Brexit. Después de todo

El catedrático de Economía Germà Bel analiza el contexto de la salida del Reino Unido de la UE y avisa sobre el debilitamiento de los principios de calidad democrática

La premier británica, Theresa May, firmando la carta con que activaba el Brexit
La premier británica, Theresa May, firmando la carta con que activaba el Brexit
Barcelona
03 de Diciembre de 2018

Cuando el 26 junio de 2016 los británicos votaron la salida de la Unión Europea en el referéndum del Brexit, las primeras reacciones, de estupor y sorpresa, fueron seguidas muy pronto en diferentes países de la UE, y muy particularmente en España, por actitudes que mezclaban el desdén y la condescendencia respecto a la decisión que habían adoptado los ciudadanos británicos. En resumen, era cómo si se hubieran abierto a sí mismos las puertas del infierno. Y realmente, se abría un camino lleno de incertidumbres que, ni siquiera ahora se ha esclarecido plenamente, un golpe las diferentes partes han llegado a un acuerdo por la salida ordenada del Reino Unido de la UE.

 

El recurso más popularizado para explicar el resultado británico fue el populismo xenófobo de una parte importante de la sociedad británica, alarmada ante el gran influjo migratorio que la ampliación de la UE hacia el Este en la década pasada había propiciado. Y no faltaban motivos, si se tiene en cuenta las posiciones públicas de eminentes defensores del Brexit como el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) y su líder Nigel Farage. A esto se le añadía el hecho que el voto favorable a la salida de la UE había sido mayoritario entre los sectores de menor formación y nivel educativo en el Reino Unido, una característica parecida a la del electorado de Donald Trump en los EE.UU.. Por cierto, habría que ir cuento con desautorizar el electorado por su nivel de formación reglada, que después aquí a casa pasa el que pasa y ya no es tan pertinente traerlo a la discusión.

Aun así, siempre me pareció que esta condescendencia y desdén respecto a la actitud de la sociedad británica a las urnas en el referéndum estaba fuera de lugar. A la cabeza, la tradición y cultura democrática en el Reino Unido es muy superior a la del resto de países de la UE, con la posible excepción de Holanda y los países escandinavos. Negligir esto ha traído a subestimar el papel otros elementos importantes en la decisión británica de salir de la UE. Un primero es la diferente percepción de beneficios y costes de la pertenencia la UE en diferentes sectores sociales y territorios del Reino Unido. Esto indica el hecho que la posición favorable a la permanencia fuera muy mayoritaria en el Grande Londres, única región inglesa donde fue mayoritaria. Por muy británicos los beneficios de la UE se han concentrado alrededor de la City Financiera y todo el movimiento económico que esta ha comportado, y que no se han extendido de la misma forma al resto de Inglaterra y Gales. La permanencia también ganó en Irlanda norteña, donde la eliminación de la frontera con la República de Irlanda provocó unos beneficios sociales y económicos de gran magnitud. Queda el caso de Escocia, el sistema político de la cual hace tiempo que divergido del del resto del Reino Unido.

 

Aparte de las cuestiones del ámbito económico y social, hay otro factor sin el cual no se entiende completamente el resultado del referéndum: la cultura democrática anglosajona puerta mucho más mal que la de los países continentales la distancia entre las decisiones de los gobiernos y la legitimidad y el control democrático por los ciudadanos. Y esta distancia ha acontecido muy grande, demasiado, entre las instituciones de la Unión Europea y las sociedades de los Estados que son miembros. Esto, que ha provocado desafección en todo la UE, lo ha hecho de forma más intensa en una sociedad como la británica.

Si se hubieran entendido estas cuestiones, no se hubiera especulado tanto con la idea de un segundo referéndum en el Reino Unido (parece que un referéndum es malo, pero un segundo referéndum es bueno si el primero no ha dado el resultado deseado...), algo que contradiría el espíritu democrático británico, sin que se pueda descartar cualquier resultado de la votación en el parlamento británico el 11 de Diciembre, un parlamento menos controlado por el Ejecutivo y por los aparatos de los partidos políticos del que lo son muchos parlamentos continentales. Y de hecho, si el Parlamento británico rechaza el acuerdo logrado, pues tendrán que buscar nuevas vías. Porque me parece que -con independencia del acuerdo final de Brexit- la mayoría de británicos ya hace tiempos que han salido de las instituciones de la UE.

Me parece que la mayoría de británicos ya hace tiempos que han salido de las instituciones de la Unión Europea

Tampoco se hubieran haciendo tantas cabòries con un desastre económico como consecuencia de la salida de la UE. Estos pronósticos de desastres futuros son habituales durante los procesos en que las sociedades toman decisiones de cambios tan profundos como la salida de uso espacio político y económico en el que traen mucho tiempos insertadas. Pero, tienen un problema que los economistas denominamos de "inconsistencia temporal".

Los malos augurios y las amenazas no sobreviven al cambio, si este se llega a producir -y de esto da testigo regular la Historia- en el nuevo escenario (en este caso la salida del Reino Unido de la UE). Es así porque en la nueva situación las partes buscan minimizar los daños y maximizar las oportunidades, preservando sus respectivos intereses. Por eso, después de tantas giragonses la UE y el Reino Unido han llegado a un acuerdo, que las respectivas partes ratificarán...o no; y si no es este, será otro.

Nuevas dinámicas seguirán a partir de ahora, con la inevitable interdependencia del mundo global, pero sin la concurrencia en las instituciones de governança comunes que hasta ahora compartían. Y una de las cuestiones más problemáticas por los que nos quedamos a la UE que comporta el nuevo escenario de la UE sin el Reino Unido es el debilitamiento de los principios de calidad democrática y de actitud abierta de la UE al mundo. Son retos importantes, a los que convendrá hacer caso en el futuro.