Hasta hace pocos meses, la incesante actividad económica de centros como Barcelona, Madrid, Milán o Londres recordaba el papel de las metrópolis en la economía mundial. Mercados laborales con un gran número de profesionales altamente calificados, infraestructuras de transporte globales, facilidad para los encuentros presenciales... eran rasgos distintivos de las regiones metropolitanas, y contribuían a su capacidad de innovación. Las medidas de distanciamiento social puestas en marcha para hacer frente al Covid-19 han reducido estos atractivos en gran medida. Tanto es así, que en círculos académicos y políticos, se debate sobre el papel de las aglomeraciones urbanas y las zonas rurales en la economía post-Covid.
Por otro lado, el presente contexto puede ayudar a valorar los atractivos económicos de ciudades medianas fuera de la órbita metropolitana, y de las zonas rurales. Antes de la pandemia, se observaba que el acceso a infraestructuras de comunicaciones era esencial para la innovación empresarial en ciudades medianas y zonas rurales. En Catalunya y en el resto del Estado, estas zonas disfrutan, en parte, de un fácil acceso a internet y a infraestructuras de transporte, sin los riesgos derivados del contacto social continuo de las grandes ciudades. Sin ir más lejos, en Catalunya las primeras regiones sanitarias en pasar a la fase 1 –Terres de l'Ebre, Alt Pirineu y Camp de Tarragona– incluyen una combinación de zonas rurales y ciudades medianas. Además, uno de los argumentos empleados por la Generalitat de Catalunya para defender el desconfinamiento tardío de la región metropolitana de Barcelona es, precisamente, el vínculo entre la densidad de población de ésta y la facilidad de contagio.
En Catalunya las primeras regiones sanitarias al pasar a la fase 1 –Terres de l'Ebre, Alt Pirineu y Camp de Tarragona– incluyen una combinación de zonas rurales y ciudades medianas
Los datos aportados por Eurostat apuntan a una mejora en el acceso a internet de ciudades medianas y zonas rurales. En España, el porcentaje de hogares que cuenta con acceso a internet en zonas urbanas ha pasado del 56% al 93%, entre 2008 y 2019. Durante este periodo, las ciudades medianas y las zonas rurales han recortado diferencias con las zonas urbanas. Dónde ha sido más sustancial la reducción está en las zonas rurales, pero (ver gráfico 1).
En el actual contexto, pues, la baja densidad de población de ciudades medianas y zonas rurales puede constituir un atractivo económico, unido a sus infraestructuras de comunicación. Además, las universidades presentes en estos territorios pueden ayudar a desarrollar el atractivo económico de estas regiones. A menudo, estas universidades no metropolitanas se encuentran en ciudades medianas. Estas últimas, a la vegada, se encuentran cerca de zonas rurales.
En todo Europa, las universidades no metropolitanas han ayudado a las empresas a dotarse de graduados universitarios, en ciudades medianas y en su área de influencia. En zonas todavía menos pobladas, los campus rurales han realizado una tarea similar. En Catalunya, instituciones como la Universitat de Girona, la Universitat de Lleida y la Universitat Rovira i Virgili, han ayudado a dotar de titulados universitarios a las empresas de sus regiones. La contratación de empleados con titulaciones universitarias es capital para las capacidades de innovación de estas empresas. Por ejemplo, tener trabajadores con estudios universitarios ayuda a las empresas a absorber nuevo conocimiento, y a emplearlo para desarrollar nuevos bienes y servicios, procesos productivos, o modelos de negocio.
En Catalunya, instituciones como la Universitat de Girona, la de Lleida y la Rovira y Virgili han ayudado a dotar de titulados universitarios a las empresas de sus regiones
Más allá de su tarea formativa, las universidades no metropolitanas también han contribuido a la innovación en ciudades medianas y zonas rurales a través de la consultoría y la investigación colaborativa. En Dinamarca, la Universidad de Aalborg donde trabajo ayudó al crecimiento de un clúster de telefonía móvil en su región, con acciones como el trabajo de sus grupos de investigación. En Catalunya, las universidades no metropolitanas han desarrollado unidades de conexión que orientan a las empresas en la busca de servicios de formación e investigación –incluyo aquí ejemplos de la Universitat Rovira i Virgili, la Universitat de Lleida y la Universitat de Girona. También hay que tener presente las posibles sinergias entre la contratación de graduados universitarios, y la colaboración entre empresas y universidades. En Dinamarca, es más probable que las empresas colaboren con universidades, si tienen empleados con formación universitaria; pero esta relación es más fuerte en las zonas rurales que en las zonas metropolitanas.
Por último, en ciudades medianas y zonas rurales las universidades pueden ayudar a los agentes económicos locales –empresas, administraciones, agentes sociales– a identificar nuevas oportunidades de negocio, partiendo de recursos e industrias locales. A Liconshire (Reino Unido) la Universidad de Lincoln identificó como prioritarios los sectores agroalimentario, manufacturero y de ingeniería, y el turístico. En Portugal, la Universidad de Aveiro apuntó como sectores prometedores los de las tecnologías de la comunicación y la información, el agroalimentario y forestal, el desarrollo de nuevos materiales, y actividades económicas derivadas de los recursos marinos, como los deportes náuticos.
En Dinamarca es más probable que las empresas colaboren con universidades, si tienen empleados con formación universitaria; pero esta relación es más fuerte en las zonas rurales que en las zonas metropolitanas
Así pues, las ciudades medianas y zonas rurales disponen de atractivos económicos no disponibles en regiones metropolitanas, en el actual contexto de reconstrucción económica. Además, las universidades no metropolitanas pueden desarrollar un papel clave a la hora de fomentar el desarrollo de estos atractivos económicos.
*David Fernández Guerrero es doctorando de la Universidad de Aalborg (Dinamarca). Miembro del proyecto RUNIN, financiado debajo lo programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, con la beca Marie Skłodowska-Curie No. 722295.