El mes de octubre pasado publicamos este artículo alertando de la situación límite de Credit Suisse, una de las principales entidades financieras de la Confederación Helvética. Cinco meses después este banco que tambaleaba ha acabado por derrumbarse con estrépito en medio de una semana muy complicada para los mercados financieros. En el artículo mencionado hacíamos un repaso de las inversiones ruinosas que habían llevado el gigante suizo a una situación muy comprometida, todo ello bajo el mandato de Thomas Gottstein, un CEO de recuerdo aciago para los accionistas de la entidad.
El colapso definitivo de Credit Suisse ha venido precedido por unas jornadas de pánico en el sector bancario, después de la quiebra casi sorprendida de un banco local de Estados Unidos, el Silicon Valley Bank (SVB). Los nervios a un lado y otro del Atlántico se manifestaron en caídas de todas las entidades bancarias cotizadas; en aquello que nos es más próximo, destaca el Banco Sabadell, que se despeñó desde los 1,30 € hasta la raya del euro pelado (una caída del 23% en solo una semana) o también CaixaBank, que abandonó los niveles de 4,1 € para visitar el de 3,5 €, en una caída del 13% en el mismo corto periodo de tiempo.
Como los mercados financieros se mueven en gran medida por estados de ánimo -es un hecho que las bolsas sobrerreaccionan a las noticias y a menudo entran en pánicos injustificados- la caída del banco americano que hemos comentado antes añadió dosis de temblor a un edificio que ya tambaleaba, aunque no existiera ningún tipo de correlación entre el SVB y el banco suizo. Como acostumbra a pasar, los nervios antes de un acontecimiento negativo tienden a transformarse en tranquilidad cuando el acontecimiento se consuma; en otras palabras, todo el miedo al colapso de Credit Suisse mutó en suspiros de alivio cuando los suizos reconocieron que esto no daba más de sí y optaban por pedir un rescate al banco central de su país.
El factor clave del desenlace ha sido la negativa de su máximo accionista, el Saudi National Bank, a inyectar más capital. Veremos si por decisión propia o por las dificultades legales que comportaba aumentar la participación por encima del 10% (actualmente poseen un 9% del capital). Controlada la demolición, el baño de endorfinas llevó las bolsas bien arriba, con rebotes especialmente intensos en el sector bancario de toda Europa y con Credit Suisse como gran protagonista, con una subida del 20% en la jornada de ayer día 16. Saber que el regulador bancario suizo apoyará a este banco, ha hecho girar la tortilla de manera radical.
Saber que el regulador bancario suizo apoyará a este banco, ha hecho girar la tortilla de manera radical
Según se ha hecho público, el rescate de Credit Suisse será de unos 50.000 millones de euros y, si con esto consiguen estabilizar la entidad y volver a operar con normalidad, en los años futuros tendrán que devolver todo el importe del rescate a partir de los beneficios que generen anualmente. En caso contrario, si no se endereza el rumbo y el banco acaba quebrando, las pérdidas las asumiría el gobierno federal del país. El precedente más parecido producido en la Confederación Helvética fue el rescate del otro gran banco del país, UBS, la estrategia agresiva del cual se transformó en pérdidas ingentes cuando llegó la crisis financiera del 2008. Con un rescate de importe similar al que ahora se aplicará a Credit Suisse se consiguió que UBS saliera del pozo y volviera al camino de la solvencia.
En cuanto al resto de bancos, de entrada puede parecer extraño todo este mar de dudas sobre su salud, justo ahora que los tipos de interés están subiendo y, por lo tanto, el territorio donde ganan dinero -la diferencia entre el tipo acreedor y el tipo deudor- se ha ensanchado de manera relevante y los permite hacer negocio por primera vez en muchos años. Pero sí que hay razones para las dudas, y es que la actividad bancaria es muy peculiar, como ahora veremos.
Ahora que la brecha entre el tipo de interés al que prestan dinero y el tipo de interés al que retribuyen los depósitos se han ensanchado, podríamos pensar que el peor para el sector ya ha quedado atrás
En épocas de tipos de interés a nivel cero o, incluso, negativos, la posibilidad de hacer negocio para los bancos por los medios tradicionales se había reducido tanto, que casi podemos decir que se había evaporado. Es aquí donde entran en juego todos aquellos medios no tradicionales como son las comisiones bancarias que se multiplicaron en los últimos años para mirar de compensar la otra parte del negocio. Por lo tanto, ahora que la brecha entre el tipo de interés al que prestan dinero y el tipo de interés al que retribuyen los depósitos se han ensanchado, podríamos pensar que lo peor para el sector ya ha quedado atrás.
Pero como que siempre hay motivos para sufrir, ahora el que proyecta sombras de duda sobre la salud del sistema bancario es la cantidad de deuda a tipos bajos que hay en sus balances. Sin ánimo de entrar a hablar con tecnicismos, estaremos de acuerdo que la deuda pública o privada emitida los últimos años con un cupón, por ejemplo, del 1% estará bastante devaluada respecto a las nuevas emisiones al 4 o 5%. Esta devaluación puede provocar un agujero patrimonial importante a las entidades, y de esto es de lo que se está hablando últimamente.
Pero tranquilos, no todo es blanco o negro, porque las voluminosas carteras de deuda a tipos bajos que ahora mismo llenan los balances de los bancos de todo el continente no tienen por qué ser valoradas todas a precio de mercado, lo que se conoce como mark-to-market. Si una entidad justifica que una determinada emisión de deuda no está disponible para ser vendida, sino que se mantendrá hasta vencimiento, puede evitar la temida valoración a precios de mercado. Por lo tanto, confiamos que los miedos pasen y los mercados vuelvan a la normalidad.