No pocas veces al año nos sucede la siguiente circunstancia: tras una jornada laboral extenuante, tratando de encontrar la solución a un problema o un reto que se nos plantea, decidimos apagar el ordenador. Y es en el tránsito hacia la relajación cuando, alejados de la presión del pensamiento basado en el trabajo, nos viene a la cabeza la solución sin esfuerzo aparente.
El ejercicio y el descanso comparten similitudes en el hecho de que debemos plantearlos en nuestra vida de manera diaria, pero sus efectos tardan en ocasiones en ser visibles. Y sin embargo, no dejan de transformarnos internamente aunque en ocasiones no trasluzcan externamente con inmediatez.
Es por ello que, sentados en el coche o el metro de vuelta de la oficina, saliendo a correr, nadar o a ejercitarnos en el gimnasio, tirándonos en el sofá a ver una serie o simplemente dándonos una ducha, nuestro cerebro se desbloquea. De ahí la importancia de concedernos momentos de asueto, algo que parece haber desaparecido no solo tras la pandemia sino realmente mucho antes.
Cristiano Ronaldo, como ejemplo
Valgan tres ejemplos para escenificar estas circunstancias. El primero, en el fútbol. Sin ser demasiado fan del Cristiano Ronaldo persona, no podemos dejar de girar la vista hacia el atleta. Aquel que se entrena al máximo cada día y posiblemente sea el jugador de su franja de edad en mayor forma física. Pero si en lugar de plantear sesiones de dos horas lo hiciera de cuatro no doblaría su capacidad: la mermaría. Porque estaría lesionado. La cultura del esfuerzo, muchas veces, no consiste en ir más allá un poquito más, sino en conocer hasta dónde podemos llegar.
Cristiano Ronaldo es el jugador de su franja de edad en mayor forma física
El segundo son los venerados brainstorming. Porque si parece adecuado contar con el mejor talento de tu organización en una habitación lanzando ideas al estilo Lennon y McCartney, no debemos obviar que no todo el mundo puede ser brillante en el mismo momento. Y quizá, por acotar ese tiempo, pierdas la oportunidad de llegar a una mejor conclusión.
Lo que nos lleva al tercero y definitivo. Para los fans de la serie Mad men, más allá de la discutible costumbre de tomarse un vodka a las ocho de la mañana, existe una lección para esta era de las prisas. Cuando una gran compañía les encarga una campaña, Don Draper no comienza a teclear su máquina de escribir. Lo que hace es tumbarse en su sofá a pensar. Lo que se convierte en una de las claves de su éxito profesional y del de su creciente agencia.
Las vacaciones, el momento de inflexión
Todo esto nos lleva a las playas de la Comunidad Valenciana, que desde el norte hasta el sur acogen a personas locales, pero también a muchísimas nacionales y hasta internacionales. Quienes, posiblemente por primera vez en todo el año, disfrutan de una semana, dos, cuatro o hasta ocho de relajación.
No es casualidad que los divorcios aumenten en verano como consecuencia de encontrarte por primera vez conviviendo con tu pareja después de más de 300 días casi sin hacerlo de manera efectiva. Pero tampoco lo será que si encontramos algo cercano a la gran dimisión que están viviendo en Estados Unidos, ésta llegue a partir del próximo mes de septiembre.
No es casualidad que los divorcios aumenten en verano como consecuencia de encontrarte por primera vez conviviendo con tu pareja después de más de 300 días casi sin hacerlo de manera efectiva
El diálogo interior, del que habla constantemente el Dalai Lama, no solo es algo que casi escondemos durante la temporada laboral como consecuencia del estrés al que nos vemos abocados. También es una circunstancia que rehuimos para no poner ante el espejo la angustia que muchas veces nos provoca hacer algo que no nos gusta, compartir espacio con quien no nos aporta o soportar liderazgos poco dignos de ese nombre.
Y éste suele aparecer en vacaciones. Y nos hace plantear si lo que estamos viviendo nos satisface. Mirar al mar, tomar cervezas con amigos, hacer running a la orilla de la playa o simplemente viajar en coche durante más de dos horas activa el ruido mental, que poco a poco se va despejando para ir convirtiéndose en certezas.
Solo queda saber, después de una pandemia que nos hizo parar y reflexionar por primera vez en muchos años, si con el retorno a un a cierta normalidad pocas o muchas personas decidirán tomar riesgos para reorientar sus trabajos. Aunque, por las estadísticas de estrés, problemas de salud mental, peticiones de empleo remoto y necesidad de conciliación, da la sensación de que comienza a ser apremiante un cambio vital no solo para miles, sino ya para millones de ciudadanos españoles.