La historia del cava catalán es la de una "desgracia" que podría haber tomado otro rumbo para convertirse en un producto glamoroso como el champán francés o los espumosos italianos. Una bebida ligada a la zona del Penedés que producía vinos espumosos de alta calidad y que en 1972 logró un golpe de efecto con la Denominación de Origen (DO) Cava para regular y proteger la producción. Decadas de popularidad a nivel nacional e internacional, con anuncios televisivos millonarios y una facturación elevada, mientras poco después vivía la otra cara de la moneda con el boicot anticatalán, la apuesta por una producción masiva, la baja remuneración a los agricultores, escisiones y la venta de dos emblemas a inversores extranjeros: Freixenet y Codorniu. Una historia con un desenlace triste y nostálgico de un pasado que lo prometía todo.
¿Cómo se ha llegado a la situación actual? Uno de los grandes factores es la sobreproducción y la comercialización masiva que han provocado una percepción de que el cava "era más accesible y menos exclusivo". Así lo cuestiona Xavier Roig, ingeniero y conocedor del sector, en VIA Empresa: "¿cómo puede ser que se venda una botella de cava catalán en el supermercado a dos o tres euros si es mucho más caro producir un tapón de corcho, una botella, un bozal, el transporte para distribuirlo y los márgenes comerciales?". "Cualquiera puede imaginarse de qué calidad será el producto con este precio, por mucho que haya anuncios publicitarios hablando de las bondades", continúa Roig.
Otra consecuencia del cambio de modelo tiene que ver con la competencia de otras regiones con vinos espumosos, como el champán francés, el prosecco italiano o los espumosos de otras regiones. Y de ahí los bajos precios que se pagan a los agricultores catalanes que reciben medio euro por kilo, mientras que los italianos reciben entre dos y tres euros y los franceses seis por la uva que recogen.
Roig: '"Hay tendencia a confundir productividad con competitividad y, por lo tanto, a hacer de tacaños y lograr, al final del proceso, el desprestigio y la falta total de glamour"
La comarca del Penedés, principalmente, pero también otras, ha entrado en una espiral de caída de precios con artículos de los principales medios franceses en los últimos años que "no ayudan", señala el experto. “La honte: 0,30 euros, c’est le prix du kilo de raisin que paieront les grands groupes de Cava cette année!” (¡Qué vergüenza: 0,30 euros, es el precio del kilo de uva que pagarán los grandes grupos de Cava este año!, 2019), es un ejemplo. Sin embargo, desde hace dos años Freixenet ya lo paga en torno a los 50 o 60 céntimos.
"Hay tendencia a confundir productividad con competitividad y, por lo tanto, a ser tacaños y lograr, al final del proceso, el desprestigio y la falta total de glamour que conllevan, en consecuencia, la pérdida de la clientela de calidad", continúa Roig, quien también plasmó esto en el análisis La verdad del vino está en el precio de la uva ampliamente viralizado en las redes
La "guerra" del cava y la "invisibilización" en los medios catalanes.
Los anuncios para la campaña de Navidad, donde aún se concentran las ventas de cava a pesar de la apuesta por la desestacionalización, eran siempre muy esperados a principios de los años 90 y 2000. La competencia entre Freixenet y Codorniu también se reflejaba publicitariamente. Estrellas del mundo del entretenimiento y el deporte por parte de Freixenet, frente a puestas en escena corales en el caso de Codorniu, controlado entonces por la familia Raventós. La primera apostaba por el volumen y la expansión internacional, mientras que la segunda prefería vender glamour, lo que ya se notaba en el etiquetado de las botellas.
Unas décadas de popularidad, mientras poco después se vivía la otra cara de la moneda con el boicot anticatalán y la apuesta por una producción masiva
Sin embargo, a finales de los años 90 hubo una "chispa" que hizo estallar la guerra entre los dos gigantes catalanes: Freixenet y Codorniu. La segunda denunció a Freixenet ante el Consejo Regulador del Cava exponiendo que atendía las exportaciones con un cava que "no había madurado los nueve meses que establece el reglamento del sector". Esta acusación fue contestada por Freixenet denunciando que su oponente utilizaba "la variedad de uva pinot noir", tampoco incluida dentro de la normativa mencionada.
