Aunque la frase original de “cañones o mantequilla” se atribuye habitualmente al ministro de propaganda nazi Goebbels, que la habría usado en un discurso del año 36, parece que el primero en formularla fue el secretario de Estado Woodrow Wilson, el presidente norteamericano que finalmente entró en la I Guerra Mundial, en abril de 1917. Y es que las tentaciones aislacionistas de los Estados Unidos que hoy propugna Trump vienen de lejos y al comienzo de la II Guerra Mundial también se volvieron a manifestar.
Mussolini distribuyó carteles con la versión italiana de la frase para explicar a los italianos por qué en tiempos de guerra escaseaban los alimentos y para pedir a la población comprensión y sacrificio. De hecho, no parece que fuera una versión muy afortunada, porque -a diferencia de americanos y alemanes- la mantequilla no es muy significativa para la cocina italiana. Debió ser que poner “olio o canoni” no sonaba lo suficientemente marcial.
Del 2% al 5%
El caso es que la actual primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ya hace días que maniobra en este contexto. Si hasta hace bien poco el objetivo de alcanzar el 2% del PIB en gasto militar se consideraba un compromiso suficiente, ahora Trump ya exige que se llegue al 5%. Para muchos países esto representaría casi triplicar el esfuerzo en gasto militar. Especialmente para los de la Europa suroccidental -Portugal, España, Italia y también Francia- que son, por otro lado, los que ven la amenaza rusa a más distancia.
Las tentaciones aislacionistas de los Estados Unidos que hoy propugna Trump vienen de lejos y al comienzo de la II Guerra Mundial también se volvieron a manifestar
En contrapartida, los países exsoviéticos del Báltico y la misma Polonia ya van muy avanzados en esta carrera. Hace pocos días, Donald Tusk, que pasa por ser el más razonable y europeísta de los políticos polacos, ya manifestaba que ellos habían superado el 4% -4,2, exactamente- en gasto de defensa en 2024 y planeaban llegar al 4,7% en 2025. La economía de Polonia, por otro lado, es una de las más dinámicas de la UE. Un dinamismo que no comparten los países bálticos, lo que vuelve a poner en duda la correlación entre ambas variables, gasto militar y PIB.
A merced del amigo americano
Dijeron que Meloni, con un gasto militar del 1,46% del PIB en 2023, ya maniobra para no aparecer como la gran incumplidora de los compromisos vigentes. Así le es especialmente relevante si pretende ejercer de puente entre los Estados Unidos de Trump y Europa. La conexión podría establecerse a través de Elon Musk y su sistema de telecomunicaciones aplicado a la defensa. SpaceX proporcionaría servicios de cifrado al Gobierno italiano y infraestructura de comunicaciones para su ejército y los servicios de emergencia. Así chocaría con un proyecto competidor de la Unión Europea, previsto para 2029.
Meloni necesita hacer muchos equilibrios para hacer efectivos compromisos y ambiciones
Con una opinión pública tradicionalmente muy contraria a la guerra, un aliado parlamentario -Matteo Salvini- poco propenso a aumentar las tensiones con Rusia y un endeudamiento y un déficit público entre los más elevados de los grandes países europeos, Meloni necesita hacer muchos equilibrios para hacer efectivos compromisos y ambiciones. Las últimas elecciones locales y regionales ya le infringieron un inesperado correctivo y ahora pide que a efectos de déficit fiscal, Europa no tenga en cuenta el nuevo gasto militar.
Esto último no debería ser un objetivo inalcanzable. Nórdicos y centreeuropeos eran los llamados países frugales porque eran los más exigentes en volver a la disciplina presupuestaria y los más reticentes a mancomunar cualquier endeudamiento. Ahora, sin embargo, son los que sienten más cercana la alenada del oso ruso y, por lo tanto, los más propensos a exigir la solidaridad de aquellos países del sur que durante mucho tiempo han considerado unos malgastadores impenitentes.
