• Economía
  • Andreu Mas-Colell, el activista del 68 que ha revolucionado la investigación

Andreu Mas-Colell, el activista del 68 que ha revolucionado la investigación

El exconseller que podría ser Premio Nobel de Economía

L'exconseller y catedrático Andreu Mas-Colell
L'exconseller y catedrático Andreu Mas-Colell
Barcelona
09 de Diciembre de 2021

Detrás de una mirada cansada, pero interesada y de una media sonrisa socarrona, pero compasiva se esconde la personalidad del único catalán que el mundo (académico) mira, en medio del procés que acompaña desde hace años nuestras vidas.

A pesar de que él lo niega, mucha gente piensa que Andreu Mas-Colell habría podido ser Premio Nobel de Economía, pero que, en cambio, decidió volver a casa para impulsar una investigación de alto nivel internacional, acabó asumiendo responsabilidades políticas dentro del gobierno y ahora se enfrenta al riesgo de quedar medio arruinado tras "haber sido el conseller más rico de Artur Mas", debido a la persecución del Tribunal de Cuentas. Un hecho que ningún medio de comunicación antiindependentista ha osado todavía atribuir en una supuesta falta de criterio por su parte, pero que parece flotar en la tesitura implícita de sus textos, aun así respetuosos con su figura.

Por qué, ¿es posible no respetar la figura de un "español" que es capaz de recibir la solidaridad de 53 economistas de reconocida excelencia internacional, entre los cuales figuran 30 Premios Nobel? ¿Es posible no hacerlo con un científico que abandona en pleno esplendor de su carrera universitaria una cátedra en Harvard para venir a ayudar el país a recuperar su talento expatriado?

Amat: "El profesor Mas-Colell es la persona más inteligente que he conocido nunca"

Según Oriol Amat, actual rector de la Universitat Pompeu Fabra, el profesor Mas-Colell "es la persona más inteligente que he conocido nunca". Una inteligencia que se empezó a desvelar en pleno franquismo, cuando todo universitario mínimamente comprometido militaba en el PSUC, partido comunista catalán de referencia, o colaboraba a título personal o en nombre de alguna otra organización minoritaria de oposición al Régimen. Hay que recordar que Convergència Democràtica no fue fundada hasta el 17 de noviembre de 1974, y el PSC (PSC-PSOE), hasta el 16 de julio de 1978. Esquerra Republicana y Unió Democràtica existían, pero vivían bajo mínimos.

Además del PSUC, Andreu Mas-Colell también militó en el Sindicat Democràtic d'Estudiants de la Universitat de Barcelona (SDEUB) donde adquirió un mayor protagonismo, pero también una mayor visibilidad a ojos de la Brigada Político Social de la Policía franquista, a consecuencia de la cual fue expedientado y expulsado de la Universitat de Barcelona, teniendo que acabar la carrera en Bilbao.

Pasados los años, aquel joven con greñas de aspecto descuidado y tendencia hippy, coherente con los cánones universitarios de la época, muestra un currículum envidiable como uno de los más respetados titulares de la cátedra de Economía Louis Berkman de la Universidad de Harvard; editor de Econométrica, que es una de las principales revistas científicas de economía del mundo; exsecretario general del Consejo Europeo de la Investigación, y sobre todo coautor de Microeconomic Theory, escrita con los profesores Michael Whinston y Jerry Green, que ahora es un manual de referencia en todas las universidades del mundo.

Mas-Colell ingresó en la Universidad barcelonesa de finales de los años 60 con tantas ganas, o más, de hacer activismo político como  estudiar Económicas

Y también es miembro de la National Academy of Sciences, miembro extranjero electo del American Economics Association y doctor honoris causa por la Universidad de Chicago. Entre sus numerosos premios, figura el Rey Juan Carlos I de Economía del año 1998. El año 2005 pasó a ser miembro del Institut d'Estudis Catalans. También ha sido miembro del consejo asesor de la Fundació de Estudis Jordi Pujol y en julio de 2021 fue nombrado vicepresidente de la asociación Barcelona Global.

