Estas semanas se celebra la COP29, la conocida cumbre internacional del clima, que celebra su 29ª edición en... Bakú, Azerbaiyán. El país, uno de los principales exportadores de combustibles fósiles del mundo, ha decidido acoger este encuentro de prestigio mundial para hablar sobre cómo el cambio climático está impactando nuestras economías, así como para dar paso a las negociaciones internacionales que permitan blindar la acción climática y hacerla avanzar. Sobre el papel, un evento de gran relevancia. En la práctica, una fuente de falsas promesas que nunca acaban de progresar a la velocidad que la comunidad científica lleva tiempo reclamando.
Si bien las cumbres climáticas se celebran desde hace décadas y han logrado avances importantísimos para la lucha contra el cambio climático, su legitimidad está siendo cuestionada cuando repetidamente se celebran en países que no son, ni de lejos, aliados de la causa climática. Sin embargo, quienes aún piensan que hay algo por hacer no han dejado de participar, ya sea dentro del evento o haciendo resistencia y activismo fuera de los recintos. Más allá de las novedades que ya se están filtrando sobre los acuerdos que se llevarán a cabo durante la cumbre, como la movilización de financiación para la acción climática o cómo los combustibles fósiles han sido casi ignorados como tema, lo que hace que las COP sean lo que son es, evidentemente, una cuestión filosófica. Entre bambolinas, y mientras las reuniones finalizan, analizaremos cuáles son las principales cuestiones que se esconden tras ellas.
Filosofía del crecimiento, filosofía capitalista… filosofía de los combustibles fósiles
Por mucho que busquen la solución a una crisis tan importante como el cambio climático, las cumbres climáticas son estructuras profundamente ancladas en el statu quo. No solo por el hecho de que sus invitados son las personas más influyentes del sistema capitalista, sino también porque todos comparten una misma visión sobre la necesidad de progreso, las líneas rojas y cuál debe ser el camino que siga la humanidad para alcanzar un punto deseable. Hay, pues, una cierta homogeneidad en los perfiles, que difieren por intereses individuales, pero que comparten la misma narrativa.
Filósofos como Bruno Latour o Andreas Malm han reflexionado sobre esta cuestión, destacando cómo el sistema está diseñado para rendir homenaje a nuestras principales fuentes de recursos económicos de manera acrítica, sin explorar otras opciones que quizá reportarían menos beneficios económicos, pero mayores beneficios sistémicos para una economía basada en lo que necesitamos como humanos, y no en una ambición malentendida. Así, en libros como How to Blow Up a Pipeline (2021), Malm propone una visión radical de acciones directas contra el cambio climático, con reflexiones políticas y filosóficas.
Por mucho que busquen la solución a una crisis tan importante como el cambio climático, las cumbres del clima son estructuras profundamente del statu quo
Desde una lectura más centrada en la responsabilidad moral, también podemos encontrar soluciones en el libro de Catriona McKinnon, Climate Change and Future Justice, que explica la deuda climática que estamos dejando a las generaciones futuras, teorizándola de una manera alarmante como “genocidio climático”. Lecturas que la mayoría de los líderes de la COP no han hecho, pero sí la comunidad científica y activista que rodea los recintos y se manifiesta en todo el mundo exigiendo una acción climática contundente y basada en el bien común, no en el beneficio de unos pocos.
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