El calçot es una hortaliza muy social: casi todo su consumo se hace en calçotades con amigos, familia o compañeros de trabajo, tanto en restaurantes como en masías particulares. La crisis sanitaria del coronavirus ha tocado de pleno el sector: con los establecimientos de restauración cerrados y la vida social bajo mínimos, ya no hay demanda de calçots.
"El calçot es una hortaliza muy social"
El sector calcula que se perderá una cuarta parte de la cosecha. Hasta el estallido de la crisis se habían completado tres cuartas partes de la temporada, que se tenía que alargar hasta mitades o finales de abril. Desde la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Calçots de Valls calculan que sus socios dejarán de vender un 25% de los calçots: aproximadamente unos cinco millones de unidades. "Esto equivale a unos 450.000 o 500.000 euros menos que ingresaremos los miembros de la IGP", asegura Francesc Xavier Amill, presidente de la IGP. Estas cifras son sólo las de la IGP: un sello de calidad que agrupa productores del Alt Camp, el Baix Camp, el Tarragonès y el Baix Penedès. Se tienen que sumar, también, los labradores de estas comarcas que no cultivan bajo los paraguas de la IGP, así como el resto de productores otras zonas: Maresme, Lleida, Girona, Andalucía...
Previsiones truncadas
A principios de marzo, antes de la crisis y del estado de alarma, las previsiones eran muy buenas. A pesar de que no había acabado la temporada 2019-2020, todo apuntaba que sería de récord: "Las expectativas que teníamos se cumplen en el área de Valls, y en general hay movimiento de calçots en todas partes", aseguraba a principios de marzo en VIA Empresa,Rafel Castells, secretario general de la Cambra de Comerç de Valls y coordinador de la Gran Fiesta de la Calçotada.
Amill: "Muchos mayoristas y restauradors de la zona decían que habían llegado a niveles de antes de la crisis de 2008"
Los productores de calçots también coincidían en las buenas previsiones: desde la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Calçots de Valls estimaban una cifra de producción de 18 millones de calçots. Hace tres años se hicieron 14 millones; hace dos años, 15 millones; y el año pasado, 16 millones. Este año, coincidiendo con el 25o aniversario de la IGP, se quería superar el récord. De hecho, la IGP calcula que ya llevaban 15.000 calçots vendidos y que, por lo tanto, el recuento final todavía habría sido más alto. "Era una campaña muy buena: nuestra semilla había salido muy bien, el tiempo había sido ideal porque no había hecho ni mucho frío ni mucho calor... y había mucha hambre. Muchos mayoristas y restauradors de la zona decían que habían llegado a niveles de antes de la crisis de 2008", explica Amill.
El Alt Camp, la comarca más afectada
A pesar de que cada vez es más habitual encontrar restaurantes que hacen calçotades en todo el territorio catalán, está en la comarca de la Alt Camp, de dónde es originaria esta tradición, donde las calçotades se han convertido en un auténtico motor económico: el volumen de negocio que generan se sitúa, cada temporada, alrededor de unos 12 millones de euros. Unos 50 restaurantes de la comarca ofrecen menús con calçots y carne, y también se promocionan otras actividades paralelas por la zona.
La época del calçot se ha convertido en la temporada turística más importante por la comarca, y en la segunda más importante de la demarcación de Tarragona, después de la temporada de sol y playa en la Costa Daurada. Que la crisis del coronavirus haya empezado el mes de marzo obliga este sector a renunciar a una cuarta parte de la temporada.
#CalçotadaACasa, un llamamiento a incentivar el consumo
Para intentar dar una salida a los calçots que se han quedar sin cosechar, se ha empezado a difundir la campaña #CalçotadaACasa, que tiene como objetivo incentivar el consumo de calçots en las casas mientras dure el confinamiento. "La cocina del calçot es muy buena: hay muchas recetas caseras que se pueden hacer, y recetas de chefs reconocidos. Pizzas de calçots, cocas de calçots, pan de calçots...", explica Amill. El colectivo Espigoladors es una de las entidades que más difusión ha hecho de la idea a través de redes sociales. Después de una primera semana que la producción estaba totalmente parada, parece que la iniciativa ha generado un poco de movimiento en las ventas. "No se puede comparar la cantidad que se gasta en casa con la de los restaurantes o las calçotades, pero si conseguimos que se vendan algunos, como mínimo ya se habrán vendido", asegura el presidente de la IGP.
Amill: "La cocina del calçot es muy buena: hay muchas recetas caseras que se pueden hacer, y recetas de chefs reconocidos. Pizzas de calçots, cocas de calçots, pan de calçots..."
La esperanza: la próxima temporada
Para algunos productores, la situación será dura, especialmente por aquellos que habían optado por el monocultivo o que todavía tenían una parte importante de la cosecha para vender. Para el sector en general, la esperanza está puesta ya en la próxima temporada. "Confiamos que la gente se rehaga y la temporada que viene pueda ir bien", asegura Amill. Y es que la inercia, hasta ahora, era muy buena. El número de restaurantes, la cantidad de calçots, el volumen de negocio: todo lo que tiene que ver con las calçotades no había parado de crecer exponencialmente en los últimos años. El fenómeno, que parecía no tener techo, tendrá que esperar un año más para batir de nuevo sus últimos récords.