Si entramos en las entrañas de nuestro modelo económico y productivo nos encontramos que, en valor absoluto, nuestro PIB en 2018 fue de 1.202.193 millones de euros mientras que en 2011 de 1.063.763 millones; siempre en euros corrientes y a precios de mercado. Si saltamos a China, a efectos comparativos de pujanza económica, su PIB en 2011 se concretaba en 5.423.969 millones de euros y en 2018 en 11.530.456 millones.
Hoy, España, en el ranking de las potencias económicas mundiales, ocupa el puesto decimocuarto, cuando en 2003 y 2004 estaba en la octava posición. La decadencia de nuestra economía y de su modelo productivo es evidente. Destinamos solo el 1,20% de nuestro PIB como esfuerzo en investigación y desarrollo, 14.052 millones de euros para ser exactos en 2017, mientras que una compañía como Amazon destinó a gasto de I+D y tecnología, cargado íntegramente en su cuenta de pérdidas y ganancias, 28.837 millones de euros en 2018. Corea del Sur, un país que sigue por el camino de la prosperidad económica y con una formación muy edificante entre su población, en 2017 destinaba el 4,22% de su PIB a I+D, 52.493 millones de euros. Estados Unidos, que lidera hoy el hit parade de la economía mundial, acumula hasta la fecha 382 Premios Nobel, con prioridad absoluta en el campo científico; España, 8, incluyendo a Mario Vargas Llosa, quien tiene la doble nacionalidad española y peruana, entre los cuales solo dos, Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa, en Medicina; los demás fueron galardonados en Literatura.
"Destinamos solo el 1,20% de nuestro PIB como esfuerzo en investigación y desarrollo. De los 8 Premios Nobel que tenemos, solo 2 son de ciencias"
Por ende, es el momento, tras las elecciones del pasado 10-N y ante las distintas alternativas de formar Gobierno, de plantear una serie de retos. El primero de ellos es reflexionar acerca de si nuestra recuperación económica es sólida cuando desde la perspectiva de todos y cada uno de nosotros hemos de decir que el PIB per cápita en 2008 era de 24.132 euros y en 2018 es de 25.727 euros y si nos comparamos con otros países de nuestro entorno europeo estamos sustancialmente por debajo. Baste señalar que en Irlanda, el PIB per cápita en 2018 se situó en 65.500 euros. El salario medio anual en 2008 en España era de 21.883 euros y en 2018 de 23.003 euros. La renta media anual por hogar en 2008 alcanzaba los 28.787 euros y en 2018 fue de 28.417 euros. El gasto medio anual por hogar que en 2008 se cifraba en 31.711 euros cayó en 2018 a 29.871 euros. En 2018, 12,2 millones de españoles sobre una población de 46,6 millones se halla en riesgo de pobreza o exclusión social; el 26% de nuestra población.
Afirma Gay de Liébana que hay que reflexionar sobre si nuestra recuperación económica es sólida
El peso sectorial en porcentaje del PIB de la industria que en los años 70 y 80 del siglo pasado superaba el 30%, hoy es solo del 14,3%, con la industria manufacturera representando apenas el 11,2% del PIB, mientras los servicios copan el 68% del PIB. Y en cuanto al peso del empleo, la industria, incluyendo la energía, representa el 14% del empleo total y los servicios el 75%.
El modelo productivo de la economía española, sinceramente, deja mucho que desear para ser efectivamente competitivo.
Nuestra tasa de paro es la segunda más alta de toda Europa, con el 14,2%. Acá hay un agudo y crónico problema que en parte se explica por la debilidad del modelo formativo, tanto en la formación básica como en la profesional, que tan discriminada ha estado y sigue estando, y en la universitaria cuyos planes de estudio no se adaptan a la realidad económica de nuestras necesidades. Y eso lleva a preguntarnos si nuestros políticos tienen claro cuál debe ser el modelo económico-productivo que ha de seguir España y cuál tiene que ser su patrón de crecimiento. Y en concreto, si España o, mejor dicho, sus políticos están capacitados para encarrilar al país hacia el cambiante entorno disruptivo.
Al mismo tiempo y al hilo de lo antes explicado, hemos de cuestionarnos si alguna formación política será capaz de embridar no únicamente de palabra sino con hechos y resultados palpables la lacra endemoniada del imparable gasto público, la hemorragia crónica de nuestro déficit público y el lastre monumental e impagable de nuestra deuda pública.
En esa misma línea, hemos de calibrar si algún partido político es consciente de que nuestro sistema de pensiones se encamina hacia la bancarrota y que de seguir por esa senda angustiosamente deficitaria no será factible sostener el actual estado del bienestar.
Sin duda, quedan muchos apuntes en el tintero, por ejemplo, el planteamiento racional y viable de la financiación autonómica. Pero, en todo caso, por hoy, creo que ya está bien con ese elenco de consideraciones que hemos formulado. Eso sí, ¡qué prosiga el entusiasmo!