Estos días una de las preocupaciones que encontramos en la prensa es: aguantará Internet? Se colgará Netflix? Quizás es una anécdota pero también evidencia el hecho de que TODOS ya vivimos en un mundo digital. Alto!, todos, pero no todo! Todavía hay pequeños reductos que resisten esta invasión! Entre estos, la lucha contra el coronavirus.
Somos uno de los países con más smartphones, más uso de Whatsapp, Instagram, Wallapop, Google maps, Facebook, Twitter y tantas otras apps que s´han convertido en el lugar donde nos encontramos y compartimos nuestras vidas. De hecho, necesitaríamos una segunda o una tercera vida para atender sólo los grupos de whatsapp que se han formado!
"Los smartphones son un instrumento idóneo para medir, conocer y aislar epidemias! Ya se ha hecho en Corea y China"
Los smartphones son una herramienta extraordinaria de captura de información, comunicación y servicios personalizados, son como sensores con patas –nuestras patas– con los que podemos interactuar. Parece pues un instrumento idóneo para medir, conocer y aislar epidemias!
De hecho, esto es lo que han hecho en Corea y en China, con estrategias un poco diferentes pero con la misma finalidad.
En Corea han usado una app destinada a los posibles infectados a quiénes se les ha pedido confinamiento. La app es sencilla, pide que introduzcas los datos de salud como por ejemplo la temperatura diariamente y utiliza geolocalización para controlar el seguimiento del confinamiento. Este es un sistema simple con una app hecha a toda prisa, pero que ha resultado muy efectiva para retrasar la propagación del virus.
Los chinos han puesto en marcha un sistema más sofisticado. La manera de funcionar es similar, pero de uso obligatorio para toda la población de las zonas afectadas. A los no confinados se les indica si es aconsejable o no acercarse a un lugar mediante un código de colores de tipos semáforo: verde, naranja y rojo. También usa geolocalización.
"¿Hay que renunciar a la privacidad a cambio de ser más efectivos en la lucha contra pandemias?"
Ambos casos son muy buenos ejemplos de cómo utilizar los smartphones como sensores que capturan instantáneamente datos de una cantidad enorme de la población, dan feedback inmediato a coste prácticamente cero y con total escalabilidad. El nivel de resolución en la propagación de la epidemia y la eficacia de los cortafuegos son irrefutables. Ahora bien, en ambos casos hay carencia de privacidad, las autoridades conocen los movimientos y la situación de cada ciudadano.
No es sólo esto, es también un gran ejemplo de uso de datos y creación de datasets que pueden ser estudiados por diferentes grupos de análisis, investigación y empresas.
Hay que renunciar a la privacidad a cambio de ser más efectivos en la lucha contra pandemias?
Seguro que hay diferentes opiniones, pero también seguro que estas aplicaciones se pueden ajustar de forma que tengan el grado de privacidad que la sociedad quiera. Por ejemplo, la administración puede sólo pedir, y no imponer, el uso de estas aplicaciones y sólo con esto ya tendría una muestra bastante significativa. Se puede hacer que los datos sean anonimizados, que sólo sea obligatorio por grupos de riesgo, que se pueda actuar si se incumplen las restricciones o no, o sólo en algunos casos, etc...
También el servicio es muy mejorable respecto al que hemos visto en Corea o en China, se podrían hacer visitas médicas virtuales y con bots para los casos leves, dirigir a los centros hospitalarios menos saturados, alertas de zonas de más riesgo... Es decir, se trata de disponer de una administración digital en un mundo que hace tiempo que lo es. Y también de crear ciudadanía con conciencia y civismo digital que haga posible que todos ayudamos a tener un retrato de la situación instantánea y mejor sobre la que poder actuar.
"Metabiota predijo que el 3 de marzo de 2020 habrían 127.000 casos del virus en todo el mundo, se pasó de unos 30.000 pero seguro que había muchos casos no declarados (aún así estaban dentro de su margen de error)"
De hecho pero, esta exactitud en la identificación de pandemias ya existe. Ahora bien, sólo funciona bien al inicio. El 30 de diciembre de 2019, una empresa norteamericana, Blue-Dote, y un servicio automático, el HealthMap del Boston Children's Hospital que presenta un modelo de otra empresa, Metabiota, ya alertaban de un foco de neumonía potencialmente peligroso en Wuhan (China). Las dos empresas lo que hacen es rastrear Internet, usando algoritmos de lenguaje natural, las noticias oficiales de salud de todo el mundo, focalizándose en aquellas enfermedades de alta prioridad que pueden resultar peligrosas.
Los resultados son muy notables; por ejemplo, Metabiota predijo que el 3 de marzo de 2020 habrían 127.000 casos del virus en todo el mundo, se pasó de unos 30.000 pero seguro que había muchos casos no declarados (aún así estaban dentro de su margen de error).
Todos estos sistemas pero resultan menos fiables a medida que avanza la epidemia porque no se dispone de datos bastante exactos y muchos gobiernos no acostumbran a hacerlas públicas con suficiente nivel de detalle. Otra vez, el problema son los datos.
No todos estos datos dependen pero de su aportación directa por parte de los ciudadanos. Estos días hemos visto como China, muchas de las cámaras que habitualmente se usan para reconocimiento de personas y vehículos, se han dotado de sensores infrarrojos que miden la temperatura a distancia alertando directamente a la policía. También los robots con cámaras que circulan por las calles y las grandes superficies o los cascos con cámaras que lleva la policía. No sólo esto, en los aeropuertos las cámaras y mesitas tenían estos sensores identificando a la persona y al mismo tiempo, su temperatura corporal.
"El Barcelona Supercomputing Center (BSC) ha puesto en marcha un proyecto de modelado de posibles vacunas del coronavirus con Grífols y otras empresas"
Los elementos que hacen falta en un país digital van más allá del control, la detección y la prestación de servicios, aunque sean iniciales. Confinar a la población nos enseña que es una administración que está cerca. No es una administración que está en tu distrito sino una administración que está a un clic de distancia y que funciona bien digitalmente, enl móvil, en la web o por voz. Sólo hay que ver como está de colapsado el 061 o que se pida aplazamiento de las elecciones porque no hay voto electrónico, para entender como de lejos estamos de este objetivo.
Un país digital es un país que dispone de herramientas y herramientas que una sociedad ha hecho suyas y usa habitualmente, con políticas de datos comunes, con transparencia y un ecosistema de muchas organizaciones públicas y privadas que hacen uso compitiendo y colaborando. En este camino hay muchas lecciones por aprender de China y Corea.
Tenemos que mejorar mucho, pero también tenemos buenos ejemplos. Por ejemplo, el Barcelona Supercomputing Center (BSC) ha puesto en marcha un proyecto de modelado de posibles vacunas del coronavirus con Grífols y otras empresas. Son cosas como esta las que nos hacen falta para ser un país digital!