuestros amigos en la “vuelta al cole”.

Porque como dice el científico de computación social y profesor de psicología en la Universidad de Stanford, Johannes Eichstaedt, “el contacto afectivo es el modo en que nuestros sistemas biológicos comunican entre sí que estamos seguros, que somos amados, y que no estamos solos”.

Bienvenida fase 3 sin sentidos lentos.