La cruzada de acusaciones se fue ampliando y en agosto de 1996, Codorniu decidió llevar el conflicto a la justicia ordinaria y demandó a Freixenet por competencia desleal en los juzgados de Vilafranca del Penedès. Freixenet respondió con otras demandas y Codorniu acudió al Tribunal de Defensa de la Competencia. En junio de 1997, el Ministerio de Agricultura multó a Freixenet con dos millones de euros (345 millones de pesetas), pero Freixenet impugnó la sanción y el Tribunal Supremo suspendió las multas hasta que se concluyeran los recursos. Ahora estas multas han sido anuladas y el resto de demandas han ido siendo desestimadas en una guerra en la que no ha habido ni vencedores ni vencidos.
Una década después, "firmaron la paz" y retiraron las demandas judiciales a través de un pacto muy "discreto", según afirmaba La Vanguardia en 2006, y acordaron impulsar el sector, que llevaba dos años sufriendo boicot.
De Carod-Rovira en otoño del 2017: empieza el boicot al cava
A lo largo de los años, y como resultado de los cambios políticos en Catalunya, muchos sostienen que el cava "es otra víctima de la situación catalana". A pesar de ser un producto emblemático y producirse en muchas comunidades autónomas, se identifica principalmente con Catalunya. El boicot comenzó a finales de 2004, cuando Josep-Lluís Carod-Rovira, líder catalán republicano, cuestionó el apoyo de Catalunya a los Juegos Olímpicos Madrid 2012. Días después, el dirigente catalán admitió que se dejó llevar por un arrebato de mal humor y reconoció que fue un "error". Casualidad o no, la disculpa de Carod llegó unas horas después de que se supiera que un empresario del Penedès había perdido un encargo de 80,000 botellas de cava. Inmediatamente comenzó una campaña a través de mensajes de móvil contra el consumo de cava catalán para Navidad.
En muchos supermercados de todo el Estado se podía encontrar carteles de "tenemos cava no catalán"
Codorniu llegó a perder 9 millones de euros de facturación en el primer semestre de 2005 en parte debido a la campaña contra los productos catalanes, según aseguró el director de la compañía, Xavier Pagès. Freixenet también afirmó que había perdido un 4% de las ventas. Las respuestas de ambas empresas fueron invertir más en publicidad para contrarrestar el efecto. Es por eso que aumentó aún más el boicot al conocer las reuniones de Carod-Rovira con la banda armada ETA y que en muchos supermercados se podían encontrar carteles de "tenemos cava no catalán". Incluso, un vinatero vallisoletano, propietario de la empresa Saboreal, confesaba que estaba muy agradecido por lo que llama "el efecto Carod", en relación con sus vinos espumosos.
Según este vinatero, que estaba cerca de la quiebra, las ventas se multiplicaron por dos gracias al boicot, pasando de 2,000 botellas vendidas a 4,000. "Todas las existencias se han vendido", afirmaba eufórico a los medios de Madrid.
A finales de 2017 y con la celebración del referéndum del 1 de octubre y la posterior declaración unilateral de independencia de Catalunya, las ventas de cava fuera de Catalunya aumentaron un 30%, con Extremadura, La Rioja o Valencia con resultados históricos e incluso del 90% en ciertas bodegas. Muchos de ellos afirmaban a El Español que celebraban el boicot catalán ya que "ni con 10 años de publicidad lo habrían conseguido", como es el caso de Bodegas Langa con sede en Calatayud, Zaragoza. El mismo Xavier Pagès, que en 2017 era presidente de la Denominación de Origen Cava (DO Cava), anunció una caída en Catalunya del cava catalán de cerca del 10%, pero evitaba el término "boicot" y prefería utilizar "turbulencias".
Con el otoño del 2017, se dispararon un 30% las ventas de cava de fuera de Catalunya
El 16 de octubre de 2017, Codorniu trasladó su domicilio social de Barcelona a Haro (La Rioja) "por la incertidumbre política y jurídica que hay en Catalunya, y para proteger los intereses de trabajadores y clientes". Posteriormente, según señalaba Crític, la intervención de la Generalitat y la convocatoria de elecciones por parte del Gobierno español mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, provocó que Freixenet decidiera mantenerse en Sant Sadurní. El entonces presidente Josep Lluís Bonet fue uno de los empresarios que más veces se pronunció en contra de la independencia, invitó al presidente español Mariano Rajoy a visitar las bodegas Freixenet y "agradeció la aplicación del 155". Declaraciones que no gustaron a muchos trabajadores de Freixenet.
