Desde Bolonia: el país de las salsas y del ingenio

La capital de la Emilia-Romaña es una dulce y agradable ciudad que se caracteriza por representar la enorme riqueza italiana que tuvo lugar en un momento determinado

La ciudad de Bolonia, situada en la región de la Emilia-Romaña | iStock La ciudad de Bolonia, situada en la región de la Emilia-Romaña | iStock

El mundo conoce la salsa boloñesa, desde luego. Desde pequeños te la ponen en los macarrones, en los espaguetis... en todas partes. Aunque no es seguro que esta salsa sea de origen boloñés. Importa poco, la mayoría de la gente que la come en el mundo no sabe dónde está Bolonia. Incluso hay quienes visitan por error la Bolonia francesa (Boulogne-sur-Mero), situada en el paso de Calais, camino hacia las islas británicas. Y es que la cultura y el turismo son un clásico del oxímoron.

Bolonia, la italiana, la capital de la Emilia-Romaña, es una dulce y agradable ciudad que se caracteriza por representar la enorme riqueza italiana que tuvo lugar en un momento determinado. Con su torre del ayuntamiento -aunque inclinada- para vigilar la llegada de enemigos y otras gestas. Culturalmente es remarcable. Tienen lugar varios acontecimientos. Pero el hecho más importante es la existencia de una importantísima universidad donde van a estudiar alumnos de todo el mundo. Sus calles discurren por kilómetros y kilómetros bajo las vueltas. Por lo que he leído, el hecho tiene que ver con una legislación local que calculaba los impuestos inmobiliarios a pagar solo en función de la superficie ocupada por la planta baja, la que está a ras del suelo de la calle. El ingenio de los boloñeses hizo el resto. El resultado de esta irregularidad ha resultado encantador.

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En la ciudad, como en toda su región, se come muy bien. De manera excepcional. Los italianos originarios de aquí, cuando se encuentran, establecen enseguida una complicidad evidente: "Ah, lei è romagnolo?" ("Ah, usted es de la Romanya?"). La salsa boloñesa, de la que hablaba al principio, no es nada más que la versión local del ragú, la cocción de carne hecha con tomate, tan usual en toda Italia. La agricultura en la Emilia-Romaña se ha visto fuertemente impulsada en los últimos años y representa el 2% de su PIB -en Catalunya es el 1,5%-. Siempre gracias a la industria agroalimentaria. No será necesario entrar en detalles si les digo que la región tiene dos provincias remarcables: una se llama Parma y la otra Módena. Del queso, nada nuevo que contar. Se ha convertido en algo extraño no utilizarlo a menudo en casa para cocinar, ya sea el parmesano, o bien su competidor norteño, el grana padano, que se diferencia en el origen de la leche, fundamentalmente.

La agricultura en la Emilia-Romaña se ha visto fuertemente impulsada en los últimos años y representa el 2 % de su PIB -en Catalunya es el 1,5%-, siempre gracias a la industria agroalimentaria

El vinagre de Módena es la perfecta solución a la agresión que producen los vinagres tradicionales en las ensaladas. Antes de nuestra incorporación a la Unión Europea nuestras ensaladas sufrían de tres defectos fundamentales: no estaban muy escurridas, el aceite era malo -nuestra estimación por el buen aceite es un esnobismo, en el sentido etimológico de la palabra- y el vinagre era ácido acético. El conjunto, no hace falta decirlo, era deplorable. Todo ha mejorado, gracias a Dios. Y entre las cosas de las cuales nos beneficiamos está que los italianos de Módena se empescaron, hace siglos, en elaborar una salsa con el vinagre de la uva lambrusco. O sea, el llamado vinagre de Módena es, de hecho, una salsa.

Y si bien la Emilia-Romaña produce muchos alimentos de calidad y de reputación y aceptación mundial -también las pastas, por ejemplo Barilla-, la región enlaza con la mejor tradición industrial norteña de Italia: la ingeniería mecánica. Supongo que todos conocemos Ferrari, en la provincia de Módena. O Lamborghini, en la misma ciudad de Bolonia. O Ducati, también en la capital. La región ha dado grandes ingenieros-emprendedores que siempre se movieron adelantados a la época que el momento histórico les había reservado. No solo utilizando el ingenio para diseñar unas máquinas que están entre las más perfectas del mundo, sino haciendo gala de una tenacidad sorpresiva. Resurgiendo, sin ir más lejos, de una guerra que les había destruido instalaciones y un mercado. De todo esto se rehicieron. Ah, ¿y qué me dicen del diseño? Encima se trata de ingeniería atractiva, artística. Como otros muchos lugares norteños de Italia, parece como si Da Vinci hubiera dejado poso. Seguro que algo tiene que ver. Por cierto, Ferrari y Lamborghini facturaron conjuntamente el año pasado unos 8.000 millones de euros -el grupo Seat facturó 11.000-. No está mal si tenemos en cuenta el valor añadido de estas dos marcas, lujosas, perfectas y caras.

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Poca cosa más que decir. Para hacernos una idea: dice Eurostat que la renta per cápita ponderada para poder de compra (PPP) en la Emilia-Romaña es de 41.600 euros (la de Catalunya es de 35.000) y que el paro está en el 5% (el nuestro es del 11%). Como otros regiones norteñas de Italia -que son las que mantienen todo el país- han sabido encontrar el equilibrio sabio de agricultura, industria y servicios. Aprecio por la tierra y también por la tecnología. Y una envidiable combinación de buena vida y laboriosidad. ¡Fantástico!

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