Antes de que empezara la crisis, parecía que por el mero hecho de estar en casa tuviéramos que tener tiempo para hacerlo todo: esperábamos las vacaciones para leer aquella novela gruesa, o para escribir, para pintar, o para descansar sin mirar el reloj. La realidad es que, llevamos más de 30 días confinados en casa, y la velocidad no cambia, justo al contrario, en cuanto a mi vida todo ha empezado a rodar más deprisa.
Profesionalmente ya estaba acostumbrado a leer, estudiar y repasar el BOE, pero en estos días de crisis el Gobierno lo publica deprisa y a salto de mata, y a nosotros nos toca leerlo, estudiarlo e interpretarlo con la inquietud y la incertidumbre neguitosa de las cosas que se hacen rápido. Con la propia incertidumbre profesional pues, cuando más rápido lo publican, más errores e inseguridad me produce (al menos en mi terreno de Derecho Fiscal y Tributario), y con la presión histérica de un cliente con problemas.
No sólo en el ámbito profesional todo ha cogido un ritmo trepidante, la velocidad también se ha instalado en mi vida cotidiana. Me gustaba pasear media hora larga con mis perros, y ahora sólo lo puedo hacer cinco minutos y no vayas lejos, sino hasta 600 euros de multa. Por otro lado, yo era de los que hacía la compra de las cosas "pesadas" (agua, detergente, cerveza...) online y ahora, es imposible. Imposible. A la velocidad de la luz han cambiado las costumbres de la gente y ahora tenemos sobresaturados los servicios de reparto en casa de los supermercados.
Será que todo está cambiando muy rápido? Demasiado rápido quizás? Animo a todo el mundo a mantenerse en forma y motivado para seguir este ritmo, cuando esto se acabe ya tendremos tiempo para hacer los estiramientos y recuperarnos correctamente de esta carrera.
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