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Barcelona en la Nueva Ruta de la Seda?

El camino de la tercera globalización pasa entre Europa y Asia, Catalunya no se puede permitir no estar presente en esta conexión

Cataluña y Barcelona no se pueden perder la oportunidad de ser en la nueva ruta de la seda
Cataluña y Barcelona no se pueden perder la oportunidad de ser en la nueva ruta de la seda
politólogo especializado en relaciones internacionales y en China
Beijing
07 de Junio de 2019

Las tensiones geopolíticas y los cambios en la economía mundial van siempre de la mano. Actualmente lo estamos viendo con la disputa comercial entre los Estados Unidos y China . En este contexto de cambio uno de los temas que más ha llamado la atención en los últimos meses ha sido la Belt and Road (en castellano la Franja y la Ruta). Esta es la gran apuesta geopolítica lanzada en 2013 por el presidente Xi Jinping que busca conectar por tierra y mar el continente Euroasiático. Apenas hace un mes, se reunieron a Beijing 37 jefes de estado y de gobierno que forman parte de la iniciativa, entre ellos países europeos como Italia (país del G7 y tercera economía de la zona euro), Luxemburgo o Suiza.

 

En este sentido vemos como la Franja y la Ruta, a pesar de que en un principio son proyectos de infraestructura, que hasta ahora han centrado la atención, va acompañada de una agenda mucho más ambiciosa que tiene como objetivo no sólo una conexión física del continente, sino la integración de mercados, ideas y tecnología. Es decir, orientar las dinámicas económicas globales entorno a la centralidad de Eurasia.

En este nuevo tablero, ciertamente, Beijing se imagina con la posición preeminente, pero sería un error considerar que la conexión euroasiática es una apuesta sólo de la China. Países como Japón, el India, o hasta todo la Unión Europea en menor medida, están trabajando en sus propios planes de integración entre Asia y Europa. También dentro de los mismos países participantes de la Franja y la Ruta hay diferentes posiciones, y en este sentido el acuerdo entre Suiza y la China, en el que el país alpino tendrá un papel más importando impulsando proyectos en terceros países, puede abrir la puerta a una descentralización de la nueva ruta de la seda.

 

A la tercera globalización no hay lugar para los espectadores. El mundo asiático la lidera, y para estar situados al extremo más occidental de Eurasia, nos tendría que hacer entender la relevancia de la posición geográfica de Barcelona y Cataluña y cómo esto tendría que ser el elemento a tener en cuenta en cualquier visión por nuestra economía en los próximos años. Hay tres razones fundamentales que hacen de la cuestión de cómo encaramos estas transformaciones geopolíticas y económicas una pregunta capital para nuestro futuro.

"En un contexto cada vez más competitivo dejarse llevar por la inercia y el que marquen otros no es una decisión prudente"

La primera, es que ya forman parte. Países de nuestro ámbito geográfico inmediato como Portugal, Grecia e Italia ya han firmado memorándums de entente con la China. El Norte de África, con Marruecos y Egipto al frente se están convirtiendo en puntos calientes de una serie de inversiones chinas que se extienden por el Mediterráneo. Tanto el puerto de Valencia como el de Barcelona están en manso de capital chino. El gobierno valenciano en este sentido ha traído la adalid y ha hecho una buena tarea de branding y la ciudad ya aparece en los mapas de la Franja y la Ruta. A nivel europeo la carencia de un interés común hace difícil una postura unida y todo el mundo está haciendo sus cálculos, también Francia y Alemania. En un contexto cada vez más competitivo dejarse llevar por la inercia y el que marquen otros no es una decisión prudente.

Segunda, porque Eurasia ha venido para quedarse. Más allá del éxito o fracaso concreto de la Franja y la Ruta, hay dos elementos que se mantendrán. El primero es que en el próximo siglo la China será un actor que tendrá influencia directa en la ordenación política y económica del mundo. El segundo es que modernidad y occidentalització ya no son sinónimos. Los países de Asia que han entrado en su propia modernidad y no dejarán este rumbo. En los próximos años empezaremos a sentir más a hablar sobre países como Vietnam, Tailandia o Indonesia.

La tercera razón es apostar por el espacio euroasiático, porque esto permitiría revitalizar Barcelona y desarrollar una estrategia a largo plazo para reintegrarla con su área natural de influencia, el Mediterráneo. Uno de los riesgos que presenta actualmente la Belt and Road es que otras ciudades y puertos competidores al sur de Europa ya se están posicionando, pero si la iniciativa puede ayudar a reavivar las rutas comerciales del Mediterráneo, esta no es una oportunidad que se pueda dejar pasar.

Poner Barcelona en la ruta de la seda

Pero, como Barcelona podría participar y qué conexión con Eurasia tendríamos que defender? Actualmente, no existe una visión única del que tiene que ser Eurasia. Precisamente la competencia entre diferentes propuestas de conexión euroasiática es el que está haciendo realmente realidad este espacio geopolítico. Ni tanto sólo el proyecto chino es un proyecto cerrado. A menudo se interpreta, pero, la Nueva Ruta de la Seda como una conexión entre los puntos A y B, la China y Europa. Ahora bien, el que realmente puede hacer reeixir la Franja y la Ruta como proyecto, no es una visión focalizada en sus puntos de llegada, sino la que trabaje por la dinamización del que hay entre ellos, la conexión entre las decenas de grandes ciudades que se encuentran entre un extremo y el otro de Eurasia.

"Pocas ciudades cuentan como Barcelona con una posición geográfica que la hace una intersección entre las rutas que venden de Asia, el Norte de África y Europa"

Es aquí donde Barcelona, entendiendo Eurasia cómo como una red de cascos urbanos conectada a través de sus mercados, empresas y personas, puede encontrar su espacio en un proyecto de larga duración. Pocas ciudades cuentan como Barcelona con una posición geográfica que la hace una intersección entre las rutas que venden de Asia, el Norte de África y Europa; con su ecosistema económico y de innovación; su buena calidad de vida, y la opción de potenciarse si su área metropolitana se vertebra adecuadamente.

Estas líneas no se tienen que entender como una apuesta centrada al buscar mecanismos de participación formal del proyecto de la Franja y la Ruta impulsado por la China. Con su status actual no hay mecanismos formales por los que Cataluña ni Barcelona podrían formar parte, a pesar de que si una cosa caracteriza el proyecto de la Franja y la Ruta es su flexibilidad. Sería un error también reducir esta conexión a los proyectos impulsados por la China. Donde sí que hay margen de trabajo es en la elaboración de una estrategia de relaciones comerciales y de diplomacia global, integrada en un programa que apueste para dirigir esfuerzos a aumentar las relaciones económicas, inversiones e intercambios a los países de la Franja y la Ruta.

Para todo el mundo es bastante claro que el contexto económico y político de los próximos años es incierto, y el proceso de conexión económica de Eurasia no será sencillo. Pero los retos, riesgos e incertidumbres que puedan derivarse de este escenario ya los tenemos sobre la mesa. Se ha acabado el tiempo en que nos podíamos permitir dejar este tipo de cuestiones en manso de otros, y hace falta como mínimo empezar a pensar.