Sabemos que la citricultura valenciana se enfrenta a problemas estructurales, como por ejemplo el envejecimiento de los agricultores, el abandono de las tierras, la presión de la gran industria, un cooperativismo que no termina de funcionar o la poca diversificación de las variedades. A todo esto se añaden unos acuerdos europeos que en el campo se respiran como una losa. Nos referimos al tan hablado acuerdo con Sudafrica, al que podría sumarse próximamente otro con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay). ¿Cómo afecta a la rentabilidad de la naranja valenciana estos tratados internacionales?
Antes de entrar en el debate actual, sobre un futuro pacto con Mercosur, habría que analizar si realmente ha afectado tanto a los precios la entrada de cítricos africanos. La Unión Europea firmó un acuerdo con Suráfrica que consistía en un documento de 2.500 páginas donde se contemplaba ampliar un mes y medio el periodo de importación de cítricos africanos sin aranceles. Antes entraban hasta el 15 de octubre, ahora lo hacen hasta el 30 de noviembre, unas semanas en las cuales se superponen con las naranjas valencianas. Además, el arancel que tienen las naranjas sudafricanas del 16% se irá reduciendo anualmente de forma progresiva hasta el año 2025, cuando ya no pagarán nada para llegar a Europa.
¿Realmente ha perjudicado tanto el acuerdo con Sudáfrica?
Entró en vigor en 2016 y entonces las principales organizaciones agrarias del País Valencià alertaron qué comportaría una fuerte presión de los precios a la baja en origen y que amenazaba a los árboles valencianos por la posible entrada de nuevas plagas. Seguro que todos recordaremos las fotos de los campos con kilos y kilos de naranjas por el suelo, sin recoger, en la campaña 2018-2019. Organizaciones agrarias como AVA-ASAJA tildaron el ejercicio de ser "uno de los más desastrosos de la historia de la citricultura". La cabeza de turco era muy clara: Sudáfrica, por el reciente acuerdo subscrito con la UE, a pesar de que también se lamentaron las importaciones de Egipto, Marruecos y de Turquía.
¿Cómo han variado los precios de la naranja en los últimos años? Si miramos lo que marca el palco de cítricos que publica la Conselleria de Agricultura, podemos ver la evolución de los últimos ocho años. Cogeremos la semana 45, correspondiendo a los primeros días de noviembre, cuando se superpondrían de pleno en el mercado español los cítricos sudafricanos y los valencianos. Nos fijaremos en naranjas, clementinas y otras mandarinas. Así, los datos de 2012 marcaban precios que iban de los 0,15€ a los 0,26€; el mismo periodo de 2013 estaban entre los 0,15€ y los 0,28€; en 2014, de 0,17€ a 0,38€; en 2015, de 0,14€ a 0,40€; en 2016, de 0,12€ a 0,30€; en 2017, de 0,17€ a 0,78€; en 2018, de 0,11€ a 0,26€; en 2019, de 0,14€ a 0,76€. Hay que remarcar que los precios más altos los copan siempre las variedades tempranas de clementinas.
Ponemos atención en los precios de noviembre de 2018. Aquí encontramos precios por el suelo -así acabó mucha fruta- la naranja Navelina en València, donde el precio estuvo entre los 0,11 euros y los 0,18 euros. Hay que tener en cuenta que los costes de producción se estiman en unos 0,20-0,22 euros/kg. Ahora bien, con el acuerdo con Sudáfrica en vigor, la temporada 2019-2020 logró unos precios más que aceptables y la 2020-2021 arranca con muy buenas previsiones. ¿La causa? El Covid-19 ha sido un empujón al consumo de cítricos en Europa y en estas semanas, cuando se produce la siempre criticada superposición, a penas queda naranja sudafricana por la fuerte demanda. Vía libre para los cítricos valencianos.
La Covid-19 ha sido un empujón al consumo de cítricos en Europa y en estas semanas a penas queda naranja sudafricana por la fuerte demanda
Entonces, volvemos a la pregunta: ¿son los acuerdos con terceros países el grande mal de la citricultura valenciana? Fuentes conocedoras del sector señalan que no es, ni mucho menos, la única causa, aunque se añaden como piedras en el camino (o como claves en el ataúd, como se quiera ver). Estas explican que "los precios en el mundo de la naranja son muy fluctuantes y que dependen mucho de la cantidad de fruta que hay". El naranjo, como otros fruteros, va alternando un año con mucha cosecha con otro con poca (cosecha corta, en el argot del campo). Hace dos años, aquel tan desastroso, coincidieron dos factores importantes: hubo un "collitó" que coincidió con una campaña igualmente muy productiva en Sudáfrica. El resultado, el principio más básico que sustenta la economía de mercado: con un importante crecimiento de la oferta y demanda habitual, caída de los precios.
