“En lo que va de nuestra corta gestión, hemos echado a más de 50.000 empleados públicos, hay más de 10.000 contratos (públicos) que no hemos renovado, más de 200.000 programas sociales que se habían llevado a cabo de manera irregular los hemos cancelado, bajamos el 98% de las transferencias discrecionales a las provincias, y llevamos a cero la obra pública porque consideramos que es una maquinaria de crear corrupción”. Declaraciones de Javier Milei, presidente de Argentina, a la televisión italiana. "El momento más duro será entre marzo y abril. Luego, al tocar fondo, empezará a rebotar".
Mediado el mes de febrero, cuando se cumplían escasamente dos meses de la asunción del gobierno libertario de Javier Milei, se conocían los nuevos indicadores del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, UCA, sobre la pobreza en el país, según los cuales en enero de 2024 había 3,6 millones de nuevos pobres, cifra que elevaba el porcentaje de pobreza en Argentina al 57,5% de la población. 3,6 millones de nuevos pobres que cabe atribuir a la recién estrenada era Milei y a su partido La Libertad Avanza. Por el momento, parece, hacia un destino de indigencia y carestía.
En enero de 2024, había 3,6 millones de nuevos pobres, cifra que elevaba el porcentaje de pobreza en Argentina al 57,5% de la población
Todo sucede a velocidad de vértigo en la Argentina actual. No se sabe si a causa de la ley de la gravedad de los problemas no resueltos durante décadas, si por las políticas draconianas del nuevo gobierno o por la suma de ambas. La recesión no está por llegar, ya se está viviendo. La catástrofe social avanza y el país aguarda con inquietud, impaciencia y miedo la llegada del final del verano. Analistas, políticos, politólogos y observadores, incluso los propios dirigentes y funcionarios del oficialismo libertario coinciden en que, a finales de marzo, a lo largo de abril o a comienzos de mayo, las costuras de la actual situación económica y social reventarán. Un punto de inflexión sin retorno para el proyecto sin alternativas de Milei y sus titiriteros o, por el contrario, para la desprotegida mayoría de argentinos.
Un otoño incierto y caliente
A un lado y otro del campo de batalla, las fuerzas del bloque ultraconservador y las fuerzas opositoras van acelerando sus negociaciones, sus alianzas y sus movimientos tácticos y estratégicos, posicionándose para el inevitable conflicto que está por llegar. Y hay preocupación, y mucha, por el posible estallido de violencia que la desesperación de millones de argentinos y la acción represiva de un gobierno, que tiene en la seguridad su segundo pilar de sostén, puedan acabar provocando. Un grave enfrentamiento que repita o supere con amplitud la cifra de víctimas de la crisis del año 2001.
Con el impacto del imparable aumento de los precios, las subidas anunciadas en servicios y transportes, los desalojos de los inquilinos que no pueden afrontar los nuevos alquileres, la imposibilidad de acogerse a la sanidad privada de las mutuas, los cada vez más altos costes de la educación, la caída de la demanda y una nueva oleada de despidos, factores todos ellos contrarios al gran reto de Milei, la desaceleración inflacionaria, es imposible no tener conciencia plena que la aplicación de su plan económico ha dinamitado los cimientos del país poniendo al conjunto de la sociedad argentina en la encrucijada más precaria y dramática de su historia reciente. Una coyuntura tan extrema que, en principio, parece que únicamente vayan a poder sobrevivir en ella los miembros de la otrora tan aborrecida casta.
El ajuste del 6% del PIB, como le prometió Caputo al FMI, es inviable. No hay vida tras un propósito que más bien podría calificarse de genocidio, como aseguran los economistas ortodoxos. Lo trágico es que el gobierno de Milei es más extremista que el Fondo, que exige menos de lo que el ejecutivo argentino está llevando a la práctica contra viento y marea. A empujones, bajo eslogans que parecen una broma de pésimo gusto del líder libertario, según el cual “la política de su gobierno está diseñada desde una perspectiva moral”, o con amenazas que no por frecuentes resultan menos temibles: "La motosierra y la licuadora, que son los pilares del ajuste, no se negocian. El déficit cero no se negocia. El proceso de saneamiento del Banco Central no se negocia”. Nada se negocia en la monarquía de Javier Gerardo Milei.
