El siglo XXI lo empezamos en pleno despliegue de tresgrandes revoluciones tecnológicas: la bioeconómica, la biotecnológica y la digital. Las tres tienen sus raíces en el siglo XX, pero es en el siglo actual que, a diferentes ritmos, se están introduciendo en el conjunto de los nódulos de la economía global. Las tres opciones tecnológicas jugarán un rol esencial en la necesaria respuesta a los retos actuales en el ámbito de la sostenibilidad medioambiental y en la atención de las demandas críticas de la alimentación y la salud, en el seno de un escenario de escasez de recursos.
Ceñidos en el ámbito agroalimentario, la biotecnología nos permite avanzar en el mundo de la sanidad agrícola, ganadera o piscícola, en la mejora en calidad y productividad de los cultivos o de los rebaños y nos permite elaborar nuevos productos alimentarios con nuevas propiedades, de inferior impacto ambiental. Por su parte, la bioeconomía nos aporta un cambio cultural necesario y el redescubrimiento del mundo biológico como gran fuente de soluciones en el seno de la economía circular. En tercer lugar, la revolución digital se enfoca a la automatización, a la precisión y a la simplificación de procesos.
Las tecnologías de la información y la comunicación han sabido unir, de manera simbiótica, cuatro poderosas herramientas que trastocan completamente el mundo precedente. Por un lado, el uso de la velocidad de la luz a través de la electricidad y de las olas electromagnéticas. En segundo lugar, el desarrollo de la electrónica, siempre capaz de poner la base física en la computación.
La bioeconomía nos aporta un cambio cultural necesario
En tercer lugar, la informática con la tarea de ordenar y organizar la información de las computadoras u ordenadores hasta el diseño de programas y estructuras de la información con algoritmos complejas, con funciones de autoaprendizaje y decisión en el seno de la llamada inteligencia artificial. En cuarto lugar, las nanotecnologías capaces de poner, en un pequeño espacio, cantidades ingentes de información. En resumen, velocidad, inteligencia de procesos y capacidad de almacenamiento para relacionar y gestionar información compleja.
Una realidad ya presente en nuestra casa
El mundo digital es una realidad presente en la agricultura catalana y española. No estamos hablando de una propuesta futura. Un primer dato, curioso, pero a la vez impactante, lo ofrece la Cooperativa de Guissona, que compró un ordenador IBM en 1969. En aquellos momentos solamente lo tenían bancos y compañías de seguros y alguna gran empresa.
La gestión de las empresas agrarias ya hace muchos años que se lleva desde el ordenador con programas diseñados ad hoc. Hace muchos años que los tractores del siglo XXI son conducidos por GPS, el volante va solo y el conductor, desde una pantalla, puede definir las áreas sobre las cuales tiene que actuar y corregir situaciones imprevistas.
Cada vez, más granjas del siglo XXI están dotadas de diferentes sensores sobre las condiciones de bienestar y crecimiento de los animales, además de cámaras de vídeo que desde la distancia del móvil del granjero puede observar las condiciones y el estado de la granja. Las vacas de granjas lecheras modernas llevan biosensores incorporados al animal para conocer el momento en que la vaca entra en celo, facilitando y acortando el tiempo de una nueva gestación.
En ganadería extensiva, muchas vacas llevan localizadores digitales que facilitan su control en prados y pastos, a menudo muy amplios. En fin, esto es una pequeña muestra de lo que ya hay. Estamos hablando de tecnologías presentes. Un camino, aun así, que hace falta que se extienda con objetivo de aprovechar al máximo sus potencialidades.
Los datos en el mundo de la agroalimentación
El espacio digital nos abre las puertas a una nueva dimensión de los datos (big data). Son datos que, adecuadamente gestionados con modernos sistemas de información, nos permiten mejorar las tomas de decisión sobre la producción, sobre las estrategias de futuro, sobre la gestión empresarial, sobre la organización eficiente de los procesos de transformación y distribución o sobre la trazabilidad de los alimentos. Información para los empresarios agrarios, los elaboradores de políticas, investigadores o los servicios de innovación.
La gestión de los datos en el mundo de los alimentos es especialmente compleja, dado que se refiere a organismos vivos. Los factores que afectan las necesidades de la planta o el animal son extraordinariamente amplios y cada concepto tiene una variabilidad difícil de acotar, además de las posibles interrelaciones entre las diferentes variables.
La gestión de los datos en el mundo de los alimentos es especialmente compleja
En el mundo agroalimentario hay que tener presentes los condicionantes ambientales de diferente orden, las características de la especie y variedad, los diferentes requisitos nutricionales, la complejidad del proceso de reproducción y el crecimiento, los condicionantes económicos y hasta un largo etcétera imposible de incorporar en este texto. Pero la transformación digital es capaz de alcanzarlo y convertir esta información con herramientas para la mejora y la gestión segura y eficiente.
La agricultura y la ganadería de precisión
Para la gestión de esta complejidad se cuenta con las herramientas más avanzadas de inteligencia artificial, con el apoyo de herramientas de la sensórica y biosensórica, de la robótica y de la teledetección. Estas nos permiten dar el paso a la agricultura y ganadería de precisión.
