El valor de la empatía

Consulto el diccionario con acelerada pretensión de encontrar respuesta en algunas realidades de esta crisis económica y social además de sanitaria en que empieza a anhelarse la falta de comprensión colectiva

Página de un diccionario con destacado en la palabra "virus" | iStock
Página de un diccionario con destacado en la palabra "virus" | iStock
València
17 de Mayo de 2020

Recurro mucho al diccionario para intentar entender las realidades que se esconden, fijas por los hablantes, detrás de algunas palabras. Por eso estos días tiemblo con la ‘normalidad’ que muchos han convertido en polisémica. Vale para todo. Para uno roto y para un descosido, que diríamos. A los lectores los resulta normal ya leer temas nuestros que profundizan en turismo, comercio, finanzas, de un tiempo que definimos como futuro pero que en realidad ya es presente. Porque vivimos mirando un calendario de fases que algún técnico diseñó para nosotros y vamos pensando qué sí y qué no podemos hacer.

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Las metáforas se me acumulan: aquella de “cuando baje la marea pillará a muchos sin bañador” es de mis favoritas, porque viene a enseñarnos, como hizo Darwin, que la crisis hará limpieza. Pero claro, a qué precio... ¿Quiere decir que ya estamos perdiendo la empatía? A mí hace días que me lo ha parecido: los aplausos han dejado de ser ensordecedores, los repartidores ya están enfadados porque las direcciones no están muy bien anotadas (me han montado más de una bronca por teléfono) y en el centro de salud me han tildado de “loca” si me tengo que acercar con los niños a hacer una consulta. Si, mis hijos, los mismos con los cuales trabajo en casa sin que ‘el sistema’ esté quejándose mucho. He leído mucho últimamente sobre (el mito de la) conciliación y los más realistas me han parecido los primeros empresarios confinados de este país: en el manifiesto de la Unión Empresarial de la Anoia piden medidas concretas para conciliar (¡de verdad!) porque lo que está pasando a estas alturas es “un caos”. Así lo definen.

En ese proceso constante de investigación en el diccionario, la empatía se define (según la RAE) como la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Identificarse no es fácil, todos lo sabemos. Aquello de ponerse en zapatos ajenos no es una tarea que todos puedan hacer. Pero a veces da buenos resultados. El proyecto Lanzadera ha anunciado esta semana que cambia la estrategia para acelerar la economía productiva con una inversión de 10 millones de euros que provienen del patrimonio del empresario Juan Roig. El eslogan “Volar es más fácil cuando te lanzan” me parece un ejemplo de esta empatía que empiezo a echar en falta. Seguramente al señor Roig ya le va bien la empresa, las ventas, con o sin confinamiento, pero por visión de negocio y por empatía social -estoy convencida- ha decidido rascarse el bolsillo. Dice que Lanzadera nació para “ayudar a los emprendedores a crear empresas y así generar ocupación y riqueza en la sociedad”. Diría que piensa que si la sociedad va bien, a él también le irá bien.

El eslogan “Volar es más fácil cuando te lanzan” de Lanzadera me parece un ejemplo de esta empatía que empiezo a echar en falta

Seguramente podría ser este un pensamiento que aplicaran otros estamentos. Políticos, dirigentes, responsables de nuestra realidad. Si a las madres les va bien, a nosotros también, me gustaría que pensara más de uno. Al fin y al cabo, cuidan, alimentan y educan, no sin dificultades, a los futuros políticos, dirigentes y responsables de la realidad de todos mientras producen. Pero veo que no es fácil la empatía en zapatos de tan alto nivel y eso que “pensar como una madre es una lente que está disponible para todo el mundo”. Lo afirma Yifat Susskind, activista de derechos de la mujer, que hace un discurso vibrante sobre el prisma materno que sirve para superar crisis inciertas.

"Cuando piensas como madre, priorizas las necesidades de muchos, no los caprichos de unos pocos", exclama. Mirad su TEDXWomen, es interesante. Si os gusta, no me pondré medallas: me lo han hecho llegar estos días de ánimos virtuales y abrazos que ya no recibiremos en el tiempo que los estábamos necesitando. Abrazos como los de Juan Genovés, el pintor valenciano que ha muerto este viernes y que siempre será recordado por Los abrazos (1976), un símbolo de la Transición española y un anhelo visual al alcance de todos ahora que tocarnos y sentirnos es lo primero que nos han prohibido.

En mi abrazo, ahora sí, al diccionario hay otros muchos competidores. La RAE ha anunciado el récord de 100 millones de consultas registrado por el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española. Los internautas buscan las palabras que nos ha traído el coronavirus: cuarentena, confinamiento, pandemia, robot o resiliencia. Impresiona pensar que quien busca estas palabras es porque desconocía qué era vivir encerrado o sobrevivir a procesos de naturaleza difícil. Quiere decir de manera tan evidente que esta ola gigantesca nos ha pillado sin bikini que molesta sentirse parte de este desnudo colectivo.

*Pd: He querido consultar el significado de fase. La segunda acepción de la RAE dice que es cada una de las diversas apariencias o formas con que se dejan ver la Luna y algunos planetas, según los ilumina el Sol.

El Sol de mi fase 1 empieza el lunes. Deseeadme suerte.