Todo el mundo sabe en Argentina que el plan inminente del libertario es la dolarización, una aspiración antigua y recurrente de los liberales argentinos. Naturalmente, tampoco se ignora que la mutación del peso en dólar, lejos de beneficiar a la mayoría de la población, es un gran negocio para los exportadores. Y que, por supuesto, ningún trabajador cobrará en dólares lo mismo que hoy percibe en pesos. Lo más probable es que, como ocurrió durante el período de Carlos Saúl Menem (1989-1999), suponga una demolición aún mayor de la industria y ponga de nuevo en peligro de destrucción el aparato productivo nacional. Milei no es hombre preocupado por la industria, todo lo contrario. Es hijo devoto de la economía financiera, su auténtica y única vocación.
La soñada dolarización presenta, además, un obstáculo difícil de superar: necesita dólares. Por valor de miles de millones: por lo menos14.000 millones de dólares libres de pago de importaciones. De reunirlos se encarga el ministro de Economía, Luis Caputo, al que algunos llaman el endeudador serial de la Argentina por su gestión como ministro de Finanzas, Economía y presidente del Banco Central en el gobierno de Mauricio Macri, cuando hipotecó a varias generaciones de argentinos con el compromiso de pagar durante cien años la deuda que contrajo. En la actualidad, de nuevo al frente del ministerio con más fracasos de la historia política argentina, Caputo exige a sus colaboradores que le traigan dólares, como sea y por el método que sea. Porque sin dólares, asegura, el plan de Milei no tiene sentido, es inviable. Y la compra de dólares que viene haciendo el Banco Central en el Mercado Libre de Cambios no es suficiente. También en este frente, la realidad se empeña en torcerle el brazo al mesianismo del presidente.
Para la clase media argentina, la luz al final del túnel veraniego parece apagada o en rojo
Con un 57,5% de pobreza y 7 millones de personas que pasan hambre, obligada a asumir en sus ya menguados ingresos el impacto brutal de la devaluación del peso, la eliminación de subsidios, la suspensión de obra pública, el enloquecido aumento de los precios y la congelación de salarios y del gasto del Estado, la Argentina parece estar cada vez más lejos del paraíso prometido por Milei y su cohorte de apóstoles de la economía entendida como religión. Más aún con una inflación que se mantendrá en torno al 20% mensual en los próximos meses, y muy posiblemente con nuevas desregulaciones y una devaluación en abril o mayo que se prevé inevitable. Para la clase media argentina, la luz al final del túnel veraniego parece apagada. O en rojo. Ese rojo intermitente que da la temida señal de alarma en cualquier mecanismo de seguridad.
Imaginar el destino de los más desheredados resulta, por desgracia, todavía más fácil.
La economía como religión o alquimia
Las referencias bíblicas forman parte del discurso de Milei. Él tiene asumida su función de Moisés contemporáneo, de ser un designado por las fuerzas del cielo. Un predestinado convencido de que “el Uno”, como él lo llama, lo eligió. Tocado por esa mano de Dios que, en Argentina, tanto sirve para ser campeones del mundo como para ser presidente. A Milei no le gusta la política. No quiere saber nada de ella. No le interesan sus códigos, sus reglas ni sus tiempos. Él es un fundamentalista que decide a golpes de humor o de furia. Alguien que no está dispuesto a perder tiempo negociando, escuchando las razones de los otros o demorando por razones de consenso que se hagan realidad sus urgencias. Y que repudia la realidad con la misma intensidad que la política. Por eso se enfurece cada vez que choca con ella y su tozudez.
También por eso prefiere tuitear. El presidente tuitea y tuitea sin descanso. A mediados de febrero, se calculó su dedicación diaria a la ametralladora con la que insulta y dispara contra sus adversarios que él ve como enemigos, delincuentes y traidores. El 15 de febrero, envió, en un solo día, 502 tuits, una dedicación estimada en tres horas. Tres horas de un presidente de gobierno en ejercicio.
