Hace solo unos días el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo junto con el ICEX, la Cámara de Comercio de España y el Foro de Marcas Renombradas Españolas presentaban la campaña de comunicación internacional Think Again Think Spain una campaña que pretende reforzar la imagen de nuestro país en el mundo como destino de inversión y socio comercial basándose en las fortalezas empresariales de nuestras marcas y empresas. Lo hace volviendo a poner el foco en lo que ya damos por hecho, yendo más allá de los estereotipos. En los anuncios veo empresas catalanas líderes en excelencia, innovación, versatilidad, sostenibilidad…y me pregunto, ¿cuándo hemos dejado de mirarnos? ¿Desde cuándo necesitamos justificar tanto lo obvio?
Estos días, los agentes sociales y empresariales debatimos, junto a AENA, la necesidad de ampliar de las capacidades del aeropuerto del Prat de Barcelona para convencer al Gobierno de la Generalitat. Y más allá de criterios eco, económicos o ecológicos, creo que necesitamos volver a mirar a Catalunya sin olvidarnos de lo que somos, volver a mirar a los ojos a un país de emprendedores e innovadores, a miles de ciudadanos y jóvenes que saben que, con las habilidades, competencias y cualidades humanas adecuadas, y conectadas entre sí y con el mundo, podrán prosperar.
Sabemos que la idea de una de empresa surge en una terraza del Born y consigue financiación en Londres, se vende en Singapur y acaba dando empleo en L´Hospitalet
El papel de la aviación ya no es el de un mero conector de servicios, hablamos de una fuente de crecimiento y prosperidad económica y social. Los puentes virtuales de cada conexión aérea no solo permiten el flujo de bienes e inversiones, lo hacen de personas e ideas, convirtiéndose en una palanca de crecimiento económico.
Para los jóvenes empresario la ampliación de las capacidades del aeropuerto del Prat de Barcelona es necesaria y lo afirmamos sabiendo que los aeropuertos son catalizadores de la actividad económica, pero sobre todo porque lo vemos como un punto de encuentro de la verdadera economía del futuro, la de las ideas, las nuevas habilidades, la innovación y el talento. Sabemos que la idea de una de empresa surge en una terraza del Born y consigue financiación en Londres, se vende en Singapur y acaba dando empleo en L´Hospitalet. No nos sorprende, y no debería hacerlo a nadie, que se haya establecido un vínculo sólido entre la conectividad aérea de un país y la riqueza de sus ciudadanos.
Somos demasiados hablando de lo obvio, como si fuese baladí lo que nos jugamos a los ojos de quienes no escuchan: el equivalente al 12% del PIB de España y más de 82 millones de turistas al año llega por aire. El transporte aéreo en nuestro país contribuye a 1,7 millones de trabajos, aporta 102.000 millones a la economía del país. Unas cifras que no parece que vayan a frenarse ya que en los próximos 20 años se espera que el número de pasajeros que salgan y lleguen de nuestros aeropuertos aumente un 49%. Y si no les hacemos fácil el viaje, invertirán en cualquier otro sitio. En otros jóvenes, no en los nuestros, y en otras ideas.
Los economistas a nivel global han llegado al consenso de que tener mejores aeropuertos va unido al desarrollo económico de las regiones donde se instalan. Algunos como Jan Brueckner, detallan que, por cada incremento del 10% de pasajeros en una ciudad aumenta el empleo de esa región un 1%. Según la IATA, en solo 15 años, en 2037 la capacidad de nuestro espacio aéreo podría suponer la creación de medio millón de puestos de trabajo más. En el caso del Prat estamos hablando de crear 83.000 ocupaciones directas y un total de 350.000 ocupaciones nuevas en los próximos cinco años. No son cifras para obviar en Catalunya cuando tenemos un paro juvenil superior al 33%
No perdamos tiempo en debatir lo obvio, no les pongamos a los jóvenes, sean de donde sean, un muro en medio del mar, abrámosle la puerta a su futuro, a conectarse al mundo y a la economía global, ampliemos el Prat
Hablamos no solo del impacto directo en la ocupación y en el PIB de la región, hablamos también del impacto indirecto, el empleo, los ingresos y el PIB generados por las industrias descendentes que abastecen y respaldan las actividades en el aeropuerto. Y hablamos también del impacto económico inducido, la actividad económica generada por los empleados de empresas directa o indirectamente vinculadas al aeropuerto que gastan sus ingresos en la economía nacional. Sin olvidar, el aumento del impacto en el comercio, la inversión, el turismo y la productividad.
Somos conscientes de que necesitamos una estrategia nacional del espacio aéreo de nuestro país, y mejorar la eficiencia de este, y somos conscientes que enfrentar desarrollo y sostenibilidad es un debate del pasado. Las empresas, los jóvenes, nuestro mundo y la movilidad solo pueden entenderse en parámetros sostenibles y más limpios, como cada nueva infraestructura que se plantea en Barcelona, La Coruña, Estocolmo, Vitoria o Berlín. Pensando en todo ello, necesitamos seguir siendo esperanza para miles de jóvenes cuyo talento no tiene fronteras.
Las ciudades del futuro
Las ciudades más prósperas del futuro no serán como en el pasado las que tengan las cadenas de producción. Las más prosperas serán las que creen valor. No las que ensamblen productos sino las que los conciban, diseñen y comercialicen y, para ello, se necesitan personas capaces de tener soft skills como la creatividad, flexibilidad, empatía o imaginación. Para atraer talento, y para poder exportar lo que creemos, es clave estar conectados con el resto del mundo. Las fortalezas futuras de una región o de país dependerán más que nunca de la fuerza de su gente. No perdamos tiempo en debatir lo obvio, no les pongamos a los jóvenes, sean de donde sean, un muro en medio del mar, abrámosle la puerta a su futuro, a conectarse al mundo y a la economía global, ampliemos el Prat.