De diferencias hay muchas, pero si me preguntan por una significativa que nosotros mantengamos respecto a los italianos del norte, les diré que ellos fueron los impulsores de la unificación del país. Llevan la construcción en la masa de la sangre. Hasta mediados del siglo XIX, Italia era una realidad física e histórica, pero no política. El país estaba desencuadernado desde el punto de vista de la autoridad. Al norte el reino de Cerdeña, francés. La Lombardía y el Véneto controlados por los austríacos. En medio un montón de ducados, principados y territorios -incluido el Estado Pontificio- y en el sur, ocupando casi la mitad del territorio italiano, el Reino de las Dos Sicílias, heredero primero de los catalanes, y de los españoles después. Cabe preguntarse por qué los territorios del sur de Italia eran, y siguen siéndolo, pobres mientras que los del norte siempre han sido ricos. El sur gobernado muchos años por España, y el norte por los austríacos y franceses. Yo no tengo ninguna duda del porqué. Ahora ustedes mismos.
El caso es que Piamonte es muy próspero. Se respira cuando se llega al país. Particularmente en Turín que es la capital del grupo Fiat. Una ciudad señorial, sin lujos, con grandes bóvedas y cafeterías del siglo XIX donde los camareros conocen su oficio y van vestidos como corresponde. Las tiendas son de calidad y orientadas al público local. Quiero decir que son buenas y sin fantasías estrafalarias. Echar un vistazo a los escaparates nos ofrece una idea de cómo está repartida la riqueza. Es una ciudad burguesa, como lo es también Lyon. De una burguesía tranquila, productiva, sin abrazos grandilocuentes.
En el norte de Italia ha existido una burguesía que se ha consolidado, con conciencia de clase y no se ha tratado de simples ricos, como en nuestro país
La institucionalización de la unificación italiana comenzó allí, donde se encuentra todavía el edificio del primer parlamento de la Italia unificada, antes de que Roma se convirtiera en su capital. Nombres ilustres: Cavour, Garibaldi, Vittorio Emanuele II, que fue el primer rey de Italia... Todos tienen cabida en su recordatorio de calles, plazas, etc. En 1859 -un año después de nuestro alabado ferrocarril Barcelona-Mataró- ya construyeron ellos su primer tren, pero al por mayor: de Turín a Génova, con 129 kilómetros, lo que pronto es dicho. En 1867 se funda La Stampa, el diario que todavía hoy da las noticias del norte de Italia con una categoría indudable. En 1895 nace Lavazza. En 1899, Fiat. En 1898 se crea la Banca de Italia. En 1908 Olivetti. En 1934 se realizan las primeras pruebas de televisión del mundo. Martini e Rossi (ya centenarios) fueron de los primeros en el mundo en hacer patrocinio cultural. Ferrero (Nutella, etc.) comienza sus actividades en 1946... ¡Buf! Me detengo. Ya ven que no estamos delante de ninguna broma.
Como digo, el territorio es muy equilibrado y rico -Turín sólo tiene 900.000 habitantes-. La riqueza está repartida de forma razonada. Los ricos, empezando por los Agnelli, originarios de Turín, no son de estrangular pobres. Siempre han tenido una visión responsable cuerda. Y es que en el norte de Italia ha existido una burguesía que se ha consolidado, con conciencia de clase -no se ha tratado de simples ricos, como en nuestro país.
Miremos algunos indicadores y, para situarnos, los colocaremos junto a los nuestros.
| Piamonte | Catalunya |
Población | 4,3 millones | 7,7 millones |
Paro | 7,3% | 11,6% |
PIB por habitante (EU 100 %) | 99% | 97% |
Gasto en investigación (%PIB) | 2,3% | 1,5% |
Noches de ocupación turística | 9,3 millones | 44,7 millones |
Cuando pensamos en Italia nos viene a la cabeza el turismo, también. No nos engañemos. Podrán observar que ellos soportan 2 noches de ocupación turística por habitante mientras que nosotros soportamos 6. ¿Y con qué suplen los piamonteses ese precioso vacío que tanto nos convendría a nosotros? Pues con la industria de tres vertientes: la mecánica -ya he dicho que el grupo Fiat y los proveedores asociados tienen su sede central allí-, la tecnológica -¿recuerdan la famosa Olivetti?- y la industria agroalimentaria, que es potentísima.
