El campesinado se ha manifestado estos días en toda Europa. Protestan con razón y miraré de explicar porqué. Antes, pero, convendría hacer un poco de repaso histórico. Siempre conviene saber de dónde venimos. La primera cosa a decir es que las generaciones que nacimos al acabar la Segunda Guerra Mundial somos las primeras en toda la historia europea que no hemos conocido el hambre. Las razones son diversas, pero la principal ha sido la ausencia de guerras. Ahora bien, ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? Al acabar las confrontaciones en Europa los gobernantes decidieron poner mucha atención a que nunca más faltara la comida. Y, precisamente por eso, la agricultura fue el eje sobre el cual pivotó la regulación económica de la Europa de los seis, el Mercado Común que nació en 1957.
Europa nunca más tenía que volver a pasar hambre y este objetivo tenía dos frentes: pagar bien a los agricultores al tiempo que se estimulaba la productividad. La cosa ha funcionado bien desde el punto de vista productivo. Al inicio del siglo XX el 40% de la población activa en Europa se dedicaba a trabajos agrícolas. Actualmente solo lo hace el 4,5%. En Francia el 2,5% y en España el 6,5%. En Catalunya sólo el 1,5%. No podemos fijarnos en territorios pequeños para sacar conclusiones, puesto que la comida viaja sin fronteras a la Unión Europea (UE). Quedémonos con el 4,5% europeo puesto que el continente, con esto, puede ser autosuficiente.
Al inicio del siglo XX el 40% de la población activa en Europa se dedicaba a trabajos agrícolas. Actualmente solo lo hace el 4,5%. En Francia el 2,5% y en España el 6,5%
El sector está en permanente bajada en cuanto a la ocupación. Miren lo que ha tenido lugar los últimos ocho años tomando como 100 el año 2015.
Queda, pero, pendiente la asignatura de los ingresos de los labradores. Y sobre este hecho convendría centrar la discusión.
La agricultura siempre queda arrinconada a la hora de repartir la riqueza. He insistido en varios artículos sobre el hecho de que, en mi opinión, los alimentos son muy baratos en toda Europa. Todo el mundo está muy contento pero, de toda la cadena de costes, acaba siempre recibiendo el labrador. El resto de actores se van adaptando a la realidad y, si no ganan bastante, eligen otro proveedor. Es el caso de distribuidores, transportistas, etc. El agricultor no puede elegir. Tiene que continuar produciendo, y cambiar cultivos no es fácil.
La PAC (Política Agraria Europea) es muy criticada, pero fue un pacto histórico para evitar que el agricultor fuera maltratado por los mercados. De hecho, la agricultura, junto con el comercio internacional, es la única competencia exclusiva de la UE. Los gobiernos de los estados miembros, no digamos la Generalitat, no tienen ningún poder. La PAC se acordó en 1962, como digo, sus objetivos son ayudar el campesinado. Pues bien, a pesar de que, en general, todo el mundo piensa que la PAC es injusta con otros sectores, la realidad es que los ingresos por productos agrícolas son un 40% inferiores a los ingresos por productos de otros sectores. Es por eso que en el reparto de los recursos de la PAC se dedica el 72% a compensar esta inferioridad de ingresos.
La PAC tiene otras ventajas: pone atención a un sector electoralmente irrelevante. Por mucho que se diga que los agricultores franceses son un lobby, etc., etc., ya hemos visto que la dimensión del lobby es, en Francia, del 2,5% de la fuerza de trabajo -no del total de la población que vota-. Y, en Catalunya, por muchas manifestaciones que hagan, no representan más del 1,5% del total de la población activa. En consecuencia, bienvenida sea la PAC puesto que, de lo contrario, a los agricultores no los defiende nadie. Por eso es muy importante que los labradores se integren en el que sí que puede ser un lobby importante: la industria agroalimentaria. En Catalunya representa el 25% de la industria del país. Unos gobernantes eficaces -como, por ejemplo, los italianos norteños- tendrían que favorecer las integraciones multisectoriales entre agricultores y distribución (evitando intermediarios inútiles) y agricultores y la industria (proximidad de producción).
En Catalunya la industria agroalimentaria representa el 25% de la industria del país
Entramos ahora en otras consideraciones, porque el chispazo que ha encendido el fuego a nivel europeo -que, como hemos visto, es el que cuenta- ha sido la legislación sobre transición energética. Y aquí conviene hacer varias reflexiones.
De entrada se ha reconocer que ecologistas y agricultores han sido enemigos. Hasta que no subió la productividad en el campo y, como ya hemos visto, pasó del 40% al 4,5%, el labrador destrozó el entorno de manera intensiva. Miren fotografías del siglo XIX y observarán una Catalunya desforestada -con los árboles se hacía carbón-. Y todavía más: ¿quién se cargó el lobo? ¿Y el oso, que ahora se ha reintroducido para amargura de los ganaderos? Por lo tanto, el pixapins de estética anuncio Tarradellas, que confunden ecologismo con hacer de agricultor van por mal camino. La protesta general europea ha acabado en el momento en el que los manifestantes llegados a Bruselas se han entrevistado con la señora von der Leyen y esta ha retirado determinados pesticidas del proyecto de ley que regulará buena parte de la transición energética. No pasa nada, no hay que alarmarse y confrontar agricultores con ecologistas. La industria también fue enemiga del ecologismo y se ha adaptado a la realidad.
Entra, por lo tanto, esta transición energética en el camino del razonamiento lógico que tendrá que ser ejecutada causando el mínimo de estragos posible a la economía existente. Los amantes del "¡lo queremos todo verde, y ya!" que tienen como patrona a Santa Greta Thunberg tienen que empezar a entender que la transición energética no será gratis y que si quieren sumar activistas a la causa y, además, empezar a repartir justicia, lo mejor que pueden hacer es movilizarse para que todo el mundo pague más por los alimentos que consumimos cada día. Y los políticos tendrían que empezar a regular el consumo de productos agrícolas, poniendo trabas a todo aquello que no sea de proximidad -de paso, ayudarían al medio ambiente-.
"Las manifestaciones de estos días son un toque de alerta de un sector maltratado por el mercado, por el consumidor y por los políticos"
Las manifestaciones de estos días son un toque de alerta de un sector maltratado por el mercado, por el consumidor y por los políticos. Y por la historia, también. Tendríamos que reflexionar a fondo. Al fin y al cabo, casi todos nosotros venimos de agricultor.