La venta de los dos gigantes del cava
El año 2018 es señalado, para algunos, como el año en que el cava "dejó de ser catalán". Los grandes del cava vendieron "como si sus empresas les quemaran en las manos", señalan los expertos del sector. Tres meses después de que la alemana Henkell & Co comprara el 50,7% de Freixenet por 220 millones, un inversor de un tipo muy diferente, el fondo Carlyle, se hacía con cerca del 80% de Codorniu. Así, de golpe, el 80% del sector del cava había pasado a manos extranjeras. La primera empresa del sector engullida por un proyecto industrial basado en precios bajos; la segunda, por un socio financiero que llega con un plan de adquisiciones bajo el brazo. Ambas operaciones valoraban el 80% del sector en menos de 800 millones.
El 2018 es señalado cómo el año que el cava dejó " de ser catalán"
Parece que una vez finalizada la pandemia de la covid-19, en el año 2022, la denominada Henkell Freixenet cerró con una facturación de 1.181 millones de euros. Gracias a la apuesta por los vinos espumosos, el grupo creció un 8,5% en 2022, un ejercicio en el que se invirtieron 39 millones. En estos momentos, la marca Freixenet genera el 40% del volumen de negocio. Sin embargo, en cuanto al accionariado de Grup Freixenet está repartido a partes iguales (50%-50%) entre la empresa alemana Henkell Freixenet y Grup Freixenet (familia Ferrer), ya que cuando la Comisión Europea aprobó la operación, Josep Ferrer, presidente de honor y accionista de Grup Freixenet, hizo una ampliación de capital a través de la cual el accionariado de la empresa quedó dividida a partes iguales.
En cuanto a Codorniu, durante su último año fiscal volvió a los beneficios con un récord de ventas y celebraba ser una marca "100% ecológica". Un momento "especialmente dulce" para la empresa controlada por Carlyle, ya que en su último ejercicio fiscal, Raventós Codorniu ha obtenido la facturación más grande de la década y la rentabilidad más grande de su historia, con unas ventas de 227 millones de euros.
Ambas multinacionales han adquirido las empresas de vino espumoso por excelencia de Catalunya y han "gasificado" un sector que sus antiguos propietarios posicionaron en el segmento low-cost. "Su política va en el sentido de su inversión: inundar el mercado internacional con vino barato", continúa Roig.
Las escisiones del cava
Diversas bodegas críticas con el curso de la historia "de un precio bajo" y el desprestigio por la aproximación al modelo productivo del low-cost, "emprendieron un nuevo camino". Una quincena de bodegas optaron por salir de la DO Cava en 2014 y unirse a la DO Penedès bajo el nombre Clàssic Penedès. Como requisitos básicos, deben ser vinos espumosos de calidad 100% ecológicos y, al mismo tiempo, deben ser vinos 100% Penedès, lo que significa no solo que son vinos elaborados en esta DO en su totalidad, sino también a partir de las variedades autóctonas ancestrales. Finalmente, son vinos 100% Reserva ya que, para mantener los estándares de calidad, una de las exigencias es que los vinos pasen un mínimo de 15 meses en la bodega.
Corpinnat y Clàssic Penedès son dos de las grandes escisiones y nacimientos fuera de la DO Cava.
Además, un grupo de seis elaboradores de cava de alta gama creó Corpinnat en 2017, una marca que pretende aglutinar todos los vinos espumosos de calidad del Penedès. Corpinnat, que significa nacido en el corazón del Penedès, se ha registrado como una marca colectiva en la Oficina Europea de Propiedad Intelectual (EUIPO) y es propiedad de la Asociación de Viticultores y Elaboradores Corpinnat (Avec), integrada por seis socios fundadores: Gramona, Recaredo, Nadal, Torelló, Sabaté i Coca y Llopart.
Cuentan con viñedos 100% ecológicos, vendimia 100% manual, elaboración 100% en propiedad, largas crianzas (la mínima, a partir de 18 meses), compromiso con las variedades de viña históricas y contratos de larga duración y a un precio mínimo garantizado (0,89 céntimos el kilo de uva en 2022) con los viticultores proveedores. Y parece que por ahora les va bastante bien, ya que facturaron 26 millones de euros en 2022.
¿Qué ha hecho perder el prestigio del sector del cava en los últimos años? Aunque hay excepciones, como las mencionadas anteriormente, Roig lo tiene claro: "una internacionalización a precio bajo, el empobrecimiento del sector del agricultor hasta el comercializador, escasa ambición a la hora de querer dar prestigio a un producto, el beneficio inmediato y que poco han importado los intereses de los productores de tamaño mediano o pequeño". Y un apunte final: "Conviene reflexionar como país, y darnos cuenta de que lo que ha sucedido con el cava denota una manera de ser y de hacer". El cava catalán, la historia de un producto único que podría haber tenido un final feliz rodeado de glamour.