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Desde Londres: 'Brain gain' o de cómo aprovechar la diáspora catalana

Los líderes de muchos países viven con preocupación creciente el impacto económico que supone perder a sus ciudadanos

Exterior de la delegación de la Generalitat en Buenos Aires | ACN
Exterior de la delegación de la Generalitat en Buenos Aires | ACN
Londres
02 de Abril de 2023
Act. 26 de Mayo de 2023

Sacar rendimiento de la diáspora, es decir, de aquellas personas que, por una razón u otra, deciden dejar su país de origen para establecerse en otro país, es una tendencia creciente. Muchos gobiernos y responsables públicos y privados están potenciando la relación con sus comunidades en el exterior para aprovechar su aportación de nuevos conocimientos y de las redes profesionales que ofrecen.

Catalunya, a pesar de ser un país que tradicionalmente ha sido receptor de ciudadanos de otros lugares, en el pasado, ha sido muy habilidoso al aprovechar sus redes profesionales en el extranjero para promover el crecimiento económico. Por ejemplo, el historiador sirio Yom Tov Assis, que fue especialista en historia del judaísmo en la península Ibérica, nos informa en sus estudios sobre cómo, en la Catalunya de los siglos XIII y XIV, la Corona y los mercaderes catalanes supieron aprovechar los conocimientos y las conexiones de la comunidad judía catalana para construir redes profesionales y abrir nuevos mercados en ultramar. Este modelo era sencillo y efectivo. El intermediario judío que vivía en tierras musulmanas pagaba al mercader judío catalán después de haber vendido el género en las zonas del interior de los territorios musulmanes. Prácticas como esta consolidaron el modelo de los Consulados de Mar, que este año celebran su 750 cumpleaños. Fue esta una expansión económica y mercantil que contribuyó a la creación del Libro del Consulado de Mar, la primera obra que recopiló las costumbres y las leyes marítimas de origen catalán, hasta entonces dispersas. El libro fue traducido a una gran cantidad de lenguas y aconteció el código de derecho marítimo vigente en todo el Mediterráneo, al menos hasta el siglo XVII. Además, ha acontecido la base legal para las posteriores legislaciones marítimas.

Esta manera de hacer, que puso Catalunya al frente del comercio marítimo internacional de la época, todavía tendría que continuar muy vigente. En un artículo mío anterior, titulado Brexit, una oportunidad para Catalunya, pongo un ejemplo de cómo la diáspora catalana podría ayudar a captar inversiones para Catalunya gracias a los conocimientos y los contactos de estos catalanes que viven al exterior.

Catalunya tiene una diáspora profesional relevante, que ha crecido considerablemente desde la crisis económica del 2008. Según los datos del Idescat, solo en 2021 se registraron 111.331 emigraciones en el extranjero. Catalunya no es un caso aislado en este proceso de éxodo. Los líderes de muchos países viven con preocupación creciente el impacto económico que supone perder sus ciudadanos, muchos de ellos altamente calificados gracias a las inversiones públicas que recibieron en educación. Recordamos que la universidad pública en Catalunya está subvencionada por el capital público en una medida muy superior a la de otros países occidentales. Es un reto para el país, por lo tanto, que todo este talento se vaya debido a las mejores oportunidades laborales que encuentran disponibles en países que nunca han invertido en su formación. La paradoja es que los países receptores reciben los beneficios de la inversión en educación que hace el país emisor. Este fenómeno se conoce popularmente como "fuga de cerebros" o braindrain, en inglés, y hace referencia a la fuga de habilidades, capacidades y características del país que acabarán aconteciendo un activo para los países receptores.

A los catalanes nos conviene pasar de un brain drain a un brain gain. Es decir, intentar aprovechar la experiencia, las redes y los conocimientos de la diáspora catalana para aportar una mayor prosperidad a nuestro país, transformando esta fuga de cerebros en un proceso favorable.

Conseguir el brain gain requiere una estrategia de país que, en estos momentos, Catalunya no tiene del todo configurada. Las buenas noticias son que no partimos de cero. La Generalitat hace años que mantiene delegaciones en el exterior que coordinan y apoyan a las comunidades catalanas en el extranjero. Además, el gobierno catalán ha establecido vínculos con la diáspora catalana, incluso en países donde todavía no tenemos delegaciones. Algunas universidades catalanas, tanto públicas como privadas, tienen o están en proceso de establecer chapters de exalumnos en el exterior. La Universitat Pompeu Fabra, el IESE o ESADE son buenos ejemplos. En definitiva, tendríamos que mirar de expandir este modelo al resto de universidades y organizaciones empresariales como, por ejemplo, las cámaras de comercio.

También habría que hacer extensiva la diáspora tanto a los catalanes que han marchado cómo a sus hijos nacidos en el extranjero. Y para conseguirlo es necesario facilitar que los hijos de los catalanes emigrados no pierdan sus vínculos con Catalunya. La Escuela Catalana de Londres es un buen ejemplo en este sentido. Esta reciente iniciativa privada, que se dedica a enseñar la lengua y la cultura catalana en la capital inglesa, ya cuenta con cerca de 80 alumnos de entre dos y quince años. Es crítico potenciar este modelo de institución a otras ciudades del Reino Unido y, evidentemente, también en países de todo el mundo, para construir puentes entre Catalunya y la creciente comunidad de catalanes nacidos en el extranjero.

Otro colectivo clave a tener mucho en cuenta son los extranjeros que, en algún momento de su vida, han vivido, trabajado o estudiado en Catalunya y que han establecido lazos afectivos o sinergias con nuestro país. Como me dijo una vez un ministro de empresa escocés, Catalunya es muy atractiva para los estudiantes y empresarios internacionales y tendría que saber aprovechar estas conexiones. Los altos directivos tienden a invertir en países que conocen de primera mano y Catalunya está muy bien posicionada en este ámbito gracias a sus universidades de negocios, a los programas de Erasmus y a la gran cantidad de empresas internacionales que operan en el Principado. Solo hay que saber como aprovechar de manera conveniente estas conexiones humanas. Irlanda aconteció "el tigre celta" aprovechando su diáspora. Israel también ha sabido sacar un buen provecho. Ahora tendría que ser nuestro turno.