Una mala dialéctica entre Barcelona y el resto del país nos ha llevado, por diversas razones políticas y electorales, a pensar en una Catalunya dual con una óptica centralizadora, donde todo comienza y termina en la capital catalana, despreciando al resto del país, o como dicen algunos, con poco acierto, el "territorio".
El desarrollo económico de un país tiene mucho que ver con su estructura territorial, su historia, geografía, movilidad, economía y organización política. Un proyecto de país puede conformar un territorio, y un territorio conforma una identidad de país; por lo tanto, nos conviene un nuevo proyecto para Catalunya basado en el fortalecimiento de territorios diversos, empoderados, bien comunicados y que actúen como motores económicos del país.
Tenemos algunos tópicos mentales bien arraigados que son absolutamente falsos, pero que condicionan un buen análisis de lo que hay que corregir a escala territorial:
1. Vivimos en un país donde podemos elegir a nuestros representantes políticos. Esto es parcialmente cierto. Los países democráticamente avanzados son más prósperos porque, entre otras razones, implican a su ciudadanía en ser corresponsable y entienden que es difícil exigir más impuestos sin poder elegir a los políticos que deberán establecerlos y gestionarlos. Aquí, por el contrario, la realidad es que seguimos teniendo dos gobiernos territoriales, los consejos comarcales y las diputaciones provinciales, que representan el tercer presupuesto en magnitud del país, donde no se nos permite participar electoralmente y, por lo tanto, disfrutan de poca legitimidad democrática.
Barcelona y el Barcelonès son receptores netos de la inversión acumulada de 40 años de Generalitat
2. Seguramente aún tenemos la imagen de que la rica Barcelona financia al resto de comarcas, y no hay nada más falso. Barcelona y el Barcelonès son receptores netos de la inversión acumulada de 40 años de Generalitat. Lideran la inversión ferroviaria del Govern, el gasto en la gestión de la movilidad, y reciben la máxima concentración de financiación en centros de innovación e investigación participados por la Generalitat. La aspiradora barcelonesa funciona bastante bien y es alimentada por las aportaciones de superávit de comarcas muy dinámicas como la Selva, la Garrotxa y la Segarra, entre otras. La industria crece fuertemente fuera del Barcelonès, y la capital lo hace con servicios, en muchas ocasiones de bajo valor añadido.
3. Tenemos ámbitos de gobernanza adecuados en los territorios para el volumen de población que tienen. De nuevo, es falso. Hay que tener presente que Barcelona tiene un País Vasco detrás. El Vallès es más grande y más potente que Bizkaia, el Baix Llobregat es como Gipuzkoa y el Maresme como Álava. Sorprendente, ¿verdad? Pues ninguno de estos territorios catalanes dispone de la autonomía política y financiera que tienen las diputaciones vascas, ni nada que se le asemeje en términos de empoderamiento territorial. Piensen en el Aran, en todas las comunidades autónomas uniprovinciales y en los once consejos insulares de las islas, que disponen de gobiernos propios con amplias competencias en territorios similares a las regiones/nodos/urbanidades complejas que tenemos en Catalunya.
Barcelona tiene un País Vasco detrás. El Vallès es más grande y más potente que Bizkaia, el Baix Llobregat es como Gipuzkoa y el Maresme como Álava
Desde 2010 no hemos avanzado mucho en el modelo territorial. Haber tocado el modelo de las diputaciones para pasar a un modelo de veguerías ha llevado al bloqueo de la ley catalana por parte del Tribunal Constitucional (TC) y hasta ahora no hemos sido capaces de salir del atolladero y hemos quedado paralizados sin alternativas innovadoras.
No tenemos el mapa territorial político que quisiéramos, pero podríamos tener un proyecto de país alternativo transitorio que no pase por un sistema de coronas de gradual periferia como está pensado actualmente, sino que es necesario repensar el país como un modelo neuronal con siete espacios metropolitanos y cinco subámbitos metropolitanos que agrupen poblaciones entre los 500.000 y un millón de habitantes, con ecosistemas de conocimiento universitario y económicos potentes que ya son una realidad hoy en día, pero que no están reconocidos ni tienen las competencias para ejercer como verdaderas metrópolis, como las tiene Barcelona con su ley de capitalidad.
