La agricultura catalana no existe

Equivocarse es humano, corregir es de valientes y necesitamos gobiernos valientes

Tractor autónomo guiado per satélite | iStock
Tractor autónomo guiado per satélite | iStock
Barcelona
10 de Junio de 2022

Recién estrenado el film Alcarràs, en el colmo de la inoportunidad, el Govern de Catalunya ha aprobado el Decreto Ley 5/2022 de 17 de mayo que liberaliza aún más la aplicación de placas solares en suelo agrario y de una manera explícita, también, sobre las tierras de regadío y las tierras que están afectadas por proyectos de implantación de nuevos regadíos o de transformación de los existentes. ¿Por qué este cambio? En general, para dar más facilidades a la fotovoltaica, pero también, de forma explícita, para dar acceso seguro a todos los municipios y propietarios al pastel de la energía fotovoltaica. Se había detectado que algunos municipios (con mucho regadío) podrían quedarse fuera de las rentas del "fotovoltaicazo". Era necesario, por tanto, cambiar la ley y contentar a todo el mundo. La instalación de placas solares aporta ganancias a les haciendas municipales, aporta unas mejores rentas a los propietarios de suelo agrícola y da satisfacción a las empresas energéticas. En resumen, la fotovoltaica aporta en todas partes una suma de felicidades. Todo el mundo gana más dinero, tenemos más energía renovable y resolvemos el fuerte retraso en este tema. Todo parece bien encaminado.

O quizá no.  Por una parte Acatcor (Asociación de Comunidades de Regantes) y, por otra, Icea, Ipcena-Edc (entidad ecologista de Lleida) y Colegios Profesionales de Agrónomos, Ingenieros Técnicos Agrícolas y Comisión Agroalimentaria del Colegio de Economistas han hecho una declaración pública contundente. Con posterioridad a esta declaración, numerosas entidades vinculadas al territorio se han adherido. Son entidades que ya en su día expresaron su opinión contraria a laminar un recurso crítico como es el suelo agrario, pero los recientes cambios legales añadidos han despertado una renovada oposición. Su declaración señala: "Catalunya no puede perder más superficie agrícola para la instalación de energía fotovoltaica" y argumenta que "de alguna manera, se quiere resolver con urgencia el error de la falta de previsión, planificación y capacidad resolutiva de los poderes públicos con respecto a las energías renovables, con un nuevo error que, de continuar ejecutándose, terminará aumentando la dependencia alimentaria de nuestro país". La declaración señala el bajo grado de autosuficiencia alimentaria que tiene Catalunya y la necesidad de mejorarlo o, cuando menos, no empeorarlo. Se plantea como un problema estratégico de país que debe quedar por encima de intereses de cortas miras locales y particulares. La fotovoltaica no debe ser una herramienta de estrategia electoral como parece insinuar dicho decreto.

Para muchos de los diferentes actores del debate, los cuales representan sectores de opinión importantes, la agricultura no existe

La respuesta de la Administración ante el rechazo profesional y de entidades ciudadanas y ecologistas ha sido casi de chiste. La Administración, en síntesis, viene a decir que es cierto que se han elaborado unos decretos leyes que permiten destruir suelo agrícola en regadío (suelos que han precisado de inversiones millonarias y laboriosos trabajos de adaptación, de instalación del riego y financiaciones de todas las Administraciones) pero aconseja que la ciudadanía sea responsable en su aplicación. Más o menos: te lo dejo hacer, pero no lo hagas.

Todo ello ha removido el debate, que se ha expresado abiertamente en medios de comunicación y redes sociales. Se han expresado muchas ideas, todas legitimas y bien expuestas. Sin embargo, en el fondo del debate se observa que, para muchos de los diferentes actores del debate, que representan sectores de opinión importantes, la agricultura no existe. No hay mala fe, solamente lejanía, tópicos aprendidos y conceptos mal aprendidos, pero como fondo una conclusión: la agricultura no existe. Y si no existe, el suelo agrario se puede utilizar para otras finalidades. Intentaré explicarme mejor:

Empresas eléctricas

Las eléctricas no tienen ninguna contención sobre los suelos agrarios que dan facilidades más allá de los costes. Todo es terreno libre, no hay nada que merezca consideración. La agricultura no existe.