Milei no le gusta la política. No quiere saber nada al respecto. No le interesan sus códigos, reglas ni tiempos. Él es un fundamentalista que decide a golpes de humor o de furia.
La verdad, para él, está solo en los manuales de economía, de esa economía que sin tener en cuenta el factor humano se concibe como religión y arma de destrucción para lograr el triunfo del capitalismo financiero. Milei es hombre de fidelidad extrema a las teorías y su marco mental es el de las figuraciones económicas planteadas por sus economistas de referencia. Desde adolescente, el actual presidente es aquel que, en soledad, escondido entre tratados de economía en una habitación sin ventanas, hace suya una idea que acaba de descubrir, empeñándose en ponerla en práctica según el manual de su inventor y enfureciéndose si finalmente no lo consigue, sin cuestionar en ningún momento su propio proceso de ejecución o el grado de empirismo o especulación que pueda encerrar ese pensamiento.
De hecho, el presidente recuerda a Zelig, el personaje de Woody Allen capaz de reunir en sí mismo mil y una identidades diversas cuando no opuestas. Como él, Milei ofrece una definición ideológica o económica para cada situación. Tan pronto se define como filosóficamente anarcocapitalista y antiestatista como minarquista en su vida personal, es decir, como aquel que entiende que el Estado debe limitarse a garantizar la seguridad, la defensa y la justicia, sin ocuparse en materias como la salud, la educación, las infraestructuras o las jubilaciones. Esa es su concepción del Estado que odia pero al que sirve. Un Milei cambiante del que se dice que no resiste un archivo. El más sionista de los judíos en Israel, el más italiano de los romanos en Roma, el más católico y papista de los creyentes en el Vaticano.
El absolutismo económico
Hoy, en la Argentina del fútbol, el tango, la literatura, el psicoanálisis, las dos monedas, una política anclada en el secular eje del fenómeno peronista y una crisis al parecer irremediable, mandan los economistas. O quizás sería más exacto afirmar que los alquimistas de la economía. Nigromantes o charlatanes –es difícil saberlo- de esta o aquella corriente o escuela, cada uno con su verdad y sus recetas, pero también con sus respectivos intereses y padrinos secretos, nacionales e internacionales.
Una economía de fanáticos y, como demuestra la realidad, de verdugos de guante blanco y corazón helado
En Argentina manda la economía, se habla solo de economía y se padece la economía como en ningún otro lugar del mundo. Una economía absolutista cuyos principales sacerdotes dicen contar con el favor de las fuerzas del cielo mientras ocultan el aliento de poderes mucho más terrenales. Una economía de negocios a dedo, de favores y contrafavores, de relaciones incestuosas, delictivas e impunes. Una economía de fanáticos y, como demuestra la realidad, de verdugos de guante blanco y corazón helado. Económicos son los análisis, los discursos, los planes de futuro, la pesadilla cotidiana, el miedo renovado decreto tras decreto. Y también los altavoces y los medios colonizados por los diversos grupos de presión y sus periodistas… económicos.
A Milei, sin embargo, le resulta insoportable moverse en el escenario de la política nacional en el que tiene lugar el funcionamiento de los partidos, el Congreso, los sindicatos, los gobiernos provinciales y el resto de agentes sociales. La suya, y la de sus más estrechos colaboradores, es otra geografía. La que limita con el FMI, J.P.Morgan, la banca internacional, los fondos buitre como Blackrock, los lobbys y las consultoras de Manhattan, donde algunos de ellos residían antes de entrar a formar parte del gobierno.
El Dios de ese modelo de religión no es un Dios compasivo. Por el contrario, exige víctimas. Y hoy, según sus sacerdotes argentinos, parece exigirlas de nuevo. O quizá solo sea exigencia de sus arcángeles, los miembros del gabinete presidido por Milei, el ungido. Un gobierno monoteísta en el que el único Dios es el dinero, y el único triunfo auténtico el del mercado sobre los hombres y las sociedades.
Febrero termina, como enero, con un país exhausto en el que los meses, atropellados, feroces, parecen años. Y en el que todo conduce a pensar que en el comienzo del inminente otoño va a decidirse el futuro de la vapuleada clase media argentina, lo que supone, en gran parte, el destino del país.
