Basilea, la sede del banco de bancos

El BIS fue fundado hace casi un siglo, en 1930, en cierto modo como resaca de la Primera Guerra Mundial

La propiedad del BIS es pública, y sus accionistas son precisamente los bancos centrales de todo el mundo | iStock La propiedad del BIS es pública, y sus accionistas son precisamente los bancos centrales de todo el mundo | iStock

Si preguntamos a alguien de cierta edad qué le transmite la palabra “Basilea” es muy probable que nos responda algo relativo al Barça, porque esta ciudad suiza estará vinculada al universo culé por los siglos de los siglos después de aquella victoria de 1979 frente al Fortuna Düsseldorf, en la final de la Copa de Europa de Campeones de Copa. El desplazamiento de 30.000 culés para animar al Barça en aquella final resultó en un hito imposible de olvidar. Pero si le preguntamos a alguien de banca qué le sugiere “Basilea”, probablemente nos conteste que es la causa de sus pesadillas. Después veremos por qué.

Hoy queremos hablar de esta segunda acepción de Basilea, la relacionada con la banca, porque explicaremos los detalles de una entidad muy poco conocida por el gran público llamada Banco de Pagos Internacionales, o en inglés, Bank for International Settlements (BIS). Como decimos en el título, es el “banco de bancos”, una entidad de carácter privado, pero con accionistas públicos que tiene como misión ayudar a los bancos centrales a mantener la estabilidad tanto monetaria como financiera a partir de fomentar la cooperación internacional. Las cuatro patas con las cuales actúa son: foro de diálogo y cooperación, plataforma de innovación responsable y para compartir conocimientos, análisis en profundidad y servicios financieros.

La propiedad del BIS es pública, y sus accionistas son precisamente los bancos centrales de todo el mundo, actualmente 63

Hemos dicho que la propiedad del BIS es pública, y es que sus accionistas son precisamente los bancos centrales de todo el mundo, actualmente sesenta y tres. Entre los propietarios también figuran otras autoridades monetarias que no son exactamente bancos centrales. En cuanto a la Unión Europea, los titulares son los bancos centrales de cada país, pero también el Banco Central Europeo. Lógicamente, la Reserva Federal de los Estados Unidos también es uno de los accionistas. Hasta el año 2000 aún podíamos encontrar algunos accionistas privados, pero desde entonces el capital ha quedado restringido a las entidades con el perfil mencionado. El lunes 11 de septiembre del 2000, el BIS excluyó de cotización todas las acciones en manos de inversores privados, que suponían casi el 14% del capital. Una vez excluidas de las dos bolsas donde cotizaban, París y Zúrich, las recompró a cambio de 16.000 francos suizos por título (aproximadamente el doble del último precio negociado).

Més info: De núcleos duros

El sistema de gobernanza del BIS tiene como principales elementos un consejo de administración y un equipo gestor. En el consejo se sientan los seis representantes de los bancos centrales de Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y los Estados Unidos. Además, también está actualmente Christine Lagarde, como presidenta del Banco Central Europeo. El resto de sillas hasta completar un máximo de 18, se asignan a otros representantes de bancos centrales, ahora mismo Brasil, India, Suiza, Países Bajos, Canadá, China, Corea del Sur, México, Suecia y Japón. El presidente del consejo es el representante de Francia, François Villeroy de Galhau (1959), un apellido que quizá les suene porque es miembro de la familia propietaria de la firma Villeroy & Boch, dedicada desde 1748 a los productos cerámicos (sobre todo vajillas, pero también baños). La oficina central para la península ibérica de esta firma está en Barcelona, en la calle Numancia, muy cerca del antiguo Up & Down.

Como decíamos, por debajo del consejo de administración está la capa del equipo gestor, que está encabezada por Agustín Carstens Carstens (1958), procedente del Banco Central de México. También hay un ejecutivo con pasado en el Banco de España, como es el caso de Fernando Restoy Lozano (1961), que es el responsable del Instituto de Estabilidad Financiera del BIS.