Visitar el Piamonte por trabajo o negocios es interesantísimo –de hecho, es la única manera de conocer un poco cualquier país. Pero unas vacaciones como viajero -¡nunca como turista!- es una práctica increíble. Los innumerables pueblos situados en lo alto de pequeñas colinas que se enlazan visualmente, un paisaje trabajado sin estar destrozado, buenas bodegas (¡ay, el dolcetto de Alba, y el barbera de Asti!), pequeños hoteles y restaurantes con gran hospitalidad, hacen que cualquier estancia sea satisfactoria. Sobre todo teniendo en cuenta que el país es refinado, no ha sido prostituido y su cocina es, como casi toda la italiana, una gran simplicidad.
Visitar el Piamonte por trabajo o negocios es interesantísimo –de hecho, es la única manera de conocer un poco cualquier país. Pero unas vacaciones como viajero -¡nunca como turista!- es una práctica increíble
La actuación de los piamonteses ha sido lúcida. Lo que sucede más abajo de sus fronteras les interesa poco. Se conocen a sí mismos. Laboriosos, de raíces culturales francesas y cartesianas -en su Vall d'Aosta el francés es cooficial- y buenos cocineros en un territorio productivo afortunado. Otro montaría restaurantes y chiringuitos. Ellos no. ¿Tienen una buena cocina? ¡Pues arremangámonos e industrialícela! Y esto han hecho. No pretenden impresionar a los visitantes con cocineros. Quieren impresionar al mundo con industria, la agroalimentaria, que tiene la base en un territorio donde se come bien y que, por tanto, se le asume la producción de categoría.
Hace años han sido suficientemente hábiles para saber que la sobreexplotación no va a durar siempre. Y hace tiempo empezaron los movimientos de defensa del territorio. He aquí que el señor Carlo Petrini, un día que rodeaba por Florencia, sintió olor a patatas fritas al estilo anglosajón. Se volvió a casa corriendo, en Bra, a 50 kilómetros de Turín, y fundó el movimiento Slow Food. Y con él la famosa feria Terra Madre Salone del Gusto. Y la Universidad de Ciencias Gastronómicas, también. El movimiento se ha convertido en universal, pero, sobre todo, ha dado a Piamonte una nueva perspectiva de la industria centenaria agroalimentaria. Si pueden, visiten la famosa feria que se celebra cada dos años. Y siempre que viajen por Italia háganlo con la guía Osterie de Italia -recuerden que la Guía Michelin, salvo Francia, sólo sirve que para conocer los teléfonos de los hoteles... y no con precisión.
Piamonte nos recuerda un hecho que todo el mundo debería tener asumido: que el trabajo razonado tiene futuro. Para los campesinos, también
Podríamos sacar lecciones si muchos catalanes emprendedores visitaran el Piamonte. Yo diría que la base agrícola es muy similar. ¡Incluso me atrevería a asegurar que la variedad de nuestros productos es mayor –salvo la trufa blanca! Por eso me pregunto ¿por qué debo comprar la pasta de avellana a los fabricantes del Piamonte y no a los del Camp de Tarragona, inexistentes? Y por qué la mejor mermelada de naranja debo encargarla a la señora Mariangela Prunotto, de Alba. ¿Alguien me lo puede contar?
Piamonte nos recuerda un hecho que todo el mundo debería tener asumido: que el trabajo razonado tiene futuro. Para los campesinos, también. Seguro que tiene pasado -de historia los piamonteses saben lo suficiente. Pero la riqueza de una nación no está en manos de los que están por venir, del permanente hacer volar palomas, sino en la categoría del grosor humano de los que ya viven, arraigados a la tradición modernizada y puesta al día. El resto, viene rodado.