El alcalde Pasqual Maragall decía a finales de los 90 que el Parc de Collserola era el Hyde Park de Barcelona, dando a entender que Barcelona no acababa en este parque sino que era la bisagra entre dos espacios que conformaban una realidad única. Maragall tenía una visión avanzada del concepto metropolitano e hizo pasos importantes en esta dirección por religar el territorio; tenía claro que más allá de Collserola había vida inteligente y formaba parte de un todo más grande que la ciudad de 1,6 millones de habitantes. Barcelona se tenía que repensar en clave de 5 millones de habitantes. ¿Cómo es que 30 años más tarde hemos avanzado tanto poco en desarrollarlo? Probablemente por falta de una visión compartida por parte de las entidades económicas y sociales barcelonesas, de su Ayuntamiento y de algunos municipios del Vallès a los que cuesta concretar y consensuar el nuevo e imprescindible modelo metropolitano del siglo XXI. Tan cerca y tan lejos a la vez.
Estoy convencido de que los barceloneses, cuando levantan la vista , todavía no han superado la barrera física de los 516 metros de altura de la sierra de Collserola y lo que es más grave, la barrera mental que han levantado y que no les deja entender que forman parte de un todo territorial mucho más rico y variado de lo que creen y que el no resolver este diseño metropolitano nos penaliza a todos, a los que vivimos al este y al oeste del Parque.
Estoy convencido de que los barceloneses, cuando levantan la vista, todavía no han superado la barrera física de los 516 metros de altura de la sierra de Collserola
¿Qué pasaría si allanáramos Collserola? Más allá del coste económico y ambiental que supondría, creo que tomaríamos conciencia de, como mínimo, 10 importantes oportunidades que se abrirían en la ciudad de Barcelona, en primer lugar, y en el conjunto de la Región Metropolitana después:
1-Entenderíamos que no tenemos que pensar solo en clave de un Área Metropolitana Frankenstein falta actualmente de sentido, sino que hay que estructurarnos también en clave de Región Metropolitana. Aunque algún lector no se lo crea, todavía hay muchos representantes institucionales y políticos que confunden el área con la Región o lo que es más grave, si tenéis la oportunidad, preguntadles la diferencia bajo riesgo de sufrir algún infarto.
2-Si desde Barcelona viéramos la Mola, sería más fácil hacernos nuestra la escala 5 millones de habitantes y podríamos pensar cómo vertebrar la escala 7 millones de habitantes que ocupan el 70% del territorio catalán. Podríamos pensar cómo vertebrar los siete ámbitos metropolitanos que tiene el país (definidos por el instituto Cerdà) y hacerlo no en coronas desde la ciudad de Barcelona sino con escalas, religadas neuronalmente entre todas ellas para potenciarlas y evitar despoblación. Un concepto más moderno, justo y equilibrado que generaría un win-win con la capital.
3-A buen seguro se haría evidente que los supuestos problemas de vivienda de Barcelona se desvanecerían, puesto que veríamos las potencialidades de suelo y la calidad de vida de muchas poblaciones del margen izquierdo del Parque de Collserola que en 40 minutos y con un mejorable, pero eficiente modelo de movilidad ferroviaria, nos transporta al centro de la capital. Seguramente menos tiempo que el que necesitan actualmente los barceloneses para cruzar la ciudad.
4- Podríamos planificar el urbanismo y la movilidad integral a una escala más grande generando eficiencias de todo tipo: ambientales, sociales, económicas y de inversiones.
Podremos tomar conciencia de que esta Región es el polo industrial más importante en el sur de Europa y que hay que cuidarlo. Que tenemos que planificar el urbanismo industrial en clave metropolitana y no local
5-Barcelona descubriría que a 25Km de la Plaza Catalunya y más allá del Parque Agrario del Baix Llobregat, la Región Metropolitana también tiene en el Vallès un Parque Agroforestal más grande que el del Baix y que puede ser una gran reserva biológica y de abastecimiento de alimentos Km0 si la potenciamos.
6-Visualizar y entender el territorio metropolitano nos ayudará a no hablar más de anillas verdes y hablar más de corredores verdes entre los Parques que nos rodean. No creo que los animales que conviven con nosotros prefieran dar vueltas por las anillas y seguramente preferirán desplazarse por corredores que les amplían los ecosistemas y los garantizan mejor su supervivencia.
7- Teniendo Collserola como bisagra nos modificará el mapa turístico de Barcelona e incluirá las Iglesias Visigóticas de Terrassa, el Museo de Paleontología Miquel Crusafont de Sabadell, las termas de Caldes o la Porxada de Granollers. Tendremos más oferta conjunta y seremos más atractivos para el turismo cultural.
8-Podremos tomar conciencia de que esta Región es el polo industrial más importante en el sur de Europa y que hay que cuidarlo. Que tenemos que planificar el urbanismo industrial en clave metropolitana y no local. Que no puede ser que cada municipio haga polígonos, y que la especialización industrial, la modernización de la oferta de naves industriales y los equipamientos e infraestructuras de movilidad vinculadas a estas áreas tienen que tener una coherencia.
El problema no lo tenemos con la altura física del precioso Parque de Collserola sino con la altura de nuestra barrera mental que hay que derrocar con urgencia por el bien de todos
9-Cuando viéramos la extensión total que ocupamos entre todos los 5 millones de habitantes que vivimos en la Región y la complejidad de gobernar un espacio humano y físico tan grande nos podríamos plantear crear nuevos espacios de gobernanza, dadno más competencias al área del Maresme, del Baix Llobregat y del Vallès, como una deriva lógica para generar una mejor planificación territorial y poder resolver muchos de los problemas actuales.
10-Barcelona se creería metrópolis global y se presentaría a el mundo con su escala real de forma desacomplejada para competir con las otras grandes metrópolis del mundo.
Cuántos cambios y qué revolución supondría allanar Collserola y mirar el territorio con unos nuevos ojos. Todo se haría más evidente y no sería una lucha permanente por intentar convencer a nuestros gobernantes y a la sociedad en general de la necesidad de promover estos cambios, pero, a estas alturas del artículo, podremos convenir que el problema no lo tenemos con la altura física del precioso Parque de Collserola, sino con la altura de nuestra barrera mental que hay que derrocar con urgencia por el bien de todos.