Con la misma lógica, desde AVA-ASAJA recuerdan que la temporada pasada tocaba "cosecha corta" y esta bajó un 30% al campo valenciano. Además, cuentan que Sudáfrica tuvo problemas en los puertos para exportar. Al cóctel añadimos la pandemia del coronavirus y en todo esto encontramos la explicación de la recuperación de los precios. "Sudáfrica ha tenido muy buen año de exportaciones en 2020. En una temporada normal, hoy todavía tendríamos aquí mucho cítrico de allí y de Sudamérica. Gracias al coronavirus, esos niveles han bajado y encima, nuestros cítricos están en cosecha corta, aunque tocaría que tuvieran más de la media, y esto ha ajustado mucho la oferta-demanda y los precios están bien. Quién tiene cosecha, puede tener una campaña rentable. Aunque todos no tienen mucha cosecha", aseguran desde la organización agraria que preside Cristóbal Aguado.
El año catastrófico de la naranja pidieron que se aplicara la cláusula de salvaguarda a los cítricos, pero hay que demostrar una afectación sobre los precios de al menos tres años seguidos; cosa complicada en un sector con tanta fluctuación.
"El elemento distorsionador" de la liberalización
Ahora bien, expertos consultados señalan que el acuerdo con Sudáfrica -y el que podría firmarse con Mercosur- sí que introduce un "elemento distorsionador" que fundamenta las críticas de los productores: por un lado, la eliminación de los aranceles supone una ventaja competitiva para los cítricos foráneos, que mirando hacia el futuro, ya están aumentando sustancialmente la superficie plantada. Si en 2007 rondaba las 5.000 hectáreas, en 2012 empezó a incrementarse hasta llegar además de 20.000 en 2020. Si sumamos esto a la retirada de los aranceles y al cultivo de variedades tardías que duran más tiempo en el mercado, el sector teme que en un futuro " haya una superposición cada vez más masiva".
La prueba de la afección directa es un informe de la Universitat Politècnica de València (UPV) que se dio a conocer en mayo de 2019. Basado en estadísticas oficiales, demostró que las naranjas egipcias en el mercado comunitario subieron un 10,7%, un 16,9% y un 12% respectivamente en marzo, abril y mayo de 2018, un periodo en el cual los cítricos europeos (casi todos españoles) descendieron un 10,1% en marzo, un 17,5% en abril y un 12% en mayo. Cifras que prácticamente dicen que el que dejaron de vender los citricultores europeos es lo que colocaron los egipcios. Respecto a los cítricos sudafricanos, las exportaciones en Europa se incrementaron un 14,6% en julio, un 24,8% en agosto y un 9,5% en septiembre de 2018, respecto a la media de los años 2012-2015. Las primeras mandarinas europeas -de nuevo, la gran mayoría españolas- perdieron una cuota de mercado del 3,7% en septiembre y del 8,1% en octubre.
A pesar de esto, el responsable de la Dirección general de Agricultura de la Comisión Europea, Joao Onofre, fue contundente en una comparecencia en el Parlamento europeo, donde afirmó que "no existe ningún dato estadístico que diga que ha habido un aumento de las importaciones de Sudáfrica en el periodo que resulta nocivo para la producción europea".
El segundo gran efecto directo de estos tratados sobre el campo valenciano es la importación de plagas. De hecho, una de las peores que afecta el naranjo es el que se conoció inicialmente como "cotonet de les Valls" -porque se identificó primero en Benifairó de les Valls en 2009- y que ahora se conoce como el "cotonet de Sudáfrica" porque una partida de allá que previsiblemente entró por el puerto de Sagunto contaminó una parcela valenciana. "La Conselleria entonces no estuvo todo lo diligente que tendría que haber sido y no eliminó ese punto acotado de la plaga. Dejó que se extendiera y ahora es un problema de proporciones históricas", denuncian desde AVA-ASAJA.
Antes los agricultores trataban esta plaga con 'metilo clorpirifos', una materia activa que la Unión Europea decidió suprimir por motivos de salud "sin ofrecer una alternativa efectiva", lamentan, y se quejan del "cinismo" cuando sí que se dejan entrar cítricos de terceros países tratados con productos fitosanitarios que aquí están prohibidos. Por eso defienden que hay "competencia desleal": unos pueden acceder a un control de plagas asequible y efectivo, y los otros no.