Es necesario repensar el país como un modelo neuronal con siete espacios metropolitanos y cinco subámbitos metropolitanos que agrupen poblaciones entre los 500.000 y un millón de habitantes
Evidentemente, para ejercer y desplegar todo su potencial de manera complementaria con el resto de metrópolis, deberían disponer de presupuesto, de agencias de cooperación público-privadas, con cogobernanzas para fijar las estrategias en las inversiones, investigación e innovación, formación profesional, etc. No tendríamos un modelo de participación electoral directa, pero pondríamos las bases para crear una realidad paralela a la de los viejos mapas territoriales intocables para algunos. Es muy interesante que, sin haber puesto ninguna base para el debate ni, como Govern, haber creado un nuevo modelo territorial, los departamentos de Sanidad, Educación y el SOC ya están creando áreas de gestión similares que responderían a la propuesta que aquí se formula, pero tristemente estamos poniendo los carros delante de los caballos.
Este modelo neuronal de territorio debería estar fuertemente tejido en el ámbito de la movilidad, especialmente ferroviaria. No es una utopía pensar en conectar todo el país a una hora de distancia de Barcelona aprovechando y adaptando la red de alta velocidad con nuevas estaciones para que circularan servicios regionales, haciendo un modelo jerárquico para conectar todos los puntos del sistema.
Es sencillamente creer que otro modelo es posible, que el equilibrio territorial se puede gestionar con una mirada de polaridades metropolitanas. Necesitamos, sin embargo, que la ciudadanía y las instituciones de estas áreas se movilicen e impulsen un gran debate territorial y de modelo de futuro, aunque transitorio, hasta un pleno reconocimiento político de estas potentes realidades territoriales que tenemos y se puedan designar democráticamente a sus representantes. No es una utopía, en Fem Vallès ya hace tiempo que se ha comenzado este debate y es necesario que se sumen los demás territorios. Urge, y se podría aseverar que así se reforzaría la metrópoli barcelonesa, y Barcelona tendría a su lado un país más próspero, equilibrado, más sostenible y bien comunicado.
Cuatro grandes partidos catalanes, que representan sobradamente la mayoría absoluta del Parlament, recogen en sus programas electorales de las últimas elecciones autonómicas propuestas de un nuevo modelo de gobernanza territorial con diferentes nombres, pero con un mismo espíritu federalizador, de reconocimiento de realidades metropolitanas, realidades urbanas complejas, múltiples centralidades o red nodal.
Todos son conscientes de que el modelo actual no responde a las necesidades del país y que es necesario activar con urgencia un nuevo modelo territorial, miren si no el contenido de sus programas electorales:
- Partit dels Socialistes de Catalunya: "Avanzar hacia una nueva gobernanza que reconozca el rol esencial de los ayuntamientos. Catalunya debe avanzar hacia una nueva gobernanza multinivel de carácter federal basada en los principios de cooperación y lealtad institucional". Esquerra Republicana de Catalunya: "Iniciar la formulación de los planes directores urbanísticos de las ciudades reales, en la línea del iniciado PDU del ámbito metropolitano del Camp de Tarragona. En Catalunya hay unas cuantas realidades urbanas complejas, de carácter supramunicipal, que exigen una visión conjunta. Más allá de lo ya previsto en el PDU metropolitano de Barcelona, es necesario extender la visión supramunicipal a las conurbaciones existentes".
- Junts per Catalunya: "No podremos afrontar el reto de la cohesión territorial si no transformamos un país de coronas alrededor de la capital por una red de matriz colaborativa entre territorios, situando y fortaleciendo polaridades socioeconómicas" y "desarrollaremos la creación de nuevos ámbitos metropolitanos en colaboración con los consejos comarcales y las actuales diputaciones".
- Catalunya en Comú: "Debemos avanzar hacia una Catalunya nodal en todo el territorio y estos nodos se convierten en los nodos impulsores, estratégicos y relacionales con garantías de servicios en el territorio. Nos imaginamos un país de múltiples centralidades, un país en red nodal, y en este imaginario la estrategia, la concertación, los acuerdos y las políticas deben construirse desde el diálogo".
Queda claro, pues, que hay un consenso entre ellos en esta necesidad, que quiere evitar abrir la caja de los truenos del statu quo político actual con los consejos comarcales y las diputaciones. Demasiados cargos bien remunerados no electos en juego, y ya se sabe que con el pan y los favores políticos no se juega, tristemente, pero nunca como ahora, en las voluntades de tantos partidos, se había avanzado coincidiendo en el objetivo. Es necesario aprovecharlo para generar un consenso parlamentario amplio y abrir una mesa de trabajo transversal para ver cómo se podría estructurar el nuevo modelo, definir las áreas a reconocer, definir las competencias metropolitanas, definir los instrumentos para gestionarlo y vincularlo al ámbito de la movilidad global. No es fácil, pero es posible. Es necesario ahora el impulso del actual Govern para dar los primeros pasos. Hace un año este tema no estaba en las agendas de los partidos políticos, pero en estos momentos la sociedad catalana vería con muy buenos ojos esta iniciativa, y no hace falta decir los polos económicos del país