Los años de activismo universitario

De hecho, Mas-Colell ingresó en la Universidad barcelonesa de final de los años 60 con tantas ganas, o más, de hacer activismo político como de estudiar Económicas. Hijo único de un empresario de éxito, apolítico, y de una madre muy politizada, el futuro conseller se dormía esuchándo la historia de Catalunya en vez de los cuentos que el resto de madres del mundo leían a sus pequeños. Una señora conservadora y muy catalanista que de joven había trabajado en el Institut de la Dona y que después de la guerra tuvo que trabajar rodeada de falangistas en la Junta de Obras del Puerto, a quienes tuvo el consuelo de oir decir que "Companys se había enfrentado a la muerte con mucha dignidad".

Con este bagaje, en primero de Económicas, cuando apenas tenía 18 años, Mas-Colell ya militaba en el PSUC, donde el editor Xavier Folch lo tuteló, siempre pendiente de no perder ningún curso para poder acabar la carrera cuanto antes mejor y formarse en alguna Universidad anglosajona, como por ejemplo, Londres. Pero finalmente, su destino no fue Londres sino Minnesota, en el estado norteamericano de Wisconsin, donde coincidió con otros estudiantes catalanes y españoles, los "minesotos", con los que todavía mantiene una buena relación. Antes de ir, y sin poder hacer milicias debido a su expediente policial, tuvo que hacer dos años de mili en el cuerpo de Marina, que como todo el mundo sabe tiene su sede principal en Madrid. Una "tarea" que compaginaba con la cátedra del profesor Ángel Rojo, donde pasaba las tardes aprendiendo y trabajando.

Llegado a los Estados Unidos, Mas-Colell se convirtió en un inmigrante de aquellos que se añoran siempre de la tierra que uno deja atrás y se casó con Esther Silberstein, una estudiante chilena de Berkeley, con quien organizaba encuentros periódicos en el salón y en el jardín de su casa, con estudiantes catalanes y españoles que le ayudaban a mantener el contacto con la realidad del país que había dejado atrás. Entre ellos, el profesor Jordi Galí, actual director del Centro de Investigación en Economía Internacional (CREI) vinculado a la Pompeu Fabra, que todavía recuerda aquel día que se lo encontró casualmente en una calle de Cambridge. Galí llevaba un ejemplar de The Economist bajo el brazo, el profesor sabía que el diario había publicado una entrevista con Jordi Pujol, el diario cambió de manos y el estudiante tuvo que esperar diez minutos de pie a que el profesor acabara de leerla y volviera a la realidad. "Siempre tuvo mucho interés por la política", asegura. "Pero yo pienso que lo perdimos demasiado pronto para la Economía".

Cuando Mas-Colell aterrizó en California, la sociedad yankee estaba intentando metabolitzar movimientos como los de los Black Panthers o los Chicago Seven. Y mientras los sublevados del mayo francés todavía buscaban la playa bajo los adoquines, los estudiantes de Berkeley -auténtica cuna de la contracultura y del movimiento hippy internacional- leían Hal Draper, John Kerouac o Allen Ginsberg, impulsaban el Free Speech Movement, llenaban el espacio público de protestas contra la guerra del Vietnam, o celebraban elecciones presidenciales con el cerdito "Pigasus, el inmortal", especialmente invitado a Chicago para ser proclamado primer mandatario del país. Fue en plena convención del Partido Demócrata americano del año 1968.

De aquella época californiana, Mas-Colell recuerda sobre todo, una manifestación ante el consulado español de San Francisco con motivo de la ejecución de Salvador Puig Antich, organizada a medias con Manuel Castells, actual ministro de Universidades del Gobierno español, que entonces también hacía de profesor en Berkeley, y la organización de un concierto de Joan Manuel Serrat, que en aquella época vivía exiliado en México, en una iglesia de San Francisco atestada de activistas de todo tipo. Con la recaudación obtenida, él y su mujer hicieron dos montones: uno para ayudar a los represaliados de Chile y el otro para enviar directamente a la hucha de resistencia de Comisiones Obreras de Catalunya.