Medios de comunicación

Los medios de comunicación se han hecho bastante eco de este hecho, cosa que es de agradecer. Sin embargo, la pregunta insistente y repetida, en formato de extrañeza, ha sido: ¿dónde se pondrán sino? Es decir, no se ha visualizado que allí había algo (la agricultura) que impedía estas instalaciones y que habían clarísimas opciones alternativas.  La agricultura no existe.

Europa y el mundo

 Algunas opiniones hacen referencia a Europa o a la globalidad y tienen razón. Catalunya tiene un bajo grado de autosuficiencia alimentaria (cuenta con la mitad de tierra cultivada per cápita que Europa), aun así, ha articulado dentro del ámbito global un sistema alimentario moderno y eficiente.  Además, la pertenencia a la Unión Europea da un plus de seguridad en una hipotética situación crítica de abastecimiento. La agricultura catalana no es necesario que exista y con Europa y el mundo tenemos bastante.

La agricultura catalana no existe y si queda algo está en fase terminal

Estos argumentos son ciertos, pero la relativa seguridad que, por ejemplo, pueda dar Europa no puede desactivar los propios mecanismos de seguridad.  O dicho más llanamente, si todo el mundo pensara lo mismo, la crisis alimentaria estaría asegurada.

Población agrícola envejecida

Hemos oído: "tenemos una agricultura envejecida, tienen una media de edad superior a los 65 años". Es decir, por qué preocuparnos de la agricultura si son cuatro viejos que desaparecerán dentro de unos pocos años. La agricultura catalana no existe y si queda algo está en fase terminal.

Esta convicción de la edad avanzada de los agricultores se basa en un dato desenfocado que la Administración mantiene con la indiferencia de los agricultores. Intentaré explicarme. En todos los sectores medimos el empleo laboral por las personas dadas de alta en la Seguridad Social. En la agricultura las estadísticas cuentan propietarios y la propiedad suele abandonarse al morir, no al jubilarse.

Relevo generacional

Reforzando el argumento anterior se habla de un sector que no se renueva, en el que no hay relevo generacional.  Por lo tanto, si no hay relevo generacional, nuestra agricultura es casi un cadáver, es como si no existiera.

Cada vez más, nuestro sector agrario está gestionado por ingenieros, veterinarios y otros profesionales

Otra vez los argumentos están desenfocados. Hay relevo generacional, pero con menos explotaciones, existe un proceso creciente de modernización e integración. Este es un proceso vinculado a la modernización, la incorporación de innovaciones tecnológicas ensancha la dimensión mínima eficiente de las empresas agrarias, un hecho que impulsa la creciente integración.  Al mismo tiempo, se da una renovación profesional diferenciada que, en muchos casos, se desvía del epígrafe "agricultor" para incorporarse al de "servicios". Hoy, cada vez más, nuestro sector agrario es gestionado por ingenieros, veterinarios y otros profesionales.

Mala agricultura

Un argumento más contundente es que la nuestra es una "mala agricultura".  Por el contrario, existe otra agricultura "buena", modelo de sostenibilidad, formada exclusivamente por pequeñas explotaciones, sin ganadería intensiva, sin regadío, con sistemas tradicionales de cultivo y rehuyendo la tecnología moderna. En contraste, la "mala agricultura" , simplemente, no debería existir. Poco importa si la llenamos de placas solares.

