Entre los nacidos en los años 70 y 80 del siglo pasado, una conversación se repite de manera sistemática: si nuestros padres hubieran dispuesto de móviles o tablets, nos los hubieran enchufado en las comidas de manera inmisericorde. Porque el ocio de los adultos estaba reservado a ellos. Y los niños debían apañarse con un balón, un parque o pintando en la mesa.
A pesar de que todavía restan muchísimos pasos por dar en materia de igualdad entre hombres y mujeres, cada vez más parejas (jóvenes, sobre todo) no solo buscan divertirse juntas o en compañía, sino que quieren hacerlo con sus hijos e hijas. Y, tratándose a día de hoy de uno de los segmentos con mayor poder adquisitivo, sorprende que muchos negocios no hayan sido capaces de generar diferenciación en este aspecto.
Muchos restaurantes, por ejemplo, siguen ofreciendo simplemente un menú infantil de hamburguesa o nuggets. Sin darse cuenta de que vivimos en una sociedad cada vez más preocupada por la alimentación. Y que con una simple variación no solo mejorarían incluso sus puntuaciones online, sino que atraerían a un público que una vez entra suele repetir en establecimientos de confianza de manera asidua.
Florecen ofertas gastronómicas, musicales o de juegos para la diversión conjunta de padres e hijos, de mayores y pequeños
Sin embargo, cada vez más florecen no solo las ofertas gastronómicas, sino también melódicas, de juegos o aquellas que incluyen cualquier tipo de diversión conjunta. Que, sumadas entre sí, arrojan un saldo considerable a las arcas de urbes como Valencia.
Durante los últimos años la música en directo y los escenarios al aire libre se han convertido por parte de una generación en una doble manera de reivindicar aquello que aman: asistir a eventos de sus grupos preferidos y transmitirle su pasión a sus hijos. Propuestas como La Pérgola en la Marina Real o Serial Parc en los parques municipales dan buena cuenta de ello, con numerosos patrocinadores privados como avalistas.
También diversas cadenas de comida italiana han comprendido que una zona para niños y niñas cercana a la de sus padres pero con cierta libertad de acción, unido a un parque en el que quemar energía mientras sus progenitores realizan la sobremesa, es una apuesta segura. Tanto, que a día de hoy pueden permitirse alquileres en la zona más céntrica de la ciudad o en diversos centros comerciales.
Una nava industrial con camas elásticas para saltar y cansarse desde los tres hasta los 84 años
Pero la creatividad no solo se circunscribe a lo que lleva tiempo establecido, sino también a nuevas propuestas que generan la misma adrenalina en jóvenes y adultos. Como una nave industrial que alberga decenas de camas elásticas de diferentes tamaños y que permite (algo que no ocurre en ninguna feria) poder saltar y cansarse desde los tres hasta los 84 años.
Algo parecen haber aprendido las instituciones, que en sus concesiones ven cómo el lago de la Ciudad de Las Artes y las Ciencias puede atravesarse en familia en un barco o so-bre una esfera flotante o dan la posibilidad de patinar sobre plástico (se ha decidido que el hielo era insostenible en una apuesta por reducir la contaminación a nivel de mantenimiento y electricidad) mirando a la Plaza del Ayuntamiento.
Aun así, sigue llamando la atención, como vimos en la pandemia, que la población sin derecho a voto siga teniendo menos recursos de diversión que sus progenitores. Y todavía más que no surjan de manera constante iniciativas que planteen a quien así lo quiera disfrutar de su tiempo libre acompañado no solo por personas de su misma edad. Sobre todo, porque no debemos olvidar algo: los niños y niñas de hoy, si han vivido el ocio desde su infancia, serán quienes lo consuman mañana.