Muchos argentinos han vuelto a recordar lo ocurrido en Rosario, la tercera capital del país, en la aún fresca crisis del 2001. En la entrada de una de las principales villas miseria del Gran Rosario, una de las zonas industriales más castigadas por el desmantelamiento de fábricas y empresas, apareció una gran banderola que, con el típico e incombustible humor argentino, rezaba: “Bienvenida, clase media”. Hoy, dos décadas después, en todas las villas miseria y las barriadas marginales del país se está cerca de volver a poner el cartel.
Las cifras del ocaso
- Devaluación: El tipo de cambio oficial se encontraba a 391 pesos por dólar el 12 de diciembre, último día hábil del gobierno de Alberto Fernández. Tras la devaluación, aumentó a 880,6 pesos por dólar, implicando una brutal depreciación del peso del 118%.
- Inflación: Entre diciembre de 2023 y enero de 2024 la inflaciónacumulada superó el 50% (51,4 por ciento). El bimestre anterior (octubre-noviembre 2023), ya con un régimen de inflación alta, el acumulado fue la mitad, 22,2 por ciento. Fuente: Indec
- Previsiones: En el primer trimestre del año, la tasa de desempleo aumentará y se espera una contracción del PIB de entre un 3 y un 4% en el año.
- Salarios: El 20 de febrero, el portavoz gubernamental confirmó que el Salario Mínimo, Vital y Móvil subirá de 156 mil pesos para enero (sin modificación con respecto a diciembre) a 180.000 pesos en febrero y a 202.800 pesos en marzo. Esta subida del 30% en dos cuotas representa una pérdida de alrededor de 20 puntos respecto a la inflación y una sustancial pérdida de poder adquisitivo. El sindicato CGT y la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina (CTA) habían pedido una subida del 85% para llevar el mínimo salarial a 288.600 pesos y así compensar los últimos saltos inflacionarios.
Aumento de bienes y servicios
- Alquileres: La renovación de los contratos llegó con aumentos de entre el 400 y el 500%. Desregulado, el mercado dio un giro el 20 de diciembre cuando entró en vigencia el DNU 70/2024. Mucha gente pasó de pagar 60 a 250 mil pesos, y muchas familias no pudieron sostener el incremento, según fuentes inmobiliarias. El alquiler de un departamento de 50 mil pesos en el barrio de Barraca (Buenos Aires) pasó a 250 mil, una casa de 115.000 en Villa del Parque pasó a costar 680 mil. El promedio de aumentos en la renovación de los contratos fue del 400%, según denunciaron las asociaciones de inquilinos. Según la Federación Económica de la provincia de Buenos Aires (FEBA), organización que agrupa a 250 Cámaras Empresarias Bonaerenses, «los comercios más pequeños podrían recibir incrementos que oscilan entre el 430% y el 500%, según la zona y el grado de consumo”.
- Alimentación: Mientras el azúcar subió el 420% en el último año, el paquete de arroz aumentó un 500%. Algunas marcas de sal fina experimentaron incrementos promedio del 60,4% en enero, con un ajuste anual del 409,7%, en tanto que el pan de mesa subió un 43% en enero y un 300,1% en los últimos doce meses, y la leche en bolsa un 37%, con un alza anual del 273,9%.
- Combustibles: A comienzos de enero de 2024, las petroleras aplicaron un nuevo aumento de los combustibles de alrededor del 27%, que se sumó a los incrementos del 30% y 37% dispuestos el mes anterior. De este modo, en menos de 30 días la gasolina súper de YPF trepó al 125%, la Premium al 118%, el gasoil común al 124% y el gasoil Premium al 111%. Si bien el año 2023 cerró con un 220% inflación, YPF subió la gasolina súper un 266% y la gasolina Premium un 268%.
