En esta última semana, el sector ganadero se despertó tocado por dos noticias que lo afectaban negativamente: la tensión de precios que está viviendo el sector lácteo, que dificulta la continuidad de estas explotaciones, y la ya presente disminución drástica de las exportaciones de porcino hacia China. Solo faltaban las recientes declaraciones del ministro de Consumo del Gobierno español, Alberto Garzón.
El sector rural (agrario, ganadero y forestal) es menospreciado continuamente por una sociedad demasiado desarraigada de sus orígenes y que parece no recordar que los alimentos no crecen en las estanteries de los supermercados. Esta desvinculación de la población urbana con el sector agroganadero, a parte de herir a aquellos que hacen posible que tengamos una alimentación saludable, con un alto control sanitario y de proximidad, puede acabar consiguiendo lo que por otro lado todos los políticos parece que luchan para evitar, el despoblamiento rural.
Si desglosamos estas tres características que se han citado de los alimentos que nos llegan a mesa procedentes de la ganadería y campesinado de nuestro país, veremos la gravedad de las declaraciones del ministro Garzón y la importancia de este sector.
Saludable
El ministro Garzón ha considerado en su comunicado que el consumo de carne no es saludable para las personas y que se muestra seriamente preocupado por la población del país. Existen infinitud de estudios que demuestran las propiedades nutricionales de la carne y, por lo tanto, no entraremos en este debate. Sí es cierto que no es precisamente saludable comer carne en todas las comidas del día, siete días a la semana, del mismo modo que no lo es hacer lo mismo con el pescado, el azúcar o, sobre todo y respecto al que no ha hecho ninguna declaración el ministro, pero sí la multinacional Nestlé, los alimentos ultraprocesados.
Lo que hace que una dieta se desequilibre son las proporciones de estos alimentos en cada comida, pero no por este hecho los alimentos que la componen no son saludables
La dieta mediterránea, tan querida y estudiada en todo el mundo, se basa en una dieta equilibrada de aquello que sale de nuestra tierra: huevos, vegetales, carne, fruta, pescado, frutos secos... Lo que hace que una dieta se desequilibre son las proporciones de estos alimentos en cada comida, pero no por este hecho los alimentos que la componen no son saludables. Y esto ya es responsabilidad de cada consumidor.
Alto control sanitario
Los estándares de calidad y el control oficial que reciben los alimentos de la Unión Europea son, con diferencia, los más exigentes del mundo. Nuestros ganaderos y ganaderas se tienen que ceñir a unas leyes de bienestar animal, de control de enfermedades y de residuos farmacológicos, de gestión de las deyecciones, etc., que no se dan en ninguna otra parte. Este hecho hace encarecer los costes de producción por el bien de los animales producidos dentro de la UE. A menudo, como consumidores, no damos suficiente importancia a estos sellos de calidad y sí, en cambio, a nuestro bolsillo. Si exigimos mejores condiciones para los animales y consumimos carne importada de terceros países por su precio más bajo, nos estamos contradiciendo.
Durante el confinamiento fruto de la pandemia parecía que la sociedad valoraba finalmente la tarea de los ganaderos y consumía productos locales
De proximidad
Y la más importante. El sector primario de nuestro país es, sin duda, el que sustenta a más de tres cuartas partes de nuestro territorio, aquel que no está urbanizado. A menudo se cree que si los y las campesinas desaparecen de nuestras tierras no sería un problema tan grave: del mismo modo que compramos el textil en otros países, compraremos los alimentos. Existe una gran diferencia entre otros productos que importamos y los alimentos y es que estos son materias de primera necesidad y en caso de escasez, por mucho que queramos comprar-las, la venta no estará asegurada. Tener alimentos de proximidad, no solo nos beneficia porque evitamos emisiones de efecto invernadero reduciendo los kilómetros de transporte, sino que es clave para otros muchos aspectos de gran importancia: la gestión del territorio, evitar la despoblación rural, gestión de prados y pastos, evitar el abandono de tierras de cultivo, asegurar la soberanía alimentaria, gestión forestal, disminución del riesgo de incendios y un largo etcétera.
Los ganaderos y ganaderas, labradores y labradoras, están desgastados de esta imagen que se fomenta de ellos desde la ciudad y, sobre todo, de que no se valore su gestión del medio natural. Durante el confinamiento fruto de la pandemia parecía que la sociedad valoraba finalmente su tarea, consumía productos locales, crecía el vínculo entre productores y consumidores... puesto que, de repente, solo importaba lo que realmente era importante: la salud y la alimentación. Ha quedado claro esta semana que la memoria nos falla.