Obviamente, la descripción de esta agricultura "buena" es una caricatura muy esquemática, pero, en la realidad, la agricultura “buena” probablemente no llega a producir en Cataluya ni el 5% de la producción final agraria. Los modelos románticos, bucólicos y esteticistas, todos respetables, pueden tener espacios viables con estrategias de diferenciación en segmentos de calidad, pero la tarea de alimentar a la población exige hoy una agricultura moderna, profesional y tecnológicamente cada vez más avanzada.  Una agricultura eficiente que pueda dar respuesta a la complejidad de la sostenibilidad alimentaria, en el sentido de que atienda los principios de la sostenibilidad, suficiencia (local o global) y asequibilidad para todos. En cualquier caso, los supuestos valores de una agricultura ideal no pueden ponerse de modelo contra la agricultura profesional, cada vez más sostenible, que hace posible que cada día nos llegue la comida al plato de nuestra mesa.

Atraso

Otra imagen es el atraso tecnológico. Es una imagen redundante sobre una agricultura que, salvo excepciones, no existe en la realidad. En cambio, a menudo se expone como expresión representativa de la agricultura real. Hemos visto algunas publicaciones que para ilustrar la agricultura usan fotografías de nuestros abuelos. Por tanto, según estas imágenes, la agricultura real no existe y la que supuestamente existe no tiene valor en el siglo XXI.

Hace años que muchos cultivos usan sistemas de producción integrada o de biocontrol, cuando no de producción ecológica

El atraso es un nuevo argumento hijo de la distancia o desconocimiento. Un nuevo falso argumento. Hace muchos años que los tractores catalanes están guiados por satélite, las granjas y los cultivos mayoritariamente usan sensores y biosensores, robots para la alimentación o para detectar diversas circunstancias de la producción, los regadíos eficientes están ampliamente extendidos y la agricultura de precisión está posicionándose rápidamente. Hace años que muchos cultivos usan sistemas de producción integrada o de biocontrol, cuando no de producción ecológica. El Gobierno de Catalunya creó en 1985 el IRTA, un centro de investigación agroalimentaria avanzado que, junto con los centros universitarios, garantiza el impulso de la innovación tecnológica al conjunto de la agroalimentación. No todo se ha hecho bien en la agricultura catalana. Por ejemplo, todavía falta mucho para concluir la modernización del regadío hacia la eficiencia y bajo, pero inteligente, consumo de agua y fertilizantes. Asimismo, se ha tardado mucho en dar respuesta al reto medioambiental de las deyecciones ganaderas. Pero hoy se está en un proceso, bien acompañado, de transformación en positivo de acuerdo con las exigencias y retos del momento actual.

El sector agroalimentario catalán fue considerado hace unos pocos años el segundo clúster agroalimentario de Europa por parte del Observatorio Europeo de clústeres

A pesar de "no existir" el sector agroalimentario catalán, fue considerado hace unos pocos años el segundo clúster agroalimentario de Europa por parte del Observatorio Europeo de clústeres ubicado en Estocolmo. Es el primer sector productivo de Catalunya, el segundo o tercero (según los años) sector exportador. Catalunya, carente de suelo agrícola suficiente y con poca agua, ha tenido que articular el sistema alimentario muy dependiente del mercado global. Sin embargo, ha sido una estrategia de éxito económico y social que ha mantenido vivas las áreas rurales. Pero todo el engranaje de este amplio sector tiene los pies de barro por ser una agricultura insuficiente. Hacerla más insuficiente no tiene ningún sentido. Y si esta opción de destrucción de suelo agrario proviene de la propia Administración Pública, hay que decirlo, es un acto grave de irresponsabilidad.

Una serie de instituciones profesionales y ecologistas están advirtiendo con rigor y argumentos que se está tomando un camino equivocado. Hay que escucharlas y evitar justificaciones ingenuas que nos hacen enrojecer cuando las sentimos. No es momento de convertir la transformación energética en una herramienta para "ganar amigos" con un reparto de rentas por todas partes sin otro sentido posible que el propio interés y la expectativa electoral. La transformación energética es un reto de futuro, no una financiadora. La agricultura es un recurso crítico de nuestro país. Es hora de corregir por el bien de todos. Es el momento de hacer un "reset" y tomar nuevas decisiones desde la perspectiva de una planificación estratégica a largo plazo. Equivocarse es humano, corregir es de valientes y necesitamos gobiernos valientes.