La huella del SDEUB: del estudio a la gestión

Una vez acabada la carrera de Ciencias Económicas, el futuro profesor se fue a hacer el doctorado a la Universidad de Minnesota y trabajó como profesor en Berkeley (California), entre 1972 y 1981, y en Harvard (Massachusetts), hasta que en 1995 volvió a casa para hacer de profesor en la Universitat Pompeu Fabra, de la que fue miembro de la primera comisión gestora. Aquel nombramiento tuvo su origen en un artículo publicado en La Vanguardia en el que Mas-Colell expresaba desde los Estados Unidos la necesidad de crear una nueva Universidad pública enfocada a la investigación y la transferencia de conocimiento. Un artículo que había leído con bastante interés el profesor Enric Argullol, futuro primero rector de la UPF, que lo puso en contacto con Jordi Pujol. La amistad de Argullol y Mas-Colell data de su militancia compartida en el SDEUB y de su participación conjunta en la célebre Caputxinada de 1966.

Amante de los sombreros, y gran bebedor de café y coca-cola con hielo, cree con firmeza que el futuro solo será posible si conseguimos un buen ecosistema social

¿Pero que hace un profesor de Berkeley (y Harvard) de los años 70 en la administración pública catalana del siglo XXI? Los orígenes estudiantiles de Barcelona a partir de finales de los años 60 y comienzos de los 70, se desarrollaron en un ambiente mucho más represivo, pero tanto o más revolucionario que en la Sorbona francesa, los campus universitarios americanos o la plaza de las Culturas de la ciudad de México, donde los jóvenes revolucionarios buscaban un nuevo orden alejado de las convenciones y perversiones del Establishment y de la hipocresía social.

Según Mas-Colell, para volver a casa, un inmigrante tiene que tener un propósito y cumplir tres requisitos. El propósito consistió en querer pasar de la teoría a la práctica y del estudio a la gestión. Para hacerlo, hacía falta que la familia estuviera de acuerdo, tener un proyecto claro de futuro y tener la vida mínimamente asegurada. Tres condiciones que, con una mujer tanto o más independentista que él, unos hijos absolutamente cosmopolitas y un rinconcito ganado a pulso, añadido a la herencia recibida del padre, hicieron que la vuelta fuera posible.

Su salto a la administración pública fue el mes de abril de 1999, cuando tenía 54 años y fue nombrado Comisionado para Universidades e Investigación. Una responsabilidad que logró el grado de conseller, cuando en abril del año 2000 el presidente Pujol Ie encomendó el Departament d'Universitats, Recerca i Societat. Cargo que repetiría en 2010, cuando Artur Mas lo nombró conseller de Economia, Investigació i Societat del Coneixement del Consell Executiu de la Generalitat, en un momento en que el país y el mundo, pasaban una de las peores recesiones económicas de las últimas décadas. Estuvo ahí hasta enero de 2016. Un periodo de tiempo que el Tribunal de Cuentas investiga para recuperar un hipotético dinero público "malversado" por la Generalitat en la promoción internacional del procés entre 2011 y 2017.

Amante de los sombreros, y gran bebedor de café y coca-cola con hielo (no soporta que le pregunten si el café lo quiere "solo"), cree con firmeza que el futuro solo será posible si conseguimos un buen ecosistema social en el cual la Investigación, la Universidad y la Empresa dispongan de una buena red de canales comunicantes que les permita crear y transferir conocimientos para avanzar hacia el futuro. De hecho, una formulación un poco más desarrollada que la vieja "colaboración público-privada" que durante años han ido proclamando nuestros líderes sociales y políticos.

Las herramientas del profesor

Todo empezó en 2001, con la fundación de la Institució Catalana d'Investigació i Estudis Avançats (ICREA) impulsada por Andreu Mas-Colell, que se había marcado la misión de atraer talento internacional a los centros de excelencia en materia de investigación que pretendía crear. Un par de años antes, el presidente Pujol le había nombrado Comisionado de Universidades e Investigación. Hoy en día, Catalunya está reconocida como una potencia científica, con grandes universidades y centros de investigación, como el Barcelona Supercomputing Center o el sincrotrón ALBA, donde trabajan investigadores de élite reconocidos internacionalmente y el país ocupa la cuarta posición, detrás de Suiza, Israel y Holanda, en materia de captación de ayudas del Consejo Europeo de Investigación, habiendo conseguido el 56,6% del total de subvenciones concedidas en toda España.