Christine Lagarde se encuentra en el consejo de administración del BIS | EP
Christine Lagarde se encuentra en el consejo de administración del BIS | EP

Pero el BIS no deja de ser un banco y, en consecuencia, tiene activo y pasivo. Si miramos su balance, comprobaremos que tienen activos por valor de casi 380.000 millones de SDRs (un 35% en deuda pública y un 30% en títulos con pacto de recompra, como principales magnitudes) y pasivos (exceptuando el neto patrimonial) por valor de 354.000 millones de SDRs (más del 90% correspondiente a depósitos en diferentes divisas de los bancos centrales). Observando este balance, se comprueba muy rápido que la principal función del BIS es hacer de banco de los bancos centrales, ya que es allí donde aparcan sus excedentes. Lógicamente, el BIS también tiene cuenta de resultados, y este está formado por unos ingresos de 1.200 millones de SDRs y unos gastos de 375 millones, lo que desemboca en un beneficio neto de unos 830 millones de SDRs (cuenta de resultados del primer trimestre de 2024).

Por cierto, habrán comprobado que todos los volúmenes monetarios están medidos en millones de SDRs, pero esta codificación no corresponde a ninguna divisa conocida. Por lo tanto, ¿qué es un SDR? El nombre completo es Special Drawing Rights y no es precisamente una divisa, sino una cesta de divisas formada por dólar, euro, libra, yen y renminbi (moneda oficial de China, cuyo valor se cuantifica en yuanes... es un poco complicado de entender). Fue creado por el Fondo Monetario Internacional en 1969, cuando aún existía el patrón oro, y se modificó en 1973 cuando desaparecieron los tipos de cambio fijos. Como las divisas fluctúan diariamente, el SDR también lo hace, pero para hacernos una idea podemos decir que su valoración actual es de 1,48 dólares americanos.

El cuenta de resultados del BIS está formado por unos ingresos de 1.200 millones de SDRs y unos gastos de 375 millones

Si miramos hacia atrás en el tiempo, veremos que el BIS fue fundado hace casi un siglo, en el año 1930, en cierta manera como resaca de la Primera Guerra Mundial, porque nació para gestionar de manera ordenada los pagos que aún tenía que hacer Alemania como resultado del Tratado de Versalles. Los países fundadores son mayoritariamente los que tienen un lugar fijo en el consejo de administración (Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Japón) más Suiza, como país anfitrión de las conversaciones relativas al Plan Young (creado meses antes, en la Conferencia de La Haya para establecer los pagos definitivos de los alemanes).

A pesar de todo, los planes de todos se fueron al traste con la llegada de la Gran Depresión, situación en la que los vencimientos se tuvieron que aplazar (de hecho, no fue hasta el 3 de octubre de 2010, con Angela Merkel en el gobierno, que los alemanes hicieron el último pago de las sanciones impuestas en el Tratado de Versalles, mediante una transferencia emitida por el Bundesbank por un importe de 94 millones de dólares). Fue en aquella década de los años treinta que el BIS abandonó su propósito inicial y se enfocó en ofrecer apoyo técnico para la colaboración entre bancos centrales, una función que aún realiza.

Més info: ¿Qué pasa con Credit Suisse?

Al comienzo hemos dicho que Basilea podía significar también las peores pesadillas de los banqueros y de los trabajadores de la banca, y es que toda la nueva normativa de solvencia surgida en la última década lleva por nombre “Basilea”, con los numerales II y III, según la evolución. La entidad responsable de esta normativa es el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria, uno de los brazos operativos del BIS. El primer paso se dio en el año 2004, en una época en que los mercados financieros se habían sofisticado mucho desde las primeras reglas de solvencia establecidas en 1974. Aquel Basilea II basado en tres pilares (requisitos de capital ajustado al riesgo de los activos, supervisión de la gestión de los fondos propios y disciplina de mercado) quedó hecho añicos solo cuatro años más tarde, con la llegada de la crisis inmobiliaria que resultó devastadora para las entidades bancarias. En esta tesitura se tuvo que renovar los Acuerdos de Basilea, pasando inmediatamente a Basilea III, que establecía unos modelos de cálculo de capital ajustado al riesgo mucho más complejos técnicamente y difíciles de cumplir. Durante su aplicación los bancos han reducido de manera drástica sus inversiones industriales, por la penalización que suponía en forma de nivel exigido de fondos propios calculados con esta normativa.

Més informació
Reliance y el hombre que tambaleaba
Los planes del BBVA
Tsunami de beneficios, lluvia de dividendos y resurrección de unos supermercados
Hoy Destacamos
Lo más leido