Los medios de comunicación y las redes sociales exponen cada día muchas opiniones sobre la carestíade la vida; la mayoría son quejas sobre las dificultades de llegar a fin de mes de un porcentaje importante de las familias. Si se manejan las medias, todo parece homogéneo, evolutivo, unos períodos mejor, otros peor, pero transpiran una visión conjunta de la economía realidad relativamente armónica. Ahora bien, cuando personalizas, no tiene nada que ver una monoparental con una numerosa, un nómadadigital con una unidad con segunda o tercera residencia, o un jubilado con un parado de larga duración. Familia a familia, la cuestión aparece bien distinta y en muchos casos, sustancialmente más cruda.
En una década los ingresos medios han crecido un 18,5%, de 27.089 euros a 32.617 euros
Nos hemos intentado aproximar a la realidad presupuestaria de las familias españolas comparando los últimos datos que aporta el INE (junio 2024) con los de 2014. Una primera aproximación es que en una década los ingresos medios han crecido un 18,5%, de 27.089 euros a 32.617 euros, mientras que, a pesar de todos los apoyos realizados durante la pandemia, la inflación lo ha hecho en un 23,1%. Esto significa que se ha esfumado el 4,5% del poder adquisitivo. Unas pocas familias no, pero las de clase baja, media-baja y media han tenido que hacer malabares para reubicar sus gastos ante esta zarpada. Aun así, la sorpresa surge cuando la tasa de ahorro no ha decaído, al contrario: del 9,8% en 2014 ha subido al 11,7% en 2023, motivada por la población con rentas más altas que muestra una mayor disponibilidad.
La casa y la comida
La segunda aproximación tiene que ver con un par de partidas básicas. La de alimentación y bebidas no alcohólicas se ha disparado un 10% en esta década (del 14,9% al 16,4%), pero si le descontamos la inflación se ha reducido un 13%; esto ha dado una fortaleza extraordinaria a las marcas propias de alimentación y moda rápida cuando han sido capaces de ajustar los precios manteniendo altos criterios de calidad. La de vivienda, agua, gas y electricidad se ha encogido pasando del 32,4% en 2014 a convertirse ahora en el 31,8%; si a esta reducción presupuestaria le añadimos el incremento del costo de la vida, se sitúa prácticamente en el 40% del total de lo que gasta el hogar; no en vano, la conversión del inmobiliario en un negocio mayoritariamente privado lo sitúa como uno de los caballos de batalla político, sobre todo si tenemos en cuenta que a pesar de todos los discursos, el derecho a una vivienda digna poco ha prosperado a lo largo de la década. Alimentación y vivienda significan casi la mitad del presupuesto, exactamente el 48,2%, aunque para las familias con hijos o con rentas más bajas superan el 60%.
La tercera aproximación se sitúa en aquellas partidas que más o menos se mantienen. Nos referimos al mobiliario y a los gastos de las viviendas (4,1%), a la enseñanza (1,5%) y a otros bienes y servicios (7,4%), demostrando que se trata de gastos que en su momento se dispararon y ahora no se tocan.
La ropa, el ocio y el transporte
La cuarta aproximación recoge las partidas que caen estrepitosamente, como la ropa y el calzado (del 5,1% al 4%) o el ocio, los espectáculos y la cultura (del 5,7% al 5,1%); otras lo hacen con menor magnitud, por ejemplo, las bebidas alcohólicas (del 1,9% al 1,5%), el transporte (del 11,9% al 11,6%) o las comunicaciones (del 2,9% al 2,7%). Se trata de partidas estables que tuvieron su momento y provisionalmente se controlan.
Y la quinta aproximación se acerca a las que se disparan. En concreto, la de los hoteles, bares y restaurantes, que pasa del 8,6% al 10,2%, recordando que las vacaciones, el viaje y salir se han convertido en signos contemporáneos a los que nadie renuncia; y la de la salud (del 3,5% al 3,8%), que aumenta a caballo de la proliferación de la contratación de las mutuas privadas.
Las vacaciones, el viaje y salir se han convertido en signos contemporáneos a los que nadie renuncia
La conclusión de estos datos configura una década en la que el sapiens contemporáneo gasta relativamente menos en alimentarse, compra mucha menos ropa o más barata, y se le dispara la vivienda hasta convertirse en el principal problema familiar, sobre todo entre la población más joven. El gasto en comunicación ya no es el que era una vez alcanzado el súmmum de las plataformas, y, en cambio, el viaje y comer o tomar una copa forman parte del modelo de vida, incluso en tiempos de crisis.
La lucha diaria entre los ingresos y la inflación se parece cada vez más a la persecución entre el gato y el perro. Unas veces gana uno, otras, el contrincante, pero siempre salpica a sus propietarios. Los salarios llegan cada fin de mes a casa y el dinero viene marcado: la compra, pagar el alquiler o amortizar la hipoteca, y repartir el resto entre las partidas fijas que corresponden a los intereses particulares de cada familia. Una década después, si entonces se salía de una crisis feroz, la de 2008, ahora las condiciones no han cambiado mucho.