Casualidad o no, tanto la entrevista como el artículo más leído del 2021 en VIA Empresa tuvieron un mismo protagonista: Joan Font, presidente de Bon Preu. No es extraño, teniendo en cuenta que se trata de un empresario que hace años que habla sin pelos en la lengua ni demasiado embudos. Para entendernos, Font acostumbra a decir lo que piensa y no lo que piensan que tendría que decir en un mundo imperado por el protocolo, las redes sociales y ser políticamente correcto. Se me ocurren algunos nombres más que también encajarían aquí. El presente y el futuro es de los empresarios auténticos y quien dice lo que piensa se hace escuchar y leer.
La última vez que vi a Joan Font en escena fue a mediados de diciembre en la entrega de premios de la Associació de Joves Empresaris de Catalunya (AIJEC) que se celebró en el auditorio del Instituto de Microcirurgia Ocular (IMO). A sus 70 años, el empresario no escondió su sorpresa por el galardón a la mejor trayectoria profesional casi medio siglo después de la apertura del primer supermercado de Bon Preu en Manlleu. Actualmente, la cadena tiene 9.000 trabajadores, más de 200 puntos de venta y una facturación superior a los 1.600 millones de euros.
"No hay un país rico sin buenas empresas", aseguró Font entre aplausos de autoridades y de jóvenes empresarios. El empresario insistió también en la importancia de los valores, la actitud y el propósito como guión, el porqué y el cómo son preguntas clave en cualquier historia de éxito. Recapitulemos.
Estos son algunos de los titulares y frases destacadas de Joan Font en la entrevista de VIA Empresa: "Tenemos una administración muy ineficiente, en el Estado y en Catalunya", "el catalán no es una decisión en absoluto de tipo político, es una decisión empresarial", "los boicots se dan cuando se radicalizan las cosas y nosotros no solucionaremos la radicalización de determinados grupos" o "el ciudadano quiere el mínimo plástico posible y el máximo kilómetro cero."
Pauli: "La innovación empresarial se ha roto por un exceso de burocracia"
Como muchos otros empresarios, Font critica directamente la estructura "pesada, lenta e ineficiente" de la administración así como el exceso de papel y burocracia y su impacto en la actividad empresarial y la riqueza del país. El emprendedor holandés y uno de los padres de la economía azul cómo es Gunter Pauli también aseguraba recientemente que "la innovación empresarial se ha roto por un exceso de burocracia".
Sí, la burocracia. Aquello que Karl Marx describía cómo "la república petrificada". Aquello que Max Weber teorizaba cómo una forma de gobierno o control legal en busca de la organización ideal. Aquello que George Orwell y Adolf Huxley visionaban cómo una forma de poder distópica. Aquello que hacía despertar Kafka de la metamorfosis. Aquello que Astérix y Obélix satirizan en "la casa que hace volver loco".
El presidente de Aijec y también fundador de Elstir, Ruben Sans, pidió la misma noche que se premiaba a Joan Font que "las administraciones dejen poner trabas y hagan políticas claras, favorables y de acompañamiento a los empresarios". A la administración también se le reclama a menudo que reivindique la figura del empresario más allá de ser el malo de la película que fuma puros y bebe whisky o un "corrupto" que "explota" a sus trabajadores.
Nos jugamos mucho y nunca es demasiado tarde si el dicho es bueno. "La desconfianza hacia las empresas es una parte vertebradora de una parte de la cultura política del país y se traduce en ejemplos constantes en las resoluciones de gobiernos, de ayuntamientos y de administraciones en general", apuntaba esta misma semana el consultor Xavier Marcet en este medio.
Marcet: "La desconfianza hacia las empresas es una parte vertebradora de una parte de la cultura política del país"
Tiene razón cuando distingue entre empresas -con alma-y negocios. Tiene razón cuando alerta sobre la cultura de reticencia respecto a lo empresarial dentro de la sociedad catalana y española. Tiene razón cuando pone encima de la mesa la paradoja de la (des)confianza y cómo se ha perdido la batalla del relato. Tiene razón cuando reivindica cómo tantos otros la colaboración público-privada. La real más que la teórica. Tiene razón cuando dice que hay pocos empresarios en política y que el desconocimiento del mundo de la empresa es "enorme". Pero, también tiene razón cuando dice que las empresas tienen que hacer autocrítica y proyectar su ética y dimensión social.
Permitidme añadir tres ejemplos más. El verano pasado hice un café con los pasteleros Christian Escribà y Patricia Schmidt que me explicaron que solo se encontraban con "pegas, pegas y más pegas" de la administración. "No pido subvenciones ni que me ayuden... Lo único que pido es que no me toquen las narices", aseguró Escribà después de recordar los problemas que habían tenido con el Ayuntamiento de Barcelona por poner un carro de crema catalana en La Rambla.
Escribà: "No pido subvenciones ni que me ayuden... Lo único que pido es que no me toquen las narices"
El presidente del Racc, Josep Mateu, también explicó en una entrevista en VIA Empresa que la relación con el Ayuntamiento de Barcelona era "muy compleja" porque actuaba "sin escuchar ni preguntar". "Ha habido una forma de actuar sin liderazgo compartido ni conversación... Se necesita un interlocutor moderno, abierto de miras y que piense en grande.", apuntaba Mateu.
En plena pandemia, el presidente de Fiatc, Joan Castells, recordó que "¡los catalanes también contamos! Yo hice la fiesta del 75 cumpleaños de Fiatc y no vino ninguna autoridad. Viene una empresa multinacional, inaugura un chiringuito en Barcelona y va la autoridad principal. Quizás que nos tengan en cuenta, los empresarios somos los que hacemos que se creen puestos de trabajo, se paguen los impuestos y se alimente el presupuesto."
Para acabar la primera tribuna del año, recordemos que el deseo de Joan Font no es jubilarse "mientras los resultados sean los que son y tenga salud y la mente despejada" sino hacer que "el país salga adelante y sea un país de calidad y cohesionado". ¡Feliz 2022 a todo el mundo!