Katherine Artunduaga llegó a España con su marido hace quince años "por la situación del país" y buscando "nuevos horizontes". Hoy tienen tres hijos y están arraigados en Torrent (Valencia). En su país trabajaban en trabajos administrativos, y ahora, ella está cobrando el subsidio y él está en el paro, sin ninguna prestación. Cobran menos de 1.000 euros con los cuales tienen que pagar el alquiler social y sobrevivir las cinco personas. Por suerte, afirma, tienen en las venas el "rebusque" -que es como se llama en Colombia a buscarse la vida en la calle- y no tienen "un miedo tóxico" a tirarse "por el abismo". Así que se han lanzado a preparar gastronomía colombiana y servirla a domicilio. Hasta ahora lo hacían de manera informal, con amigos, pero ahora han decidido emprender.
En la actualidad, en el Estado español hay 40.000 personas sin hogar; además, un millón están en exclusión social, es decir, ya no pueden pagar luz, agua y comida y sobreviven gracias a la ayuda de familiares o amigos. Pero esto es sólo la punta del iceberg: 12 millones de personas están en riesgo de exclusión, lo que quiere decir que una de cada cuatro personas que nos cruzamos por la calle están al límite del precipicio. Una situación que previsiblemente se agravará con la pandemia. Al menos, iniciativas como la de la Asociación Con Valores y la buena acogida que está teniendo a una parte del mundo empresarial dejan un espacio para la esperanza.
Yolanda Martínez trabajaba con su marido en el sector de los eventos, ella como organizadora de camerinos y cátering de artistas. Eran fijas, pero cobraban por trabajo. En marzo llegó el confinamiento y el sector se paralizó, ahora la empresa que los ocupaba "está a punto de cerrar". Ella está en el paro desde entonces, viviendo con dos niñas y pagando una hipoteca; su marido, que es japonés, volvió a su país, encontró trabajo y con esto sobreviven. Yolanda vio la crisis como "una señal" y pensó que era el momento de montarse su propio negocio. Hizo un curso de Labora de Marketing Digital y ahora está emprendiendo con un proyecto de digitalización de datos: ofrecen trabajadores con contratos por horas para que las empresas no ocupan las horas otros más cualificados para hacer trabajos mecánicos de pasar datos al ordenador; está muy enfocado en clientes como gestorías y despachos de abogados, donde se acumula mucho papeleo.
Estas dos historias tienen dos puntos en común: ambas están en riesgo de exclusión social y ambas están en una incubadora valenciana muy peculiar e inspiradora denominada Con Valores. Es la primera para este colectivo del Estado español y ahora está inmersa en la segunda edición de su programa de emprendeduría, que no deja de crecer: en la primera se presentaron 18 personas para 8 plazas y trabajan 25 profesionales; este año se han inscrito 100 personas para 10 plazas y ya cuenta con el apoyo de 90 profesionales.
Su fundador, Melquíades Lozano, explica como nació la Asociación Con Valores: "He estado muchos años en empresas; la última, una consultora durante 12 años. Mi vida era muy frenética y estresante y un día decidí hacer voluntariado con personas sin hogar. El primer día coincidió que estuve en Aguas de Valencia -actual Global Omnium- durante la mañana, con traje y corbata, y por la tarde, estaba en un banco con una persona justo enfrente, a sólo 20 metros de distancia física. Eran dos universos paralelos. Pensaba que ese hombre no se imaginaba los recursos que hay allí dentro y cómo fluyen, y los de allí dentro, no ven a esta persona o se separan medio metro para que no le contagien nada. Así estuve unos años, con la esquizofrenia de vivir entre esos dos mundos tan cercanos y tan alejados a la vez".
De espíritu emprendedor y amante de la cultura empresarial, Lozano no se contentaba con sus horas de voluntariado. Durante ese tiempo conoció muchas historias de vida y vio como trabajaban las ONG. Sostiene que hacen "un trabajo increíble de recuperación de capacidades personales, superación de adicciones...", pero el último paso, el que cierra el proceso de reinserción y da autonomía de vida a las personas, la ocupación, "faltaba". "En ese punto entra el despiadado mundo de la empresa, que para las ONG era otro mundo paralelo. Hay una desconexión total entre el mundo empresarial y el social", asegura.
Lozano: "Hay una desconexión total entre el mundo empresarial y el social"
Así que se le encendió un día la lucecita: ¿por qué no crear una asociación que conectara esos dos mundos, que él conocía tan bien? Después de tantear entre sus contactos, lo vio claro y creó la Asociación Con Valores, "una ONG con enfoque empresarial", que buscar "crear ocupación" entre personas en riesgo de exclusión social. Lo hacen de la mano del mundo empresarial, que "es quien sabe crear ocupación y tejido productivo", y de las ONG, con las cuales trabaja en red y derivan a los candidatos en itinerarios de inserción laboral.