Los objetivos, en este caso, son, por un lado, la eficiencia y, de la otra, la minimización de los recursos (agua, fertilizantes, herbicidas o inputs veterinarios) y, consecuentemente, la minimización de los impactos sobre el medio verso una producción más sostenible. Efectivamente, la eficiencia suele formar pareja con la sostenibilidad al reducir los impactos indeseables.
Se señalan a continuación algunos ejemplos, de los múltiplos posibles, sobre las aplicaciones de la agricultura y la ganadería de precisión:
· Tractores programados y autodirigidos por GPS: Nos hemos referido antes como una realidad ya muy generalizada. Las funciones, por ejemplo de siembra, se hacen con un detalle milimétrico, formando hileras perfectas con separaciones iguales, de acuerdo con los óptimos requeridos para el crecimiento de las plantas y sin duplicaciones en el trazado. (Cuando se produce un encabalgamiento de filas, provocadas por la complejidad del terreno, el programa deja de actuar) Todo ello supone un ahorro de semilla y un óptimo de productividad.
· Sistemas integrados de regadío eficiente y fertirrigación: Desde un sistema experto se controlan un conjunto de sensores sobre el suelo, biosensores sobre las plantas, teledetección sobre el estado de los cultivos y datos climáticos. A partir de estos múltiples datos, el sistema informático puede sugerir o actuar directamente en la programación precisa de los inputs productivos tales como el agua y fertilizantes, aportados desde modernas redes de regadío. Con ahorros importantes de agua y otros inputs.
· Monitorización individual de la alimentación en la granja: Ajustando la cantidad y el tipo de alimentación a las características diferenciales del ciclo de crecimiento del animal y, incluso, características específicas del mismo animal. Con impactos positivos en bienestar animal, crecimiento en calidad y productividad y con una reducción de deyecciones como resultado de una dieta ajustada.
· Detección automática de dolencias: Con sensores apropiados y formas de teledetección que permiten actuar a tiempo para dar solución.
· Sistemas automáticos de control térmico y ambiental en las granjas: Con el objetivo de ajustar las variables de acuerdo con el conjunto de informaciones de gestión.
· Teledetección del estado fenológico de plantas y pastos: Desde esta información se puede gestionar, de manera más eficiente, la organización de los espacios de pasto.
¿Costes y ganancias, esto quién lo paga, quienes se benefician?
El despliegue de la transformación digital a la agricultura verso la precisión dependerá, en primer lugar, de un balance económico positivo entre, por un lado, el coste de implantación y de uso de los nuevos sistemas digitales y, por otro lado, el ahorro que suponga en recursos o ingresos adicionales por los incrementos de productividad.
Aun así, en todos los casos, hay que considerar también el balance medioambiental mesurado en menos agua consumida, menos inputs químicos potencialmente contaminantes utilizados o menos deyecciones emitidas. En este sentido, se tendrían que definir adecuadamente los beneficios públicos derivados que tendrían que ser asumidos por el sector público, en cuanto que son representantes del conjunto de beneficiarios. La precisión en la agricultura y la ganadería frente la sostenibilidad sí que importa a la sociedad.
¿Estamos preparados para la transformación digital en la agricultura?
Tal como se ha expuesto es un proceso en que ya se está inmerso. Los cambios se están produciendo de años acá. Aun así, hay un conjunto de factores que tienen que facilitar la aceleración y la eficacia del proceso transformador. Haría falta, en primer lugar, que este proceso de cambio fuera asumido por todas las partes, es decir, la sociedad, su sector público y el sector agrario. Y en este aspecto estamos todavía muy lejos.
En este sentido, haría falta un mejor conocimiento sobre la realidad y la necesidad de la transformación agraria, así como de los beneficios medioambientales y de los objetivos de modernización. Haría falta una planificación estratégica adecuada que ponga números y plazos concretos en la vía transformadora. Habría que reforzar la dimensión de las empresas agrarias desde la cooperación, preferiblemente, u otras fórmulas que permitan abordar los cambios con capacidad económica y productiva.
Habría que reforzar la formación en los sistemas digitales
A la vez, habría que impulsar aplicaciones de bajo coste con las funcionalidades básicas con objeto de facilitar el acceso a empresas de menor dimensión, los sistemas digitales tienen una gran capacidad de adaptación. Habría que reforzar y reorientar los sistemas de R+D y de innovación (IRTA y universidades), los cuales tienen que poder acompañar las empresas agrarias frente estos cambios.
Habría que reforzar la formación en los sistemas digitales, reforzando a la vez la confianza con las nuevas herramientas. Habría que apoyar a las empresas, algunas son startups, que están diseñando aplicaciones concretas en los objetivos de la agricultura y ganadería de precisión. Finalmente, haría falta, imprescindiblemente, garantizar el acceso a internet con la máxima calidad en todo el territorio.
Mucho trabajo, pero hay que hacerlo para garantizar unos sistemas alimentarios sostenibles.