Paro, teletrabajo y miedo al contagio. Algunos de los efectos que nos deja la crisis del coronavirus durante los dos meses largos de confinamiento. Nos ha tocado adaptarnos a unas nuevas formas de vida, especialmente en las ciudades con una mayor densidad de población. Con estas condiciones ha aflorado con más fuerza el individualismo colectivo, intentar salvarse un mismo.
Según un informe hecho público por el gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, la previsión de caída del PIB local se podría situar en un término medio del 8,9%. Los sectores como la construcción, el turismo y el comercio serán los principales perjudicados, llegando a una previsión de caída de este último del 15,4%. Son datos que nos avisan que algo se tiene que hacer con estos sectores, y que hay que actuar pronto.
"Según un informe del Ayuntamiento, la previsión de caída del PIB local seria del 8,9% y la construcción, el turismo y el comercio serán los principales perjudicados"
En las últimas tres décadas, Barcelona ha apostado por una economía diversificada, resultando una ciudad de cultura, conocimiento, creatividad, innovación y bienestar.
En la época de los Juegos Olímpicos había un proyecto: situar Barcelona en el mundo con una identidad, una cultura y una historia propia. La ciudad se abría al mar, se construía un frente litoral y se mejoraban infraestructuras básicas como el puerto o el aeropuerto.
La planificación urbanística de nuevos barrios como la Villa Olímpica, las Rondas... también fueron actuaciones que cambiaron la ciudad. Era el momento del urbanismo, pero también de la apuesta por el deporte de base, la promoción de la cultura, en definitiva, para generar una mejor calidad de vida a la ciudadanía. Todo esto fue posible gracias a una sociedad civil, unas asociaciones y entidades vecinales organizadas.
Posteriormente, se creyó también en las nuevas tecnologías. No hay progreso social sin progreso económico. Era el momento de proyectar una economía diversificada, ser un hub referente en emprendeduría digital y startups de primer nivel. El 2006, Barcelona acoge por primera vez Mobile World Congress, años más tarde resultaría la capital mundial del móvil. Aflora un ecosistema digital que se beneficia de este gran acontecimiento, y nace la asociación Barcelona Tech City para canalizar el espíritu emprendedor de la ciudad.
Su área metropolitana y sus 36 municipios también han aportado un valor muy importante en un territorio de 3,3 millones de habitantes. Lo conforman municipios con una identidad propia y a menudo competidores. Esta es la riqueza del área metropolitana, gracias también a una prestación de servicios de calidad, especialización en la investigación, la biomedicina o la creación de un importante tejido empresarial y tecnológico en Sant Cugat del Vallès. Un territorio con un marco legislativo cómo es la ley del área metropolitana, que se aprobó en el Parlament y que algún día habrá que revisar. Se calcula que el 2050, el 75% de la población mundial vivirá en las grandes metrópolis.
A pesar de todo, la pandemia nos cambia los hábitos y nuestras maneras de hacer. La globalización entra en crisis y aflora una tendencia hacia el pensamiento local y de proximidad. Nos obliga a repensar cómo queremos que sean las ciudades del futuro, y como hacer compatible su densidad con hacerlas más humanas, donde el bienestar y la calidad de vida sigan siendo posibles.
Invertir en sectores estratégicos
Será clave invertir en sectores estratégicos como la salud, la I+D, la logística, la ciencia, la industria, la educación, la alimentación y las nuevas tecnologías, creando nuevos modelos de gobernanza a través de los consorcios y de la colaboración público-privada. La Fira, Turismo de Barcelona, el Puerto o el Macba han sido ejemplos de este modelo de éxito compartido. En mi opinión, y para hacerlo posible, Barcelona necesita un nuevo plan, una hoja de ruta de ciudad 2020-2040.
"La Fira, Turismo de Barcelona, el Puerto o el Macba son ejemplos del modelo de éxito de colaboración público-privada"
En Barcelona le hacen falta nuevas ideas que generen ilusión y esperanza de cara al futuro. No nos podemos quedar fijados únicamente con los problemas de la inmediatez, que de lo contrario serán muchos. También se requiere que políticos y sociedad civil tengan mirada larga. Qué queremos ser? Hacia donde queremos ir?
El modelo de éxito lo tenemos, durante los virtuosos años noventa lo supimos aplicar. Vuelve a ser el momento de la corresponsabilidad y de los liderazgos compartidos, entre el sector público y la sociedad civil organizada, huyendo también de los clásicos mandatos de 4 años y de gobiernos de una ideología concreta. Vienen momentos difíciles desde el punto de vista económico y social, una vez más tenemos que confiar que Barcelona esté a la altura.