De los tres nombres que voy a citar al inicio de este artículo, es posible que solo les suene uno. Pero todos, en mayor o menor medida, han estado interrelacionados entre sí durante el último mes. Con un tema común sobre la mesa y conversaciones, públicas o privadas, destinadas al mismo fin.
Comencemos por el menos famoso y derivemos hacia quienes disponen de más visibilidad pública. Santiago Fernández, aparte de amigo mío, es una persona de referencia en el mundo de la logística internacional. Conoce perfectamente los mercados de la mayoría del planeta y sabe ver con antelación muchos movimientos económicos que algunos perfiles televisivos son incapaces de intuir.
Él pertenece a la generación de los Baby Boomers y yo me enmarco en la denominada X, aunque cercano por edad y filosofía a los Millenials. Y en el transcurso de un evento juntos acabamos disertando sobre nuestro diverso punto de vista acerca de lo laboral.
Para saber lo que quieres en el futuro debes aprender a conocer lo que no quieres. Y eso solo llega con tiempo y experiencias
Yo le insisto en que, teniendo la tecnología para trabajar menos horas y de manera más productiva y eficiente que nuestros padres, el tiempo sobrante deberíamos destinarlo a nuestro uso personal. Él, sin embargo, argumenta que si eres capaz de hacer más en menos tiempo, uses el restante para generar el doble que hace 20 años.
Donde sí coincidimos es en el pensamiento de que hay edades para pasar más horas en lo laboral, sobre todo en tus inicios. Pero mientras él lo achaca a una educación basada en la constancia, yo creo que debe realizarse porque para saber lo que quieres en el futuro debes aprender a conocer lo que no quieres. Y eso solo llega con tiempo y experiencias.
El segundo nombre propio es el de Rafael Tabarés, comisionado de la Generalitat Valenciana para la Salud Mental. Quien, en el programa Amanece Valencia dirigido por José Forés, señalaba que la cultura del esfuerzo y del éxito no solo deja la solidaridad en un cajón, sino que conlleva sobrecargas que muchas personas acaban pagando.
Pero el gran debate vino con Ángel Martín y su informativo en dos minutos (un enorme ejemplo de cómo optimizar el tiempo y aun así tener la misma repercusión que otro de hora y media). Sobre todo con la frase "si alguien te pide que te esfuerces más, mándalo a tomar por saco". Y, desde ese momento, todas las opiniones encontradas que generó.
Los grandes empresarios han levantado el tejido empresarial del país y dado trabajo a mucha gente, pero eso no significa que sean infalibles
Partamos de la base de que en la Comunidad Valenciana el modelo Mercadona, Lanzadera, Valencia Basket y por ende Juan Roig copa muchas de las acciones públicas, privadas e intermedias que se realizan sobre todo en la capital del Turia. Y que su mensaje, muy lícito, apela precisamente a este respecto.
Sin embargo, estamos en una sociedad diferente a aquella en la que se criaron los grandes empresarios mayores de 65 años. Quienes, dicho sea de paso, han levantado el tejido empresarial del país y dado trabajo a mucha gente. Pero eso no significa que sean infalibles ni que los tiempos no hayan cambiado.
Con el COVID asistimos a diferentes realidades, que si bien ya eran subyacentes afloraron claramente a la sociedad. Trabajar más no es trabajar mejor (como demostraron las eternas videollamadas durante el confinamiento). No podemos hacerlo todo ni todo a la vez sin que nos pase factura, como está quedando patente en el incremento de problemas psicológicos de la población. A pesar de disponer de mayores herramientas y conocimientos para la crianza y la conciliación, la sociedad y sus leyes derivan más a los cuidados externos que a dar herramientas a los padres para pasar tiempo con sus hijos e hijas. Y la falta de formación y el ‘antiguo régimen’ de tener que trabajar desde la oficina sí o sí está comenzando a generar tantas tensiones que muchas de ellas están teniendo que dirimirse en los juzgados.
Todas las anteriores generaciones han pensado que la posterior es peor a la presente y sin embargo, los avances son evidentes
Con todos los respetos, conozco a mucha gente que se esfuerza como mínimo el mismo tiempo y con las mismas ganas que Juan Roig y no ha conseguido llegar donde él. Pero también mucha otra que tras la crisis de 2007 se reinventó. Que ha derivado en autónoma sin querer serlo. Que tiene dos, tres y hasta cuatro empleos. Que sobrevivieron de milagro a los tiempos de COVID. O que renunciaron para poder cuidar de su gente. Y a quienes nadie puede acusar de no hacer más de lo que ya de por sí se les exige.
Tengamos cuidado con los mensajes. Hay muchas maneras de esforzarse. No lo hace menos un filósofo que un reponedor. Un actor que un empresario. Un joven que quiere aprovechar sus mejores años que una persona en su madurez que se da cuenta que debía haber tratado de disfrutarlos. Y así un largo etcétera.
Y eso no querrá decir que la generación posterior es peor que la presente. Porque todas las anteriores han pensado lo mismo y sin embargo, los avances son evidentes.