Catalunya ha podido dotarse de centros de excelencia como el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO), el Centre de Regulació Genòmica (CRG), l'Institut de Recerca Biomèdica (IRB) o l'Institut Català d'Investigació Química (ICIQ)

Hoy en día, ICREA, una institución destinada a superar las limitaciones laborales y burocráticas de la administración y situar el país en la vanguardia del I+D+i europeo, ha conseguido que alrededor del 60% de los recursos europeos concedidos en toda España sean para proyectos catalanes y que la investigación catalana haya logrado la condición de excelente a ojos del mundo universitario internacional. Cosa que se concreta en el hecho de haber atraído y retenido 250 investigadores de primer nivel, de los cuales hay un 60% de extranjeros mayoritariamente repatriados de los Estados Unidos.

El tipo de contrato que se ofrece es indefinido, pero está sometido a evaluaciones periódicas, cada tres o cinco años, que ofrecen mejoras salariales asociadas a estas valoraciones, basadas en el sistema anglosajón del accountability (compromiso, proactividad y responsabilidad). Esto hace que el Institut funcione por objetivos, de manera más ágil y muy diferente de como se organizan las administraciones públicas, pero también implica el riesgo de hacer una inversión económica real, estimada en unos 20 millones de euros anuales en salarios, no tan exagerada como podría parecer si tenemos en cuenta que sirve para captar 60 en las convocatorias europeas para hacer investigación.

De este modo, Catalunya ha podido dotarse de centros de excelencia cómo el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO), el Centre de Regulació Genòmica (CRG), l'Institut de Recerca Biomèdica (IRB) o l'Institut Català d'Investigació Química (ICIQ), que funcionan con financiación pública, pero como lo harían las empresas privadas más avanzadas. Un modelo de éxito que los países del este quieren imitar, siguiendo los consejos de la misma OCDE. Un modelo que, según explica el director del IRB, Joan Guinovart, permite a Catalunya superar los esquemas de los centros españoles del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de funcionamiento más rígido, el escalafón y el Boletín Oficial del Estado (BOE). Un sistema público protegido y basado en la igualdad de oportunidades, la meritocracia, el liderazgo y la excelencia profesional, más que en los trienios y las oposiciones. Un sistema, financiado al 100% por la Generalitat de Catalunya, que considera los fondos que maneja como una inversión y no como un gasto.

Un sociovergente en el país que no sabe llover

Políticamente, Mas-Colell, que en el fondo se considera sociovergente, se inició como independiente en la administración e incluso en el Govern, y sostiene la teoría, ya expresada por Raimon en una de sus canciones más conocidas, que dice que:

Al meu país la pluja no sap ploure

O plou poc o plou massa

Si plou poc és la sequera

Si plou massa és la catàstrofe

Un pensamiento ya incluido en el anecdotario de Josep Pla, cuando se quejaba del frío que hacía en Barcelona, e invocado, muchos siglos antes, concretamente en el siglo XV, cuando el cronista Melcior Miralles hablaba de "les espantables aigües" que cayeron en Valencia entre diciembre de 1475 y enero de 1476. Con la diferencia que Mas-Colell ha cambiado el concepto "lluvia" por el concepto "política". "Mi país no sabe hacer política" se resigna, lamentando las luchas intestinas entre partidos independentistas y la incapacidad de los catalanes para pararse y pensar un poco y sin cargas emocionales, sobre lo que ha pasado, lo que está pasando y lo que puede llegar a pasar.

Partidario de negociar con el partido socialista y de ayudarlo a seguir gobernando España, Mas-Colell también destaca por no haber sido atacado por los fundamentalistas más radicales de su entorno, tal vez paralizados por el mismo motivo que los unionistas: porque a un señor catedrático, forjado en las batallas del 68 y admirado por 30 premios Nobel que le apoyan, y forjador de una política científica capaz de resistir cambios de gobierno como el del Tripartit respecto a la larga marcha pujolista, no se le puede venir con "tonterías".

Como diría Pla, aquel que decía todo aquello de la lluvia.