Y es que el gran riesgo de la pretendida escala de armamentos es que cada socio europeo tire por su lado, con el resultado de debilitar el conjunto y quedar mucho más a merced del amigo americano.
Las armas, como las vacunas
Precisamente, en la Comisión Europea encontramos lo que podría ser el desatascador de la situación. Si Meloni pide que se aplique la misma tolerancia presupuestaria en el gasto militar que en los gastos generados por la covid, la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyden, ya apuntó en verano que se podría repetir también la estrategia de las compras conjuntas de armamento, como ya se hizo con las vacunas y el material anticovid. Hospitalizada la presidenta durante las últimas semanas de diciembre y comienzos de enero, hay que esperar que el prudente silencio de la Comisión Europea ante las desavenencias de Trump hacia Europa se convierta -como durante la pandemia- en un liderazgo firme e inteligente.
De hecho, uno de los grandes problemas de la defensa europea es la heterogeneidad del armamento. Una heterogeneidad que no sería un problema en los viejos escenarios en que cada estado asumía exclusivamente la misma defensa, pero sí que lo es en la eventualidad de que todos tengan que colaborar en defender un frente común. Lo hemos visto en Ucrania, donde a pesar de que mucho material era estadounidense, los soldados han tenido que pasar por períodos específicos de instrucción y adiestramiento para cada entrega específica de armamento. Y no solo eso. En la moderna guerra convencional, es cada vez más relevante la facilidad de comunicación entre todos los sistemas de ataque y de defensa, la internet de las cosas aplicada a la defensa. Múltiples orígenes de estos sistemas dificultan la integración efectiva bajo un mismo mando.
¿Y Sánchez, qué?
El gobierno español, mientras tanto, mantiene un discurso inamovible de cumplir el compromiso de alcanzar el 2% del PIB en materia militar en 2029. Teniendo en cuenta que ya el año pasado lo pasó sin presupuestos y que este año lleva el mismo camino, tendrá que hacer también muchos equilibrios para conseguir hacer efectivo el progresivo incremento del gasto militar previsto. Por ello, es bien probable que por poco que desde la Comisión Europea insistan, Sánchez sea de los primeros en apuntarse a las compras conjuntas de armamento. Ya se sabe que cuando los compromisos y los malos tragos vienen de Europa, son mucho más fáciles de hacer tragar a todos.
La imprescindible cooperación europea
No obstante, a medio plazo mal iremos si todo lo que hacemos es comprar armas a los Estados Unidos como quiere, aunque de momento no lo diga, Trump. Europa ya tiene suficiente experiencia y con suficiente éxito para fabricar artefactos conjuntamente, sobre todo en el ámbito aeroespacial. Iniciativas conjuntas que buscan replicarse en materias como el sistema de navegación por satélites Galileo -alternativo al GPS norteamericano- o la iniciativa para desarrollar y fabricar semiconductores fotónicos y de última generación. Por lo tanto, sería urgente abordar de una manera similar la fabricación de armamento propio, para que al menos la mantequilla -o el aceite- que no consumimos no vaya a parar a los bolsillos norteamericanos.
Seguridad y estado del bienestar
Sea en un porcentaje o en otro, sea con material propio o comprado a los americanos, un aumento del gasto en defensa parece lamentablemente inevitable. No podemos desvincularnos de los países occidentales y aunque alguno lo haga militarmente, como por ejemplo Suiza, el esfuerzo defensivo -desde los refugios atómicos al servicio militar obligatorio de por vida- no son menores.
A corto plazo, seguro que la dicotomía entre bienestar y seguridad irá en detrimento del primero. A medio y largo plazo, no tiene que ser así. Dependerá de qué manera implementemos esta seguridad. De hecho, el acierto en las decisiones sobre el nivel de esfuerzo y la destinación de este esfuerzo condicionan toda nuestra vida, individual y colectiva. Como europeos, más que nunca, nos encontramos en esta encrucijada.