El acuerdo con Mercosur, estancado
El acuerdo entre la UE y Mercosur hace más de 20 años que está negociándose. En junio de 2019 se lanzó, por fin, la fumata blanca, y ahora sólo faltaría la revisión jurídica y la traducción a todas las lenguas oficiales de la UE y la presentación para su aprobación en el Parlamento Europeo (previsiblemente en 2021). Es decir, su ratificación. Contempla que el actual arancel del 12,5% para el zumo directo o 100% exprimido (conocido como NFC por sus siglas inglesas) desaparecerá en siete años y el del 15% para el concentrado (FCOJ), se reducirá progresivamente en diez años hasta mantenerse en una pequeña parte. Ahora bien, el acuerdo peligra porque en los últimos meses se han dejado sentir reticencias de estados con un peso importante, como por ejemplo Francia, Alemania, Austria y Holanda.
Los tres primeros desconfían de la parte medioambiental, puesto que temen que acabo suponiendo un impulso a la deforestación de la Amazonas por los continuos incendios para colocar industria extractiva, monocultivos y uso masivo de pesticidas. Holanda, por su parte, se descolgó por la preocupación de la competencia desleal, puesto que dudan que los países del Mercosur aplican las mismas condiciones de trabajo y estándares ambientales que sus productores. En la misma línea, Irlanda ha expresado su voluntad de votar en contra si consideran que tendría un impacto negativo sobre su economía. "España es uno de los estados más proclives al acuerdo, uno de los que más oportunidades ve, aunque podría afectar la competitividad de nuestros agricultores. Nuestro gobierno no nos escucha, aquí se ve la falta de sensibilidad entre unos y otras", suspiran desde AVA-ASAJA.
Desde la Unión de Labriegos y Ganaderos se han sumado a la crítica medioambiental. En este caso, alertan de los efectos nocivos que tendrá sobre la economía local la liberalización de la industria del zumo brasileño, puesto que estiman que entre 1,2 y 1,5 millones de toneladas de cítricos valencianos (entre el 10 y el 20% de la cosecha anual) se destinan a las bebidas preparadas porque no reúnen las condiciones de piel o calibre para el mercado en fresco y sirve para descongestionarlo. Pero además, ponen el dedo sobre los perjuicios medioambientales: técnicos de la organización agraria han calculado que un vaso de zumo con cítricos importados por mar emite 17 gramos de CO₂.
Un problema que requiere soluciones profundas
Por lo tanto, y según las fuentes consultadas, ni Sudáfrica ni Mercosur son los culpables de la crisis citrícola en el País Valencià. Ahora bien, sí que podrían asestar el stock final. "Son factores inquietantes y que no favorecen, pero son un elemento más de preocupación", afirman. Por lo tanto, intentar salvar uno de los productos agrícolas sentimentalmente más arraigados a la cultura valenciana tampoco pasaría, sólo, para renegociar esos macro-acuerdos.
Cómo explican conocedores del sector, habría que solucionar el equilibrio comercial, actualmente "muy precario"; más coordinación y una agricultura planificada ("son pequeños y cada uno hace la guerra por su cuenta, sin hacer un análisis del mercado... los que más sufren esta coyuntura son los que menos quieren cambiar la mentalidad"); y quizás, reflejarse en Andalucía, donde sostienen que tienen "una citricultura emergente que ha crecido mucho en los últimos años, donde los campos son explotaciones más anchas y más mecanizadas".
Un primer paso, la ley de estructuras agrarias de la Generalitat Valenciana, que pretende, entre otras cosas, "hacer unidades de cultivo más grandes y teniendo en cuenta qué es el mapa varietal". Lo ven como una manera de evitar fenómenos como "la marisolà": recuerdan que hace unos años se empezó a plantar la mandarina Marisol, que "no era demasiado buena, pero sí muy temprana", lo cual lo favorecía para salir al mercado con un buen precio, "hasta seis veces más que la convencional". Por aquello de hacer lo que le va bien al vecino, muchos empezaron a plantar hasta que estalló la burbuja. "Antes los valencianos eran los amos del mercado porque sólo había naranja aquí. Ahora hay en Sudáfrica, en Marruecos, en Turquía... el mercado se ha hecho mucho más complejo", reflexionan estas fuentes.