Este verano, uno de los temas estrella del mundo del fútbol ha sido el acuerdo entre la LFP de Tebas (la patronal del fútbol profesional) y la firma de inversión CVC, por el que los clubes cederán parte de sus ingresos futuros a cambio de una inyección inmediata de dinero por parte del fondo, una inversión que se formalizará como préstamo a largo plazo. De entrada, parecía el gran acuerdo de la década para ayudar a sanear los clubes después de los desperfectos producidos por la pandemia y, no menos importante, la bombona de oxígeno que permitía al Barça retener Messi, pero pronto las costuras se empezaron a deshacer cuando Barça y Real Madrid consideraron que existían más contras que pros a la hora de valorar el acuerdo. No entraremos en detalles alrededor de la operación, que sí han firmado la mayoría de clubes, sino que aquí lo que nos interesa es analizar la figura de los inversores, los mencionados CVC. No es la primera vez que hablamos de ellos, porque en el artículo donde analizábamos el funcionamiento del mundial de motociclismo, el que organiza Dorna, aparecieron fugazmente para indicar que años atrás habían sido los propietarios de esta empresa de acontecimientos deportivos y también para recordar que durante un buen puñado de años (2006-2016) fueron los accionistas principales de la mítica Fórmula 1. Así pues, ya hemos visto de paso tres operaciones (LFP, Dorna, Formula 1) donde han intervenido. Pero esto solo es una parte pequeña de todo su ingente potencial, que veremos a continuación.
La cifra de 115.000 millones de dólares es de aquellas que hacen marear y que nos costaría escribir si tuviéramos que poner todos los ceros. Pues este es el volumen de activos que gestiona CVC, uno de los grandes fondos de inversión del mundo. Todo este volumen grandioso de recursos proviene únicamente de unos 300 inversores, la mayoría fondos de pensiones que hace muchos años que trabajan con esta entidad. A diferencia de otros sospechosos habituales, como BlackRock o Vanguard, que fundamentalmente invierten en empresas cotizadas, CVC está muy enfocada en el llamado private equity, es decir, entran en el capital de empresas que no cotizan en bolsa (curiosamente, en España una de sus principales inversiones es una gran cotizada, como veremos más adelante). También tienen una rama de crédito, es decir, dejan dinero a proyectos donde no entran como accionistas, sino como prestamistas; este era el caso precisamente de la operación con la LFP. En general, su estrategia es entrar en empresas que dan dividendos de manera consistente, o bien en sociedades que a partir de una reestructuración pueden resultar más rentables. Según ellos mismos dicen, no acostumbran a acceder en el capital de las empresas de manera hostil, sino que lo hacen de manera pactada con los gestores del negocio que quieren adquirir y miran de sincronizar sus intereses.
En el Estado español, CVC es accionista de Deoleo, Naturgy, Exolum, Cortefiel, Vitalia Home e, incluso, la Universidad Alfonso X El Sabio
A los lectores de prensa económica, la firma CVC les resulta muy familiar a causa de las inversiones que tienen en el Estado español, que son muy relevantes. Por un lado, son accionistas clave de Deoleo, líder mundial del mercado del aceite de oliva, una empresa donde entraron en 2014. En un artículo anterior, dimos muchos detalles sobre esta compañía. Están también presentes en Naturgy (la antigua Gas Natural Fenosa) desde 2018 y en otras empresas de menor volumen como Exolum (la antigua CLH, una compañía surgida de Campsa que se dedica al sector de los hidrocarburos), Tendam (antigua Cortefiel), Vitalia Home (dependencia y tercera edad) e, incluso, la Universidad Alfonso X El Sabio. Precisamente, la operación de compra de Cortefiel fue una transacción que les dio mucho renombre en el Estado, tanto por el prestigio de la empresa de comercio textil, como por el volumen de la operación. En un lejano mundo precrisis, en 2005, la familia Hinojosa vendió su negocio secular (Cortefiel fue fundado en 1880) por 1.400 millones de euros a un consorcio formado por CVC, Pai y Permira. A nivel mundial, la cartera de la firma agrupa un total de 103 empresas participadas, a las que hay que añadir las 63 en las que ya han finalizado su ciclo inversor y han deshecho la posición.
Los orígenes de CVC
A estas alturas, probablemente muchos lectores se preguntarán de donde demonios salen estas tres letras que dan nombre a la compañía. La respuesta hay que buscarla en los inicios de su vida, porque a finales de la década de los 60 el banco norteamericano Citibank (en aquel momento Citicorp) creó una compañía subsidiaria para agrupar sus participaciones empresariales. El nombre elegido fue Citicorp Venture Capital, y de aquí las siglas CVC (el término venture se usa en el mundo financiero para referirse a inversiones en determinadas empresas que todavía no están cotizadas en bolsa).
No parece que se divise en el futuro un cambio de modelo, sino más bien al contrario, un incremento todavía más grande del protagonismo de estos vehículos, a menudo tildados de fondos buitre
Con el paso de los años, ya en la década de los 90, CVC se desvinculó del banco para acontecer una empresa independiente bajo la denominación de CVC Capital Partners, y poco después ya era una de las firmas líderes en Europa en este tipo de inversiones. Las tres personas que lideran la compañía son Steve Koltes, Donald Mackenzie y Rollyvan Rappard, los tres con el rango de cofundadores y copresidentes. En el Estado español, la persona clave es Juan Arbide Estensoro, un ingeniero industrial formado en un centro vinculado a la Universidad de Navarra -que pertenece al Opus Dei- y con pasado profesional en Procter & Gamble, Boston Consulting Group, Credit Suisse y Atlas Capital.
Ya hace años que diferentes fondos de inversión (de empresas cotizadas, de no cotizadas, de inmuebles, etc.) van ganando peso dentro del mundo de los negocios. No aportan conocimiento de ningún sector en especial, pero tienen dos herramientas clave: dinero casi ilimitado y dominio de las operaciones financieras. No parece que se divise en el futuro un cambio de modelo, sino más bien al contrario, un incremento todavía más grande del protagonismo de estos vehículos, a menudo tildados de fondos buitre.