Junio fue un mes histórico para los precios a los Estados Unidos. Si bien las cifras de inflación españolas abandonaron el dígito único hace semanas, y el IPC catalán y del Estado se ha instalado en aceleraciones interanuales superiores al 10%, una inflación de nuevo puntos (9,1%) como la registrada al sexto mes del curso no se veía a la federación norteamericana desde hacía más de 40 años. A pesar de que las expectativas de la reserva federal no contaban con un crecimiento mantenido los meses posteriores a este pico, el retroceso al cierre de julio ha sido superior al que se preveía desde los organismos monetarios: un frenazo interanual de seis décimas, hasta el 8,5%, acompaña en el séptimo mes una ratio mensual completamente horizontal. Los precios, así, no subieron en los Estados Unidos entre junio y julio, y donde muchas grandes economías del planeta sufren sacudidas más allá de los precios –ya avisaba el conseller Giró que las subidas de tipos acentúan el riesgo de recesión– los analistas internacionales convienen que la economía estadounidense no da tantas muestras de desacelerar.
El gran motor de la espiral inflacionista en todo el mundo, y también del frenazo de los precios americanos, es la energía. La falta de suministros durante la pandemia y la crisis energética causada por la guerra rn Ucrania han disparado los costes del gas, el petróleo y la electricidad hasta límites difíciles de recordar. Si se observan los datos de precios publicadas por la reserva federal para el mes de julio, pero, la caída es sustantiva. Así, si bien el índice del precio de la energía interanual en junio se disparó hasta el 42,6%, la comparativa en julio muestra un descenso de cerca de 10 puntos, hasta el 32,9% –todavía una cifra desbocada, pero que dibuja el inicio de una gráfica descendente–.
Así, la energía mueve la inflación a una ratio por debajo de los 8,7 puntos proyectados por el mercado. Las autoridades norteamericanas han celebrado la tendencia, si bien las campanas no son compartidas por todo el mundo. El profesor de la UOC Josep Maria Català Santainès, si bien reconoce que las agresivas subidas de tipos de interés de la FED "tienen un poco de efecto", no comparte que la economía norteamericana esté a salvo. "Es como si tuviéramos un paciente en la UCI. Puede mejorar, pero sigue en la UCI", asevera.
A pesar de que es cierto que la situación de los Estados Unidos todavía no es ideal –muy lejos, de hecho, como recuerda el profesor, que apunta que hace dos meses que el país se encuentra en recesión técnica– factores como la ocupación o el mantenimiento de los precios intermensuals abren un camino de recuperación. Hay cuestiones que apuntan hacia "un cambio de ciclo, pero otros amenazan con una recesión" –el petróleo es un ejemplo–. Los indicadores más positivos, el propio empleo entre ellos, no garantizan, además, el mantenimiento de la buena tendencia. Català apunta que el factor trabajo no es un canario en la fábrica que avise de tendencias futuras, sino un montante que tarda en adaptarse a las realidades económicas. "En la economía hay indicadores que saltan antes de que otros, y el paro siempre tarda más: las empresas mantienen ciertos márgenes" que permiten evitar despidos a corto plazo incluso en coyunturas adversas.
Una economía aislada
Hacen falta varios meses como este julio para confirmar un cambio de tendencia a la economía norteamericana. Aún así, el profesor de la UOC lee en la estructura productiva del país factores diversos que la pueden impulsar hacia una salida en positivo de la crisis. Los Estados Unidos cuentan con una ventaja clave: son autosuficientes. "Petróleo, gas, energía... los EE.UU. no dependen de agentes externos, como sí lo hace Europa", subraya Català, que reconoce las mejores condiciones de un entorno como este a la hora de controlar una espiral inflacionista.
En este sentido, el profesor constata que los posibles efectos adversos de la subida de tipo de interés –un enfriamiento excesivo de la economía que la haga entrar en recesión– amenazan más otros lugares del planeta que a la federación norteamericana. El caso europeo es paradigmático: los países de la Unión han recibido un fuerte golpe por su falta de autonomía energética, en este caso de Rusia, algo que no sufren los norteamericanos. Dentro de la dependencia europea, además, los países del sur se encuentran en una situación todavía más precaria. El sometimiento español al turismo la pone más cerca del precipicio que países cómo Alemania, que si bien está más afectada por la crisis energética, "puede aguantar mucho más por la industria".
Espejo de estabilidad
La interdependencia internacional de las economías occidentales sugiere que, en caso de que la estabilidad de precios llegue a los Estados Unidos, la reacción encuentre réplica en una mejora de la situación económica europea. La apuesta por el gas licuado de otros mercados, con la península Ibérica como principal hub –después de la confirmación del proyecto Midcat por parte del canciller alemán Olaf Scholz y el anuncio de de Foment del Treball una nueva conexión gasística con el norte de Italia– pueden facilitar el control de los precios de la energía que ha devenido pieza central de la inflación, y que aquí no se ha logrado como la otra banda del Atlántico.
Es complicado, además, pensar la economía europea apartada de la norteamericana. "Las economías están demasiado interrelacionadas; si las medidas funcionan allí, aquí se acabará enfriando la economía", constata Catalán. La autonomía estratégica de los Estados Unidos, además, facilita que una recuperación que pueda reproducirse en Europa llegue antes a sus costas. Aún así, el profesor conmina a esperar los efectos del invierno, con una probable subida de precio por la caída de las temperaturas. "Si Alemania no tiene suministro de gas, pararemos la maquinaria europea", alerta el economista.