El núcleo de la asociación es la incubadora, que como decíamos, acaba de comenzar su segunda edición de emprendeduría. Los objetivos, señala Lozano, son dos: "Crear medios de vida para personas y sensibilizar en el mundo empresarial de que estos retos sociales nos afectan a todos". Cree que en el futuro cada vez habrá menos ofertas de trabajo y será esencial buscarse la vida. Si esto es complicado para cualquier persona, lo es más para quien carece de recursos económicos, pero también formativos.
El proyecto recibe financiación privada, donaciones altruistas de empresas en diferentes formatos -ayudas económicas, portátiles, instalaciones, etc.- y con fondos europeos, que son los que pagan las dos nóminas de la asociación. Colaboran empresas como Global Omnium, Sprinter o la consultora Easy Group. "Quizás al 50% de los empresarios no los importa el que pasa a su alrededor, pero el otro 50% sí que quiere ayudar. El problema es que muchos no saben como hacerlo, un voluntariado está bien, pero podrían dar más... Aquí están en su campo, el mundo de la empresa. Es bonito y hablas su lenguaje, ayudan a crear empresas, que es de lo que saben. Los engancha, es muy fácil implicarlos", explica Lozano.
Novedades de la segunda edición: trabajo en equipo y "banco de ideas"
Lozano explica que la incubadora de Con Valores está funcionando muy bien, y fruto de la primera experiencia, han introducido un par de novedades para la segunda, que está actualmente en marcha. En la primera edición, todas las personas que participaron eran derivadas de ONG; en la segunda, gracias al impacto que tuvo en los medios de comunicación y a la difusión, llegaron candidaturas por todas partes (LinkedIn, Facebook, etc.), y muchas de ellas no estaban exactamente en una posición de riesgo de exclusión social. Por eso, primero pensaron en pasar un filtro: "No somos una incubadora al uso, no somos Lanzadera. Somos la Lanzadera de las personas en situaciones complicadas".
Pero analizaron qué pasó en la anterior experiencia: "Las personas y sus proyectos caían cuando los soltábamos. Si emprender es duro para cualquier persona, en una situación tan dura como la que viven, todavía más". Así que pensaron en crear "equipos de emprendeduría" de manera experimental: han hecho grupos mixtos con una persona en riesgo de exclusión social y otra que se había interesado por la incubadora, pero con una situación personal más estable. Se han ido conociendo en diferentes acontecimientos y se han aliado por afinidades. "Es mucho más sostenible. Entre ellos se apoyan, se explican las cosas, tienen perfiles complementarios... están saliendo equipos muy bonitos", valora.
El creador afirma que "no somos una incubadora al uso, no somos Lanzadera. Somos la Lanzadera de las personas en situaciones complicadas"
La segunda novedad es que el año pasado, todos los participantes traían su idea en la cabeza. Este año, los ofrecen un "banco de ideas" que cuenta con el apoyo de profesionales del mundo de la empresa, para que los proyectos tengan "más potencial".
Un programa intensivo y "intelectualmente" exigente
Melquíades Lozano nos da detalles de los proyectos de emprendeduría que se están incubando en la presente edición: hay uno de venta por Amazon de ropa de segunda mano; un marketplace de servicios; una agencia de marketing digital para comercios; mecanización de datos (el proyecto de Yolanda Martínez); servicio de limpieza para dignificar el mercado de manera satisfactoria para empleador y trabajadora; operarios de almacén por horas, para suplir necesidades urgentes y puntuales; transporte de comida a domicilio (el proyecto de Katherine Artunduaga); asistencia a personas mayores y con dependencia; y alquiler de pisos para ONG que trabajan con personas migrantes y refugiados y tienen importantes subvenciones, pero les cuesta encontrar pisos de arrendatarios sin prejuicios.
El programa dura dos meses y medio, con diez semanas "absolutamente intensivas": 4 horas de formación los lunes; después, por separado y en equipo, dos horas de mentorización y consultoría sobre el modelo de negocio concreto; y una hora con un coach. Además, seis especialistas les ayudan de forma puntual en los temas financieros, legal, de diseño gráfico e imagen de marca o en la creación del storytelling. Después, Con Valores hace un seguimiento adicional de tres meses, a pesar de que de manera extraoficial el contacto acostumbra a continuar porque "se crean vínculos muy intensos a escala humana".
Lozano subraya que la incubadora "intelectualmente exige mucho". Ante la carencia de recursos, entre todos se rompen la cabeza para buscar una solución empresarial viable: pone el ejemplo de una persona que quiere montarse un bar pero no es posible por falta de dinero; toca buscar otras opciones como asociarse con uno y pagar para utilizar sus instalaciones unas horas o ir a porcentaje de ventas. El proyecto, afirma, supone "tocar tierra" y "salir de nuestra burbuja de realidad".