- Energía: La tarifa de la luz subirá hasta un 300%. El gobierno había dicho que los sectores medios pagarían subidas de hasta el 65% y los populares de hasta el 70%, pero los incrementos serán sustancialmente mayores, según hizo público la Secretaría de Energía el 19 de febrero. Los nuevos cuadros tarifarios de Edenor y Edesur redujeron de 9 a 4 las categorías de consumo y elevaron sustancialmente la incidencia del cargo fijo en el monto de la factura final. El mayor ajuste del cargo fijo recayó sobre los mayores consumos. Aquellos que consuman más de 600 kWh por mes pagaran un cargo fijo de 30.391,2 pesos, independientemente de su nivel de ingresos, a lo que habrá que sumarle el cargo variable y los impuestos. En esos segmentos de mayor consumo los incrementos serán de entre 240 y 300%.
También pasaron a regir los aumentos para los comercios y las industrias que se abastecen de energía eléctrica a través de estas redes. En esos casos, las subidas llegan hasta el 400%.
- Higiene personal y limpieza: El detergente líquido se encareció un 382,4% en el último año, contra un alza del IPC del 254,2%, y el champú un 378,4% anual y un 57,1% tan solo en enero. La lejía, un 43,8% mensual, alcanzando un ajuste interanual del 343,2%, y el precio de los desodorantes un 47,6% solo en enero y un 288,9% anual.
- Medicamentos: Los medicamentos subieron hasta un 320% entre enero y diciembre del 2023 y el consumo cayó un 45% desde noviembre del 2023 a enero del 2024. Se estima que se han vendido 36 millones de unidades menos de medicamentos. Tras la devaluación y la liberación de precios, el consumo de los principales fármacos cayó un 20% y la mayoría de los jubilados y pensionistas no podían afrontar el costo de los medicamentos. Dos de cada 10 personas habrían perdido el acceso a sus tratamientos.
- Canasta escolar:Con 35 artículos entre los que se encuentran útiles e indumentaria escolar, tuvo en febrero un incremento interanual del 450%. (Los rubros que más aumentaron fueron los útiles escolares, un 502%, que equivale a multiplicar por seis su valor, las zapatillas deportivas escolares un 438% y la indumentaria escolar un 380%).
- Tabaco: El sector tabacalero anunció un aumento del 300%en los precios.
Transporte
- Billete de colectivo (autobús) en Buenos Aires. Aumentó de la noche a la mañana, de 77 pesos a 270. El precio de los boletos de colectivo en las localidades del interior del país supera en su mayoría los mil pesos. El secretario de Transporte de Córdoba, la segunda capital argentina, afirmó que el boleto del transporte urbano en la ciudad costaría entre 1.100 y 1.200 pesos, mientras que "en el interior de la provincia, en el transporte interurbano tendría que regir una subida de cerca del 40% o 50% por la eliminación de los subsidios nacionales".
- Billete de metro en Buenos Aires. Precio actual, 126 pesos. La empresa anunció el plan de aumentos de la tarifa hasta el próximo mes de junio. En abril subirá a 574 pesos, en mayo a 667, y en junio a 757. De aquí a junio el precio se multiplicará por seis.
El dólar
La Argentina tiene 7 cotizaciones de dólar diferentes. El dólar del Banco Nación, cuyo precio está en los 854 pesos; el dólar turista, a 1.366,40 pesos; el dólar libre, a 1.075 para la compra y a 1.095 para la venta; el denominado contado con liqui, a 1.272,93 pesos; el dólar MEP a 1.071,19; y el llamado Riesgo País, a 1.788 pesos. (Cotizaciones a fecha 18 de febrero de 2024).
En la práctica, el dólar libre y el denominado dólar “blue” son eufemismos para denominar el dólar ilegal que se vende en el mercado negro. Si bien teóricamente está prohibido comprar y venderlos, resulta muy fácil operar con ellos por la enorme cantidad de “arbolitos” y “cuevas” que existen en el centro de las ciudades. Los “arbolitos” son los vendedores que están de pie en la calle, en particular en la calle Florida de Buenos Aires, y las “cuevas” son los lugares a los que te llevan para cambiar los dólares, en general pequeños negocios, supuestas agencias de viajes o quioscos. El dólar MEP es el que puedes comprar con dinero en “blanco”, es decir, con el dinero depositado una cuenta bancaria.