El último mes de abril pasaron por el aeropuerto del Prat: 25.307 pasajeros, un 99,4% menos pasajeros que el mismo mes del año anterior. Se trata de una cifra excepcional e histórica, por anormalmente baja, pero las circunstancias que la motivaron también fueron excepcionales e históricas. En medio de la lucha contra la pandemia del coronavirus, con las fronteras cerradas y con la práctica totalidad de las compañías aéreas en situación de parada forzada, el aeropuerto casi congeló su actividad a la espera de una mejora de la situación. A principios de junio, con una situación de desescalada que se va consolidando en todo el país, parece que se divisa luz al final del túnel: algunas compañías aéreas, como Vueling o Easyjet, han hecho público que reinician sus operaciones en el aeródromo barcelonés.
El 2020, pero, será el año de la rotura de una tendencia de crecimiento a la que estábamos acostumbrados desde hace más de cinco años. Un periodo de crecimiento ininterrumpido y de logro de sucesivos récords en el número de pasajeros que pasaban por el aeropuerto. El 2020 será, a todos los efectos, un año de bajada pero también un año de renacimiento para la infraestructura catalana. Un nuevo momento fundacional. Hay algunas claves que así lo ponen de manifiesto y hay que tenerlas muy presentes.
"Parece que se divisa luz al final del túnel: Vueling o Easyjet han hecho público que reinician sus operaciones en el aeródromo barcelonés"
La construcción de un hub global, objetivo de un trabajo incansable por parte de las instituciones catalanas reunidas alrededor del Comité de Desarrollo de Rutas Aéreas, el CDRA, tiene que continuar todavía con más fuerza. La interrupción de las conexiones intercontinentales derivada de la covid-19 supone una amenaza grave al modelo de desarrollo del aeropuerto. Aunque algunas compañías aéreas han manifestado la voluntad de retomar los vuelos de largo radio con la llegada del verano, otros operadores han cancelado rutas sin prever una fecha de vuelta. Esta situación puede abocarnos a un escenario de pérdida definitiva de rutas aéreas de un gran valor añadido, vitales para la internacionalización de nuestra economía y la captación de inversiones extranjeras.
Esta situación nos obliga a reaccionar. Hace algunos meses que vengo reivindicando que, en el marco de la mesa bilateral Estat-Generalitat, se aborde la cuestión aeroportuaria catalana como paso previo a la creación de un consejo rector del aeropuerto del Prat. Un consejo rector integrado por las instituciones catalanas, públicas y privadas, investido con las máximas competencias en materia aeroportuaria: desde la aprobación del nuevo plano director del aeropuerto a la definición de las líneas maestras de la estrategia comercial de la infraestructura, el consejo rector tendría que ser el órgano de decisión último del aeródromo catalán. En el momento actual, ante el reto ingente de resituar el aeropuerto en el mapa aeroportuario global, la creación de este instrumento acontece una necesidad imperiosa. Sólo así podrá hacerse realidad el sueño de transformar Barcelona en el aeropuerto de conexión entre los continentes asiático y americano.
Pero la situación que vive actualmente El Prat también tiene que servir para mirar hacia adelante, para hacer frente a los retos a corto plazo que tiene planteados la infraestructura. Y lo más importante, sin ningún tipo de duda, es el de la capacidad. Capacidad de las terminales, pero sobre todo de las pistas. Y es que, a pesar de la bajada excepcional que sufrirá el aeropuerto el 2020, lo cierto es que la infraestructura está llegando al límite de su capacidad, tanto en cuanto al número de operaciones como al número total de pasajeros. Hay que tener muy presente que tan sólo hace unos meses, a finales del 2019, la cifra total de pasajeros si situó alrededor de los 53 millones, a escasos 2 millones de la capacidad teórica de ambas terminales, cifrada aproximadamente en 55 millones de pasajeros el año.
Es en este contexto de agotamiento de la capacidad que hay que emprender con celeridad la construcción de la terminal satélite y adoptar una solución definitiva en cuanto a la capacidad de pistas. No hay que despistarse. Habrá quién sostendrá que, con la crisis derivada de la Covid-19 y la subsiguiente caída del número de viajeros, la ampliación de la infraestructura del aeropuerto ya no es una prioridad. Estaríamos equivocados si llegáramos a esta conclusión. La construcción de la terminal satélite es más prioritaria que nunca puesto que tiene que permitir el aeropuerto crecer en número de rutas intercontinentales y conectarnos de forma directa con las principales regiones del planeta. El bastimento de un hub intercontinental en la Mediterránea Occidental, opción estratégica a la que aspira el aeropuerto del Prat, necesita de la construcción de la terminal satélite.
"El bastimento de un hub intercontinental a la Mediterránea Occidental, opción estratégica a la que aspira el aeropuerto del Prat, necesita de la construcción de la terminal satélite"
El 2020 será recordado como el año en el que la humanidad sufrió una de las crisis sanitarias más importantes de la historia. En el mundo de la aviación, el 2020 marcará un antes y un después. Seremos testigos de la desaparición de compañías aéreas, de la caída del número de pasajeros en muchos aeropuertos y de una afectación probablemente sin precedentes sobre la industria turística a escala global. El aeropuerto del Prat, del mismo modo que muchos aeropuertos de todas partes, también sufrirá las consecuencias, pero de todo tenemos que ser capaces de extraer una lección, un aprendizaje. En definitiva, aquello que nos tiene que permitir seguir haciendo camino, buscar nuevas oportunidades y vivir un nuevo momento fundacional.